ESTEBAN: Callad; que me siento arder
viendo su mal proceder
y el mal nombre que le dan.
Yo, ¿para qué traigo aquí
este palo sin provecho?
REGIDOR: Si sus crïados lo han hecho
¿de qué os afligís así?
ESTEBAN: ¿Queréis más? Que me contaron
que a la de Pedro Redondo
un día, que en lo más hondo
de este valle la encontraron,
después de sus insolencias,
a sus crïados la dio.
REGIDOR: Aquí hay gente. ¿Quién es?
FRONDOSO: Yo,
que espero vuestras licencias.
ESTEBAN: Para mi casa, Frondoso,
licencia no es menester;
debes a tu padre el ser
y a mí otro ser amoroso.
Hete crïado, y te quiero
como a hijo.
FRONDOSO: Pues señor,
fïado en aquese amor,
de ti una merced espero.
Ya sabes de quién soy hijo.
ESTEBAN: ¿Hate agraviado ese loco
de Fernán Gómez?
FRONDOSO: No poco.
ESTEBAN: El corazón me lo dijo.
FRONDOSO: Pues señor, con el seguro
del amor que habéis mostrado,
de Laurencia enamorado,
el ser su esposo procuro.
Perdona si en el pedir
mi lengua se ha adelantado;
que he sido en decirlo osado,
como otro lo ha de decir.
ESTEBAN: Vienes, Frondoso, a ocasión
que me alargarás la vida,
por la cosa más temida
que siente mi corazón.
Agradezco, hijo, al cielo
que así vuelvas por mi honor
y agradézcole a tu amor
la limpieza de tu celo.
Mas como es justo, es razón
dar cuenta a tu padre de esto,
sólo digo que estoy presto,
en sabiendo su intención;
que yo dichoso me hallo
en que aqueso llegue a ser.
REGIDOR: De la moza el parecer
tomad antes de acetallo.
ESTEBAN: No tengáis de eso cuidado,
que ya el caso está dispuesto.
Antes de venir a esto,
entre ellos se ha concertado.
En el dote, si advertís,
se puede agora tratar;
que por bien os pienso dar
algunos maravedís.
FRONDOSO: Yo dote no he menester;
de eso no hay que entristeceros.
REGIDOR: Pues que no la pide en cueros
lo podéis agradecer.
ESTEBAN: Tomaré el parecer de ella;
si os parece, será bien.
FRONDOSO: Justo es; que no hace bien
quien los gustos atropella.
ESTEBAN: ¡Hija! ¡Laurencia!…
LAURENCIA: ¿Señor?
ESTEBAN: Mirad si digo bien yo.
¡Ved qué presto respondió!
Hija Laurencia, mi amor
a preguntarte ha venido
– apártate aquí- si es bien
que a Gila, tu amiga, den
a Frondoso por marido,
que es un honrado zagal,
si le hay en Fuenteovejuna…
LAURENCIA: ¿Gila se casa?
ESTEBAN: Y si alguna
le merece y es su igual…
LAURENCIA: Yo digo, señor, que sí.
ESTEBAN: Sí; mas yo digo que es fea
y que harto mejor se emplea
Frondoso, Laurencia en ti.
LAURENCIA: ¿Aún no se te han olvidado
los donaires con la edad?
ESTEBAN: ¿Quiéresle tú?
LAURENCIA: Voluntad
le he tenido y le he cobrado;
pero por lo que tú sabes…
ESTEBAN: ¿Quieres tú que diga sí?
LAURENCIA: Dilo tú, señor, por mí.
ESTEBAN: ¿Yo? Pues tengo yo las llaves.
Hecho está. Ven, buscaremos
a mi compadre en la plaza.
REGIDOR: Vamos.
ESTEBAN: Hijo, y en la traza
del dote, ¿qué le diremos?
Que yo bien te puedo dar
cuatro mil maravedís.
FRONDOSO: Señor, ¿eso me decís?
Mi honor queréis agraviar.
ESTEBAN: Anda, hijo; que eso es
cosa que pasa en un día;
que si no hay dote, a fe mía,
que se echa menos después.
LAURENCIA: Di, Frondoso. ¿Estás contento?
FRONDOSO: ¡Cómo si lo estoy! ¡Es poco,
pues que no me vuelvo loco
de gozo, del bien que siento!
Risa vierte el corazón
por los ojos de alegría
viéndote, Laurencia mía,
en tan dulce posesión.
COMENDADOR: Huye, señor, que no hay otro remedio.
MAESTRE: La flaqueza del muro lo ha causado,
y el poderoso ejército enemigo.
COMENDADOR: Sangre les cuesta e infinitas vidas.
MAESTRE: Y no se alabarán que en sus despojos
pondrán nuestro pendón de Calatrava,
que a honrar su empresa y los demás bastaba.
COMENDADOR: Tus designios, Girón, quedan perdidos.
MAESTRE: ¿Qué puedo hacer, si la fortuna ciega
a quien hoy levantó, mañana humilla?
VOCES: ¡Victoria por los reyes de Castilla!
MAESTRE: Ya coronan de luces las almenas,
y las ventanas de las torres altas
entoldan con pendones victoriosos.
COMENDADOR: Bien pudieran, de sangre que les cuesta.
A fe que es más tragedia que no fiesta.
MAESTRE: Yo vuelvo a Calatrava, Fernán Gómez.
COMENDADOR: Y yo a Fuenteovejuna, mientras tratas
o seguir esta parte de tus deudos,
o reducir la tuya al rey católico.
MAESTRE: Yo te diré por cartas lo que intento.
COMENDADOR: El tiempo ha de enseñarte.
MAESTRE: Ah, pocos años,
sujetos al rigor de sus engaños!
MUSICOS: "¡Vivan muchos años
los desposados!
¡Vivan muchos años!"
MENGO: A fe que no os ha costado
mucho trabajo el cantar.
BARRILDO: Supiéraslo tú trovar
mejor que él está trovado.
FRONDOSO: Mejor entiende de azotes
Mengo que de versos ya.
MENGO: Alguno en el valle está,
para que no te alborotes,
a quien el Comendador…
BARRILDO: No lo digas, por tu vida;
que este bárbaro homicida
a todos quita el honor.
MENGO: Que me azotasen a mí
cien soldados aquel día…
sola una honda tenía
[y así una copla escribí;]
pero que le hayan echado
una melecina a un hombre,
que aunque no diré su nombre
todos saben que es honrado,
llena de tinta y de chinas
¿cómo se puede sufrir?
BARRILDO: Haríalo por reír.