Después de todo, ¿quién va a saber que no piensas como alguien quiere que pienses? Nadie los leerá, y puedes decir lo que quieras. Y sin embargo. Los pensamientos no surgen de la nada. Y lo que es más, los hay de tipos completamente distintos: algunos existen como deseos, bastante abstraídos de todo lo demás, otros pueden ser sucios y dirigirse sólo a algo o a alguien, y algunos surgen y viven durante momentos tales que no pueden atribuirse a nada en absoluto. Y todos tienen algo en común: su origen. Todos ellos no surgen por sí mismos. Y sólo la percepción de este "por sí mismo" es la posibilidad de pensar libremente.
Y cuánto significa en el mundo moderno poder girar y ordenar correctamente los pensamientos. Al fin y al cabo, en la mente de la gente, el mundo moderno es una copia, parecida a la realidad, pero sin ninguna conexión con ella. Ahora la gente no presta tanta atención a la realidad en sí como a los modelos de la realidad. La gente ha llegado a creer que sólo una representación de la realidad, pensada y colegiada, puede reflejar adecuadamente la realidad misma, mientras que una visión directa de la realidad sólo distorsionará su esencia. Modelos de comportamiento, de sociedad, de organización, de proceso… de cualquier cosa. Si este modelo está bien calibrado, si tiene en cuenta todas las necesidades, si es popular, entonces es más real que la propia realidad. Y cuanto más se extiende, conquistando nuevas mentes, más real se vuelve sin tener en cuenta el tiempo.
Pero no se llegó a esto de golpe. Durante el Renacimiento se intentó por todos los medios falsear la realidad, hacer algo lo más parecido posible a ella, mostrar algo que recreara una cierta realidad reflejada en la cabeza, en el objeto creado.
Por eso las pinturas de aquella época se parecen tanto a la fotografía ordinaria, intentando acercarse a todos los rasgos luminosos de la existencia, y las esculturas, en la medida de sus posibilidades, muestran la imperfección del cuerpo humano.
Luego, los resultados de la revolución industrial también dieron sus frutos en la comprensión del proceso de "copia" del mundo, que se reflejó en la masa, la serialidad. En este periodo, incluso los que creaban se convirtieron en copias unos de otros. La necesidad de parecerse más unos a otros empezó a prevalecer sobre la necesidad de parecerse a la realidad. Y esto dio los primeros pasos para empezar a romper con la realidad.
Por último, la sociedad de la información ha pasado a construir su propia copia, independiente de la realidad. El nuevo sistema de signos, que no puede encontrarse en la naturaleza en estado puro, ha dado lugar a una nueva lógica: la posibilidad de dar significado a todo de forma independiente, en lugar de imitar lo que ya existe. Los modelos forman su propia realidad, absolutamente independiente y, lo que es más importante, plena.
Esto ha llevado a que algo social, que mantenía a la gente en una especie de unidad, no se esté fortaleciendo en absoluto, recibiendo nuevas respuestas a viejas preguntas, sino que, por el contrario, se está disolviendo en más y más variaciones. El mundo no sólo se vuelve heterogéneo, sino que resulta absolutamente imposible de contar. La mente humana ya no es capaz de percibir objetivamente no sólo las variaciones en sí, sino ni siquiera su cantidad, dado que esta cantidad sigue siendo limitada. Y esto, a su vez, conduce a dos cosas fundamentalmente importantes: en primer lugar, el que solía entender poco empieza a entender aún menos, y, en segundo lugar, el que solía gestionar mucho empieza a gestionar aún más. Así crece la diferenciación entre el comportamiento humano consciente e inconsciente en la masa general de la gente. Y esto conduce a una reacción aún más descontrolada ante los acontecimientos, en la que las expectativas de un grupo aún más reducido de personas controladoras no chocan con la comprensión de la mayoría aún más ampliada de la población, que se encuentra en un punto muerto informativo.
Gustav se detuvo un poco en sus reflexiones. Se sorprendió de lo profundamente que había empezado a analizar el curso de la historia a lo largo del
tiempo. Y se preguntó por qué lo hacía. Durante sus mil quinientos cincuenta años había reflexionado sobre una masa incalculable de cosas relacionadas con el desarrollo de la humanidad, su percepción de sí misma y su autoidentidad. Y habiendo recibido las respuestas exactas, Gustav seguía sin comprender su propio lugar en todo esto.
Algo o alguien le empujaba siempre a comprender el curso del universo y el estado actual del mundo. El poder que tomaba de sus víctimas le daba nuevas posibilidades de comprensión, nuevos descubrimientos, nuevas formas de pensar. Pero aún así, ¿para qué hacía todo esto en primer lugar? ¿Dónde estaba la fuente original que le impulsaba a esforzarse por esto? Ya se lo había preguntado a fondo varias veces, y la última vez que se lo habían prohibido, cuando no había podido llamar a Marie, no había hecho sino avivar más su interés.