Marie paseaba por uno de los paseos marítimos de la capital, en los barrios donde los rascacielos que pronto cumplirían cien años flanqueaban la orilla. Era de noche, muy tranquila y sin viento, y le parecía que podía pasear así toda la noche. A pesar de su aspecto: chaqueta de cuero con un escote que dejaba al descubierto sus tiernos pechos, vaqueros ajustados que acentuaban las sensuales curvas de sus caderas, botas de ante de tacón alto… no le parecía que, ni siquiera en una noche oscura y profunda y no en el centro, sino en un tenebroso callejón, algo pudiera amenazarla. Al contrario, todo y todos se limitarían a seguir sus instrucciones, y de lo único que se preocuparían sería de hacerlo a tiempo.
Hacía unos 30 minutos, un hombre unos diez años mayor que ella, muy maleducado, grosero y arrogante, había intentado conocerla. Era evidente que consideraba a las mujeres como objetos inanimados con una vida útil muy limitada. Y hace sólo un par de meses,
Marie le habría tenido miedo, intentando llamar la atención de alguien para quitárselo de encima. Ahora, la mente del hombre se desbocó en cuanto se acercó a ella, y todos los vulgares improperios que había estado a punto de decirle se disolvieron en serviles súplicas de clemencia. Se rasgó la camisa y se golpeó la cabeza contra el pavimento, luego sollozó… Todo ante la mera visión de ella. Ella no tuvo que decir una palabra, sólo mirarle a los ojos. Y quemar todo dentro de esos ojos. Sacar su alma, darle la vuelta y volverla a meter. En cuestión de momentos, convertir al insolente en un verdadero despreciable. Y hacer que le estuviera agradecido… No, esto es realmente una fuerza muy poderosa y muy extraña. Una fuerza que ahora recorría su cuerpo.
Llegaba la noche. Clara e iluminada por la luna. Olía muy fresca y romántica. En esos momentos los amantes se confiesan sus sentimientos.
Sólo Gustave era interesante. Sí, interesante. Marie no pensaba en él como solía hacerlo. Que era de algún modo perfecto o espléndido. Ahora le parecía algo único y muy interesante. Había algo en él que no se aplicaba a todos los demás. Y algo que ella quería tomar para sí misma. No estaba claro lo que era, pero era como si el impulso pesara sobre ella. De tomar algo de su posesión más preciada.....
Hacía sólo un par de días, algo había estallado como una gran explosión, no como si fuera real, sino dentro de su cabeza, como si hubiera oído una explosión de un recuerdo. Y desde ese momento Gustav le había parecido bajo una luz diferente. Era como si su antigua influencia sobre ella hubiera pasado a ser de otro tipo, del tipo que sólo la alarmaba en lugar de asustarla con su perfección.
Gustav el Magnífico. Deberías haberlo llamado así. No es magnífico. Él contiene de forma única algo que ella necesita. Y para conseguirlo, ella tiene que identificar finalmente lo que es. Es una sensación muy extraña.
Si hablamos de habilidades, está claro que ella lo tiene todo. Algo con lo que nunca había soñado. No porque pensara que era demasiado inalcanzable, sino porque ni siquiera sabía que existía. Parecía imposible manipular a la gente como ella lo hacía. Pero había algo que la diferenciaba de Gustav. Y ese algo era radical.
Marie percibió la capacidad de manipulación de Gustave. Recordaba sus ademanes, sus entonaciones, sus movimientos, y encerraba algo carismático, atrayente, encantador. Pero su capacidad giraba muy cerca de otra palabra: imperiosidad. Una palabra así lo contenía todo a la vez, y de un modo completamente distinto. Y no estaba claro cómo podía complementarse con otra cosa.
En ese momento, sonó una campana en su cabeza y, a continuación, oyó el batir de unas alas. No le resultó doloroso en absoluto, sino más bien extraño e incomprensible. Eso es lo que pasa cuando pruebas un alimento nuevo que antes ni siquiera sabías que existía. Buscas sensaciones parecidas y empiezas a identificarlas.
La silueta de una chica aparece a lo lejos, mirando el agua que fluye en el río. Era joven, guapa y no llevaba maquillaje. Su mirada, fija en el movimiento del agua, habla de una especie de distanciamiento de todo lo demás e incluso de una especie de desesperanza. Se
podría pensar incluso que estaba pensando en ajustar cuentas con la vida, pero Marie había adquirido recientemente la capacidad de percibir el estado de ánimo de las personas que la rodeaban, y ahora veía en aquella chica pensamientos profundos sobre algo del pasado, algo que ni siquiera le concernía y que, desde luego, no podía causarle ningún dolor. Dicho esto, tales pensamientos estaban claramente destinados a provocar cambios en otra persona.
Marie pensó que había algo más en esa chica, sobre todo porque ahora estaba sondeando mentalmente a toda la gente del barrio en un intento de extraer de ellos nuevos poderes y habilidades, pero no parecía haber nada especial en ella. En cierto modo, también era sorprendente que fuera tan desprendida, incluso a una edad tan temprana. Valía la pena pasar de largo y no metérmelo en la cabeza.