Читаем Historia del cerco de Lisboa полностью

Dice Mogueime, Fue por la callada de la noche, estuvimos a la espera hasta la madrugada, en un valle encubierto y escondido, tan cerca de la villa que oíamos gritar a los centinelas en el muro, teníamos tomadas en los brazos las riendas con cuidado para que no relincharan los caballos, y cuando vino el cuarto de la luna, que los capitanes entendieron que estaban los vigías medio dormidos, nos fuimos todos de allí, quedaron los pajes en la vaguada, con las bestias, y por el sendero conseguimos llegar a la fuente de Atamarma, que este nombre le dieron por ser dulces sus aguas, y yendo más allá nos acercamos al muro, pero pasaba entonces por él la ronda, y tuvimos a la fuerza que esperar otra vez, callados callados en un campo de trigo, y cuando le pareció bien a Mem Ramires, que era el que mandaba en aquellos que estaban conmigo, empezamos a subir a toda prisa la ladera, la intención era prender en el muro una escala alzándola en una lanza, pero quiso la mala fortuna, o el Maligno para entorpecer la obra, que resbalase con grande estruendo yendo a caer en el tejado de un ollero, con aflicción mucha de todos, si los vigías despertaban había peligro de perder la empresa, nos encogimos cosidos a la sombra del muro, y luego, como no daban los moros señal, me llamó Mem Ramires por ser el más alto y me mandó que subiese a sus hombros, y yo prendí la escalera arriba, después subió él, y yo con él, y otro conmigo, y cuando esperábamos a que subieran los demás, despertaron los vigías y uno de ellos preguntó, Menfu, que quiere decir, Quién anda ahí, y Mem Ramires, que habla el arábigo como si fuera moro, dijo que éramos de la ronda y que habíamos vuelto atrás por unas órdenes, y habiendo el moro bajado de la torre, le cortó la cabeza, que lanzamos fuera, quedando así seguros los nuestros de que habíamos entrado en la plaza, pero el otro vigía descubrió quiénes éramos y empezó a gritar grandes voces, Anauchara, Anauchara, que en la lengua de ellos quiere decir, Celada de cristianos, pero entonces éramos ya diez sobre el muro, ahí empezó la ronda a correr y comenzaron las cuchilladas de una parte y de otra, gritaba Mem Ramires llamando en su ayuda a Santiago, patrón de España, y el rey Don Afonso,que estaba fuera, respondía con altas voces diciendo, Santiago y Santa María Virgen, acudidnos, y decía también, Matadlos a todos, que no escape uno, en fin, las consignas de costumbre, entretanto por otra parte subieron veinticinco de los nuestros, y se fueron a las puertas trabajando de abrirlas, pero sólo lo pudieron conseguir después que desde fuera les lanzaron un macho de hierro con el que rompieron embudos y cerraduras, y entró entonces el rey con los suyos e, hincado de hinojos en el suelo, en medio de la puerta, empezó a dar gracias a Dios, pero pronto se levantó porque venían los moros corriendo a defender la entrada, pero ya les había llegado la hora de la muerte, que los nuestros avanzando en rodillo los mataron, y con ellos a muchas mujeres y niños, y gran multitud de ganados, y fue tanta la sangre que corría por las calles como un río, y de esta guisa se ganó Santarem, a cuya toma fui, y otros que aquí están conmigo. Algunos de los nombrados asintieron con la cabeza confirmando, sin duda tendrían sus propios hechos que contar, pero siendo de esos a quienes las palabras faltan siempre, primero por no ser en número bastante, segundo porque no acuden cuando se les pide, se quedaron como estaban, callados en el corro, oyendo a aquel más locuaz y hábil en el iniciado arte de hablar portugués, perdonen la exageración, que tendríamos la más avanzada lengua del mundo si hace ocho siglos y medio un simple militar sin graduación pudiera ya construir discurso tan claro, donde ni las felicidades narrativas faltan, la alternancia de lo breve y lo largo, el corte súbito, la mudanza de plano, la suspensión, hasta la ironía levemente irrespetuosa de hacer que el rey se yerga de su oración de gracias, no fuera el caso de que llegase el alfanje antes del amén, o, para recurrir por milésima vez al inagotable tesoro de la sabiduría popular, fíate de la Virgen y no corras, verás lo que acontece, que se supone que no iba a ser cosa buena. Uno de los reclutas, sin más experiencia de guerra que ver pasar la tropa, pero dotado de perspicacia y buen sentido, entendiendo que ninguno de los de la vieja guardia quería tomar la palabra, dijo lo que sin duda todos estaban pensando, Pues para mí que Lisboa va a ser un hueso más duro de roer, interesante metáfora que hizo regresar al relato al perro y a los perros, pues serán precisos muchos y muchísimos para conseguir meter el diente en los altos y alentados muros que desde allá nos desafían, y donde están albeando albornoces y relampagueando armas. El aviso ennegreció de agüeros los ánimos de los compañeros, en esto de las guerras nunca se sabe quién va a morir, y realmente hay suertes que acontecen una vez y nunca más, muy locos estarían los moros de Lisboa si se acostaran a dormir cuando la hora fatal está llegando, apostemos a que esta vez no va a ser preciso que ningún centinela grite, Menfu, porque demasiado saben ellos quiénes están ahí y qué quieren. Menos mal que en este momento melancólico estaban presentes dos pajes de los que se quedaron a guardar los caballos en aquel escondido y encubierto valle de Santarem, y empezaron a holgar, con grandes risotadas, recordando lo que habían hecho ellos y los otros a unas cuantas moras fugitivas de la ciudad que el destino encaminó hacia esta parte, negro destino, que después de tomadas por fuerza una y muchas veces, las mataron sin duelo, como a infieles que eran. Disintió Mogueime usando de su autoridad de combatiente de primera línea, dijo que estaba bien, en el acceso de la batalla, matar sin mirar a quién, pero no así, después de haber disfrutado de los cuerpos de ellas, que de cristianos sería el haberlas dejado ir, declaración ésta, humanitaria, que los pajes contestaron argumentando que siempre las deberemos matar, jodidas o no, para que no puedan generar más moros perversos y rabiosos. Parecía que no iba a saber Mogueime dar respuesta a tan radical razón, pero de un repliegue oculto del entendimiento sacó unas pocas palabras que dejaron a los pajes sin habla, Pues quizá habéis matado en ellas a hijos de cristianos, y fue el caso que a éstos les faltaron también las palabras, pues bien podían haber respondido que hijo de cristiano sólo lo es si de cristiana también lo fuera, lo que debió enmudecerlos fue una súbita conciencia de su importancia de apóstoles, si donde quiera que dejen simiente dejan señal de cristiandad. Un clérigo que por azar pasase por allí, un capellán castrense, podría aclarar definitivamente el tema dejando limpias de dudas las almas y fortalecidas las razones y la fe, pero la gente de religión está toda con el rey, esperando a los hidalgos extranjeros, ahora deben de haber llegado, muestra de eso dieron las aclamaciones, cada uno hace la fiesta que puede, dentro de lo debido, en este caso tanto por tan poco.

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