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¡Voto al sol, si le tirara


con la que llevo al apero,


que al sonar el crujidero


al casco se la encajara!


No fue Sábalo, el romano,


tan vicioso por jamás.


LAURENCIA: Heliogábalo dirás,


más que una fiera inhumano.


MENGO: Pero Galván, o quien fue,


que yo no entiendo de historia;


mas su cativa memoria


vencida de éste se ve.


¿Hay hombre en naturaleza


como Fernán Gómez?


PASCUALA: No;


que parece que le dio


de una tigre la aspereza.


Sale JACINTA


JACINTA: Dadme socorro, por Dios,


si la amistad os obliga.


LAURENCIA: ¿Qué es esto, Jacinta amiga?


PASCUALA: Tuyas lo somos las dos.


JACINTA: Del comendador crïados,


que van a Ciudad Real,


más de infamia natural


que de noble acero armados,


me quieren llevar a él.


LAURENCIA: Pues, Jacinta, Dios te libre;


que cuando contigo es libre,


conmigo será crüel.


Vase LAURENCIA


PASCUALA: Jacinta, yo no soy hombre


que te pueda defender.


Vase PASCUALA


MENGO: Yo sí lo tengo de ser,


porque tengo el ser y el nombre.


Llégate, Jacinta, a mí.


JACINTA: ¿Tienes armas?


MENGO: Las primeras


del mundo.


JACINTA: ¡Oh, si las tuvieras!


MENGO: Piedras hay, Jacinta, aquí.


Salen FLORES y ORTUÑO


FLORES: ¿Por los pies pensabas irte?


JACINTA: ¡Mengo, muerta soy!


MENGO: Señores…


¿A estos pobres labradores?…


ORTUÑO: Pues, ¿tú quieres persuadirte


a defender la mujer?


MENGO: Con los ruegos la defiendo;


que soy su deudo y pretendo


guardarla, si puede ser.


FLORES: Quitadle luego la vida.


MENGO: ¡Voto al sol, si me emberrincho,


y el cáñamo me descincho,


que la llevéis bien vendida!


Salen el COMENDADOR y CIMBRANOS


COMENDADOR: ¿Qué es eso? ¿A cosas tan viles


me habéis de hacer apear?


FLORES: Gente de este vil lugar,


que ya es razón que aniquiles,


pues en nada te da gusto,


a nuestras armas se atreve.


MENGO: Señor, si piedad os mueve


de suceso tan injusto,


castigad estos soldados,


que con vuestro nombre agora


roban una labradora


a esposo y padres honrados;


y dadme licencia a mí


que se la pueda llevar.


COMENDADOR: Licencia les quiero dar…


para vengarse de ti.


Suelta la honda.


MENGO: Señor!


COMENDADOR: Flores, Ortuño, Cimbranos,


con ella le atad las manos.


MENGO: ¿Así volvéis por su honor?


COMENDADOR: ¿Qué piensan Fuenteovejuna


y sus villanos de mí?


MENGO: Señor, ¿en qué os ofendí,


ni el pueblo en cosa ninguna?


FLORES: ¿Ha de morir?


COMENDADOR: No ensuciéis


las armas, que habéis de honrar


en otro mejor lugar.


ORTUÑO: ¿Qué mandas?


COMENDADOR: Que lo azotéis.


Llevadle, y en ese roble


le atad y le desnudad,


y con las riendas…


MENGO: ¡Piedad!


¡Piedad, pues sois hombre noble!


COMENDADOR: Azotadle hasta que salten


los hierros de las correas.


MENGO: ¡Cielos! ¿A hazañas tan feas


queréis que castigos falten?


Vanse MENGO, FLORES y ORTUÑO


COMENDADOR: Tú, villana, ¿por qué huyes?


¿Es mejor un labrador


que un hombre de mi valor?


JACINTA: ¡Harto bien me restituyes


el honor que me han quitado


en llevarme para ti!


COMENDADOR: ¿En quererte llevar?


JACINTA: Sí;


porque tengo un padre honrado,


que si en alto nacimiento


no te iguala, en las costumbres


te vence.


COMENDADOR: Las pesadumbres


y el villano atrevimiento


no tiemplan bien un airado.


Tira por ahí.


JACINTA: ¿Con quién?


COMENDADOR: Conmigo.


JACINTA: Míralo bien.


COMENDADOR: Para tu mal lo he mirado.


Ya no mía, del bagaje


del ejército has de ser.


JACINTA: No tiene el mundo poder


para hacerme, viva, ultraje.


COMENDADOR: ¡Ea, villana, camina!


JACINTA: ¡Piedad, señor!


COMENDADOR: No hay piedad.


JACINTA: Apelo de tu crueldad


a la justicia divina.


Llévanla y vanse. Salen LAURENCIA y


FRONDOSO


LAURENCIA: ¿Cómo así a venir te atreves,


sin temer tu daño.


FRONDOSO: Ha sido


dar testimonio cumplido


de la afición que me debes.


Desde aquel recuesto vi


salir al comendador,


y fïado en tu valor


todo mi temor perdí.


Vaya donde no le vean


volver.


LAURENCIA: Tente en maldecir,


porque suele más vivir


al que la muerte desean.


FRONDOSO: Si es eso, viva mil años,


y así se hará todo bien


pues deseándole bien,


estarán ciertos sus daños.


Laurencia, deseo saber


si vive en ti mi cuidado,


y si mi lealtad ha hallado


el puerto de merecer.


Mira que toda la villa


ya para en uno nos tiene;


y de cómo a ser no viene


la villa se maravilla.


Los desdeñosos extremos


deja, y responde "no" o "sí."


LAURENCIA: Pues a la villa y a ti


respondo que lo seremos.


FRONDOSO: Deja que tus plantas bese


Por la merced recibida,


pues el cobrar nueva vida


por ella es bien que confiese.


LAURENCIA: De cumplimientos acorta;


y para que mejor cuadre,


habla, Frondoso, a mi padre,


pues es lo que más importa,


que allí viene con mi tío;


y fía que ha de tener


ser, Frondoso, tu mujer


buen suceso.


FRONDOSO: En Dios confío.


Escóndese LAURENCIA. Salen ESTEBAN,


alcalde, y el REGIDOR


ESTEBAN: Fue su término de modo,


que la plaza alborotó.


En efecto, procedió


muy descomedido en todo.


No hay a quien admiración


sus demasías no den;


la pobre Jacinta es quien


pierde por su sinrazón.


REGIDOR: Ya a los católicos reyes,


que este nombre les dan ya,


presto España les dará


la obediencia de sus leyes.


Ya sobre Ciudad Real,


contra el Girón que la tiene,


Santiago a caballo viene


por capitán general.


Pésame; que era Jacinta


doncella de buena pro.


ESTEBAN: Luego a Mengo le azotó.


REGIDOR: No hay negra bayeta o tinta


como sus carnes están.


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