— Yo no puedo añadir nada a lo que he dicho.
Le comunicaron a Stone el contenido de la conversación.
— Si seguimos buscando en la misma dirección — dijo — entonces no hay ningún fundamento para negarse a buscar en todos los otros lugares, como lo hacíamos antes.
Todos estuvieron de acuerdo con Stone.
— Entonces — resumió — regresaremos. Volveremos a examinar otra vez con la atención de antes todo lo que encontremos en el camino, para que tengamos una seguridad completa y podamos decir: en esta parte no existe la base:
El camino de regreso no dio nada nuevo.
Cuando regresaron a la estación eran ya las tres de la tarde. Y aunque Stone quería continuar las búsquedas se vio obligado a ponerse de acuerdo con Tókarev y aplazar la segunda expedición para mañana.
— En cansancio debilita la atención — dijo el profesor —. No tendremos resultados.
Ya antes de la decisión de Stone, Murátov sabía que hoy se habían terminado las búsquedas. Guianeya le dijo que estaba cansada y que no iría a ningún sitio.
— Esta es una ocupación muy aburrida — dijo ella —. Siento haber venido aquí.
— ¿Pero irá usted mañana?
— Sin duda. Mañana y los días sucesivos. Es necesario ser consecuente — dijo repitiendo la frase que le gustaba —. Nunca me he sentido tan cansada — añadió haciendo una pausa — aunque no he hecho nada.
— La inactividad agota muchas veces más que el trabajo — dijo Murátov —. Vaya a la piscina a bañarse, que descansará.
— Vamos juntos — propuso de forma inesperada Guianeya.
Murátov se quedó desconcertado.
— Esto no está bien — dijo.
— ¿Por qué? — Guianeya estaba francamente asombrada —. No puedo comprender esto. Ya hace tiempo Marina me dijo que entre ustedes no está bien mirado el que se bañen juntos las mujeres y los hombres. Pero yo misma he visto como se bañan en el mar. Y cuando yo me ponía el traje de baño, Marina me permitía bañarme en la piscina delante de todos, ¿Por qué? ¡Explíquemelo, Víktor! Tengo grandes deseos de comprenderles.
Murátov sentía, una vez más, que se encontraba en el umbral de uno de los enigmas relacionados con Guianeya. Era insignificante en relación con los otros, pero era un enigma. Y tenía esperanzas de que se aclarara, ya que era la misma Guianeya la que lo pedía.
Se reconcentró para aclararlo desde el punto de vista terrestre.
— Esto, Guianeya, se explica por muchas causas — dijo Murátov —. Pienso que la fundamental consiste en que las personas tienen la costumbre de cubrir su cuerpo con ropa. El llevar constantemente ropa ha conducido poco a poco a que las mujeres y los hombres se avergüenzan de la desnudez. Claro, yo comprendo perfectamente su punto de vista y considero que incluso es más moral que el nuestro. Pero las costumbres arraigadas en la conciencia son una gran fuerza. Ahora — añadió — ¿lo comprende usted?
Pensó que había dado satisfacción completa a su incomprensión.
— Usted no me ha aclarado nada — dijo Guianeya inesperadamente para él —. Pero me parece que yo misma he acertado en qué consiste el hecho. Según ustedes, el traje de baño oculta el cuerpo y no se le ve. ¿Es así?
Y Murátov de repente comprendió todo. Su pregunta le descubrió la verdad.
¡He aquí en qué consistía! Se había olvidado de las radiaciones térmicas de todos los cuerpos vivos, que Guianeya y las personas de su planeta captaban como luz.
Los prejuicios son como garfios. Y Murátov, junto a la satisfacción que sentía por haber descubierto un enigma, se encontraba profundamente turbado. Su traje no ocultaba su cuerpo a los ojos de Guianeya, y ella hasta ahora pensaba que las personas de la Tierra veían su cuerpo estuviera o no vestida.
De esto se desprendía la ausencia incomprensible en Guianeya del pudor femenino. La ropa en su mundo sólo servía para defender del frío y del polvo.
Leguerier está equivocado. Sus suposiciones sobre la conducta de Guianeya, en el primer día de su encuentro con las personas terrestres, eran falsas. Ella no comprendía la diferencia de ir vestida o no.
Y el corte de sus vestidos, que todos calificaban como una manifestación de coquetería, era debido a la costumbre, en la que no había ninguna pretensión de recalcar su belleza y atracción.
Al mismo tiempo la indumentaria tenía un determinado significado. Esto se manifestó»
cuando Guianeya se puso el quimono que le regalaron en el Japón y se interesó claramente en saber si le sentaba bien o no.
«Es difícil descifrar la concepción del mundo de los seres de otro planeta — pensó Murátov —. Entre nosotros sólo hay un parecido exterior, pero interiormente somos completamente diferentes».
Estaba convencido de que ahora, después de lo que sabía, Guianeya no le invitaría a ir con ella a la piscina. Pero no tenía en cuenta que la conciencia de la persona no puede cambiar instantáneamente. De ninguna manera podía surgir la idea en Guianeya de que mostrar el cuerpo podía ser motivo de vergüenza. El comprendió esto cuando Guianeya dijo: