Читаем Historia del cerco de Lisboa полностью

El hombre abrió camino entre la gente que se apretaba para subir por una estalera que llevaba al adarve, Den paso al almuédano, den paso, hermanos, pedía, y la gente se apartaba y sonreía de puro amor fraterno, pero para que no todo sean rosas, o porque no son rosas todo, hubo allí un desconfiado que estropeó la buena obra, cierto es que no tuvo valor para mostrar la cara, pero soltó desde las filas de atrás, Mira qué vivo, lo que quiere es colarse, y el almuédano, consciente como estaba de que así no era, dijo hablando en dirección a la voz, Que Alá te castigue por tu maldad, y Alá debió de tomar buena nota del encargo, pues el calumniador será el primero que muera en el cerco de Lisboa, antes incluso que cualquier cristiano, lo que dice mucho de las iras del Altísimo. Arriba llegaron, pues, el viejo y su protector, y por el mismo método de aviso y petición, buenamente acogido sin excepciones, pudieron tomar lugar en camarote de primera, con vista abierta al estuario, el amplio río, el mar inmenso, pero no fue esta grandeza lo que hizo al hombre exclamar, Oh, qué maravilla, sí lo que dijo inmediatamente, Almuédano, sería capaz de darte mis ojos para que pudieras ver lo que yo veo, la armada de los cruzados navegando río abajo, el agua lisa y brillante como sólo ella puede ser, y toda azul, del color del cielo que la cubre, los remos suben y bajan acompasadamente, parecen las barcas un bando de aves que va bebiendo mientras vuela raso, doscientas aves de arribada que tienen nombre de galeras, fustas, galeotas y no sé qué más, que soy hombre de tierra, no de mar, y cómo van de rápidas, las llevan los remos y la marea, por ella madrugaron y ya parten, ahora los de delante deben de haber sentido el viento, están izando las velas, ah, qué otra maravilla serían si fuesen blancas, este día es de fiesta, almuédano, además, en la otra margen, están nuestros hermanos de Almada haciendo gestos, tan alegres como nosotros, salvados también por la voluntad de Alá, Él, el Más Alto, el Misericordioso, el Increado, el Viviente, el Confortador, el Clemente, por la gracia de Quien nos hemos libertado de la amenaza pavorosa de esos perros que están saliendo de la barra, cruzados son y atravesados sean, con ellos pueda morir y caer en el olvido la belleza de su salida, y que Malik, guardián del infierno, los tenga para siempre y castigue. Aplaudieron los circunstantes la maldición final, todos menos el almuédano, no por estar en desacuerdo, sino porque había cumplido antes su parte de vigilante moral cuando pidió el castigo del desconfiado y atrevido, mal parecía de hecho que reincidiese en soltar maldiciones quien tiene por oficio llamar a la oración a la comunidad de los hermanos, es que punir por una vez al día ya es de sobras para un simple ser humano, y el propio Dios no sabemos si va a aguantar tamaña responsabilidad eternamente. Por esa razón se quedó el almuédano callado, pero también por otra, que venía de ser ciego y por tanto no saber si había motivos para una alegría completa, Se han ido todos, preguntó, tras una pausa que fue tiempo para asegurarse, el compañero respondió, Los barcos sí, Explícate mejor, qué más hay que barcos, Es que están allá, a orillas del estero, y van ahora andando hacia el campo del gallego, unos cien que desembarcaron, llevan consigo armas y bagajes, desde aquí no es fácil contarlos, pero no serán más de cien. Dijo el almuédano, Si se quedaron ésos, o desistieron de ir a la cruzada, sin más, y cambiaron sus tierras por ésta, o habiendo cerco y batalla estarán con Ibn Arrinque cuando él venga contra nosotros, Crees tú, almuédano, que con tan poca gente suya y ésta casi ninguna que se le junta, Ibn Arrinque, maldito sea él y cuanto genere su sangre, pondrá cerco a Lisboa, Lo intentó una vez con los cruzados y falló, ahora querrá demostrar que no los necesitaba, sirviendo éstos de testigos, Dicen los espías que el gallego no tiene más que unos doce mil soldados, no llegan para rodear la ciudad y apretar el cerco, Tal vez no, si a nosotros no nos aprieta el hambre, Ves negro el futuro, almuédano, Veo, soy ciego. En este momento, otro hombre que allí estaba con ellos extendió el brazo, apuntó, Hay agitación en el campo cristiano, los gallegos se van, Parece que te has equivocado, dijo el compañero del almuédano, Sabré que me equivoqué cuando me digas que no se ve ni un solo bulto de soldado cristiano en toda la redondez de la tierra que te rodea, Me quedaré aquí vigilando e iré luego a la mezquita a decírtelo, Eres un buen musulmán, que Alá te dé en esta vida y en la eterna el premio que perfectamente mereces. Digamos nosotros ya, anticipando, que una vez más Alá tomó buena cuenta del voto del almuédano, pues, en lo que a esta vida toca, sabemos que éste a quien impropiamente llamamos Buen Samaritano será el penúltimo moro que muera en el cerco, y sobre la vida eterna no tenemos más que esperar que alguien mejor informado nos diga, llegado el tiempo, qué premio fue el tal y para qué. Por nuestra parte, aprovechamos la ocasión para mostrar que no estamos de menos en ejercicios de bondad, de caridad y de fraternidad, ahora que el almuédano preguntó, Quién me ayuda a bajar la escalera.

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