Marie sintió una oleada de fuerza. Estaba mejorando. La sangre acudió a sus labios y se los humedeció con la lengua. Sintió que actuaba con fuerza. Como una persona de carácter fuerte. Sin vacilaciones ni dudas. Haciendo lo que había decidido hacer. Y la constatación de su propia confianza y determinación empezaba a provocarle cierta euforia: "Mira. No creo que debamos hacernos perder el tiempo. Hemos charlado y no ha funcionado. Y ante todo tenemos que ser sinceros con nosotros mismos: no somos pareja. Si eres un hombre, tienes que aceptarlo con dignidad".
Escuchó su respiración a través del tubo. La respiración pesada y ojerosa de un hombre que no puede morir. Después de un par de segundos, la respiración se detuvo y una voz masculina apenas contenida dijo: "Adiós, Marie".
Gustav
Al salir de la tienda, Gustav no había esperado que en un par de minutos pudiera aparecer otro coche en una carretera tan sorda y un aparcamiento completamente desierto. Un Volkswagen rojo, el mismo que había conducido la chica a la que hacía poco habían asustado los gamberros del aparcamiento, a la que no había tenido tiempo de conocer. Incluso podía considerarse una ironía del destino: acababa de matar a dos alcohólicosque antes le habían estorbado, y luego estaba la que le había hecho tomar semejante decisión. Bueno, ella se lo agradecería.
Por supuesto, ella se sobresaltó cuando él se acercó a ella. Gustav no trató de esconderse de su mirada ni de moverse de ninguna manera especial, sabía perfectamente que el horror indescriptible que acababa de consumir su conciencia debía de haber apagado también todos los mecanismos de reconocimiento de la realidad circundante. Por extraño que parezca, esto es exactamente lo que hace el cerebro en los primeros momentos de la catástrofe: los ojos dejan no sólo de ver, dejan de reconocer la mayoría de los objetos y de evaluar el movimiento de otros objetos a su alrededor, los oídos se vuelven sordos al instante… una persona en los primeros segundos no es en absoluto un ser humano hecho y derecho, simplemente está congelada, intentando descifrar lo que ha visto. Es el comportamiento típico de una persona no preparada, y probablemente se basa en mecanismos de defensa infantiles. Cuando un niño ve algo horrible, su cerebro dibuja imágenes de tal manera que en el futuro las recordará como falsas: dibujos
animados, marionetas, cera. El cerebro hace todo lo necesario para que la psique de un individuo aún en crecimiento se forme sin fallos ni errores, de modo que los mecanismos de trabajo con la realidad circundante, que se construyen inicialmente, resulten tal y como se concibieron en un principio.
El problema es que cuando una persona crece y vuelve a encontrarse en una situación así, el cerebro ya no tiene la necesidad de proteger ningún mecanismo individual, y como resultado intenta reflejar todo tal y como es. Y en la edad adulta resulta que ahora una persona ve esas cosas por primera vez, a grandes rasgos, sin gafas de color de rosa, y lo que le ocurre por primera vez sucede con una lentitud increíble, a consecuencia de lo cual se produce ese estupor.
Se acercó a ella por un lado, y estaba a punto de llamar su atención cuando ella se giró y chocó con él. Las frases para controlarla estaban listas, y por supuesto ella no pudo negarse, porque lo único que quería era alejarse de allí, y alejarse rápido.
Mientras conducían hacia su casa, Gustav miraba de vez en cuando por el retrovisor. Calculaba todos los caminos posibles en caso de que ella tomara la siguiente curva y no le siguiera, y cada vez pensaba en lo mucho que le habría gustado cuando le vio por primera vez en el aparcamiento. Eso era lo más importante que importaba en ese momento. Estaba en estado de shock y necesitaba alejarse. Si alguien en quien se puede confiar está cerca, toda la atención se dirige hacia él, hay un deseo intencionado de estar cerca de él, porque la mente se ve obligada a buscar un punto de apoyo, alguien que pueda mantenerla a salvo del miedo desconocido, mantener su vida a salvo.
Es lo primero que te gusta. Cómo era, qué había en sus ojos, qué expresión había en su rostro. Y cuanto más reflexionaba Gustav, más seguro estaba de que todos sus rasgos, vistos entonces por la muchacha, le evocaban ante todo seguridad. Generalmente es llamativo en un hombre -en el primer momento de su crimen casi todos los culpables parecen los más inofensivos, incluso si fue sorprendido justo en la escena del crimen y con una pistola en las manos: su cara, sus ojos mostrarían infinita inocencia, sincera amabilidad a quien lo viera en tal posición, y sólo el hecho mismo de tener una pistola, sangre y un muerto compensaría todo lo demás, y eso ambiguamente.
Pero si esta persona culpable se aleja un poco, se cambia de ropa y espera, su apariencia inocente no se verá afectada por nada. Porque cuando hizo lo que hizo, no tenía dudas sobre su propia rectitud. Y es esta rectitud la que le da una