También el corrector Raimundo Silva va a precisar que le ayuden a explicar cómo, habiendo escrito que los cruzados no se quedaron para el cerco, aparecen ahora desembarcando unas tantas personas, un centenar más o menos si creemos el cálculo de los moros, hecho de lejos y a ojo. Cierto es que tal cosa no es completa novedad para nosotros, pues ya sabíamos, desde el feo lance en que Guillén de la Larga Espada abruptamente le habló al rey, que unos cuantos hidalgos extranjeros allí mismo habían declarado que podíamos contar con ellos, pero ni los dichos dieron entonces motivo de su decisión ni Don Afonso Henriques manifestó ganas de saberlo, por lo menos no las mostró públicamente, y si en privado le informaron, en privado quedó todo, no hay registro, ni tampoco interesaría a la trama de estos casos. Sea como fuere, lo que Raimundo Silva no puede es continuar en la suya, es decir, que ningún cruzado había querido hacer negocio con el rey, porque ahí está la Historia Acreditada diciéndonos que, dejando aparte alguna no conocida excepción, aquellos señores prosperaron mucho en tierra portuguesa, basta recordar, para que no se piense que hablamos en vano y también para que no sufra desmentido el refrán No dar punto sin nudo, que a Don Alardo, francés, le dio nuestro buen rey Vila Verde, y a Don Jordán, francés como él, la de Lourinha, y a los hermanos La Corni, que con el tiempo cambiaron su nombre por Correia, les tocó Atouguia, donde sí hay alguna confusión es en Azambuja, que no se sabe si fue dada entonces a Gil de Rolim o más tarde a un hijo suyo del mismo nombre, en este caso no se trata de un fallo de registro, sino de imprecisión en el que existe. Ahora bien, para que esta y otra gente pudiera cobrar sus prebendas, era necesario empezar por hacerla desembarcar, y ahí la tenemos, dispuesta a merecerlas con las armas, quedando de este modo más o menos conciliado el terminante No del corrector con el Sí, o el Quizá, o el Aun así, de que se hizo la historia patria. Se dirá que todos aquellos juntos y otros no mencionados apenas darán la media docena, y que se pueden contar por muchos más estos que vienen andando hacia el campamento, siendo por tanto natural curiosidad querer saber quiénes sean ellos y si también recibieron tierras y señoríos al cabo de sus trabajos. Reparo es éste que no cabe y que debería ser simplemente despreciado, pero es señal de buena formación moral ser tolerante con la ignorancia sin culpa, y paciente con la temeridad, por eso esclarecemos que lo más común de este personal, aparte de algunos hombres de armas a sueldo de los señores, son criados que vinieron de mandado para las operaciones de carga y descarga y para lo demás que se requiera, constando aún, en papel de concubinas o barraganas adscritas a los servicios particulares de tres hidalgos, otras tantas mujeres, una de ellas de origen, las restantes cogidas en desembarcas de refresco y aguada, que, verdad sea dicha, mejor fruta que ésta no se descubrió hasta hoy ni consta que crezca en los mundos desconocidos.