Ante esta sorprendente respuesta, sonó su teléfono. El número no era identificable, pero sintió un impulso irrefrenable de contestar. Nunca había tenido la sensación de que se trataba de una llamada que no podía perderse.....
"Hola", dijo, aunque un poco tímida.
Era Gustav. Dijo algo no muy claro, y algo incluso en otro idioma, y luego fue como si el idioma cambiara a otro y así varias veces.
Marie le recordó al instante. Cómo deseaba estar con él, acostarse con él, y luego abrazarlo, y luego acostarse con él y abrazarlo para siempre, sólo para estar con él. Esos sentimientos se despertaron de nuevo, y ella se sintió avergonzada de poder olvidarse repentina e inexplicablemente de él, de sus pensamientos y deseos por él, de sus deseos por él, olvidarlo todo, e incluso olvidar su nombre. Y toda esta vergüenza se prolongó durante el par de minutos que él estuvo hablando. Tan incongruente, incomprensible, e incomprensible en qué idioma. Y sin embargo, era él, Gustav. El mismo magnífico Gustav que la había salvado en aquel aparcamiento cuando había visto a los muertos ensangrentados.
Intentó preguntarle qué le pasaba, por qué no le había llamado en tres semanas, por qué llevaba tanto tiempo desaparecido y cuándo podrían verse. Pero todas sus respuestas eran en otros idiomas: español, árabe, italiano, inglés, francés y algunos otros que ella ni siquiera podía identificar. No creía que le estuviera gastando una broma o burlándose de ella, pero sonaba confuso y no creía que se encontrara en ese estado, y mucho menos llamando a alguien.
Marie no se dio cuenta de que la conexión se había roto. Era como si un relámpago se abatiera sobre su pecho: por un lado, una fuerza que no comprendía, una fuerza que le daba confianza y la capacidad de pensar en el futuro, y por otro, una nueva pesadez que antes no existía. Porque se trataba precisamente del hombre del que se había enamorado tan profundamente hacía
poco, y al que había estado buscando y no había podido encontrar. Recordaba haber rebuscado en su teléfono aquella noche, luego en su cuaderno, y después haber ido a buscarlo a su casa, y había pensado que había estado imaginando cosas. Pero ahora estaba claro que no, y que el mundo entero era demasiado raro y loco.
Más que eso, se sentía avergonzada, como si le hubiera traicionado. Se había acostado con otro hombre, y ella con él muchas veces, incluso había pensado en casarse, y ese alguien podría ser mejor que él. Eso la molestaba incluso más que toda la serie de rarezas e incoherencias místicas. En realidad, había atribuido las incoherencias a una fuerza desconocida que ponía a prueba su sinceridad hacia él, su amor y su fidelidad al hecho de que él debía estar a su lado. Y ahora sería firme en sus intenciones.
Marie dejó el teléfono en la estantería de al lado y, arrancando una hoja de su cuaderno principal, anotó en ella el número de teléfono de Gustav. Era inútil aprendérselo de memoria, pensó, porque estaba segura de que lo olvidaría en aquella situación. Pero si lo tenía en la mano todo el tiempo, algo podría salir. Algo podría salir si le decía a Tommy con firmeza que todas aquellas noches habían sido un error y que necesitaba a otro hombre. Sin explicaciones tontas, sin dudas ni equívocos, breve y directa. En cuanto apareciera.
Así que esperó. Sentada en el sofá. En el mismo sofá donde habían empezado varias veces, follado varias veces y abrazado muchas veces. Con un trozo de papel en las manos, el mismo en el que en ese momento estaba anotado el número de teléfono más importante de su vida. Y si el número volvía a evaporarse, la confianza que ahora tenía en ella se mantendría hasta el final.
Marie decidió que se sentaría así hasta que Tommy volviera. Para contárselo todo de una vez. Sin dilaciones, sin segundas intenciones, sin vacilaciones. Esos pensamientos daban vueltas y vueltas en su cabeza. Y cuanto más lo hacían, más le costaba concentrarse en algo. Hasta que pensó en sí misma. No era una cualquiera: era una chica guapa que sabía presentarse, y presentarse de tal manera que resultaba espectacular y a veces despampanante. No en vano un hombre como Gustave estaba interesado en ella. Aunque llevara tres semanas sin ponerse en contacto, era obvio que estaba interesado en ella. Era obvio que ella le merecía, y él sólo lo confirmó una vez más.....
Los pensamientos en su interior empezaron a formarse con mayor claridad, nitidez y visión de futuro. Después de todo, ella no se había comprometido a nada.