No, es estúpido. Preguntas para obtener respuestas. No por el bien de actuar en base a las respuestas, sino sólo por el bien de las respuestas. Menospreciaba sus habilidades – dejar que los mortales sean tan tontos, que piensen que tienen un montón de tiempo en sus muy cortas vidas. No era para él. Él necesita victorias. Porque sólo las victorias prolongan de verdad la vida… Aquí se detuvo en su razonamiento: antes necesitaba victorias. Antes, no ahora. Había entrado en un camino donde la verdad es algo más importante que la victoria, donde esa forma de victoria que era antes le parecía un pasatiempo no del todo justificado. Era increíble… Hace cincuenta años ni siquiera se habría acercado a pensar así. Y ahora…
Ahora estaba seguro de que alguien le había estado utilizando todo el tiempo. Que su vida no era su vida en absoluto, sino sólo el elaborado plan de otra persona....
Curiosamente, darse cuenta de ello no hirió su ego en absoluto. De hecho, ya no había ego en él. Gustav sentía que estaba cambiando literalmente ante sus ojos. No sabía si estaba bien o mal, ni a qué le llevaría, pero la intención de seguir haciéndolo se hacía más fuerte cada minuto. Aunque estaba perdiendo su poder… ¿Qué significaba su poder? ¿La capacidad de hablar y pensar en diferentes idiomas? ¿Ver a través de los demás y comprender sus debilidades y pecados? Sí, se podría llamar un poder. Lo que influye en los demás, lo que provoca una respuesta. Después de todo, nada es mayor prueba de influencia que la capacidad de provocar una reacción… Y sin embargo. Ahora no podría llamarlo poder…
Durante casi mil quinientos años gobernó sobre otros pueblos, conquistó nuevas alturas, se benefició de todo donde quiso o necesitó. Todo lo que pudo conseguir, lo consiguió.
Pero todo era sólo un proceso. Toda su vida pasada fue sólo un proceso, que el propio Gustav nunca cuestionó. Sólo trabajaba según un sencillo algoritmo: obtener la energía de otros, apoderarse de un recurso, adquirir conocimientos. Y así sucesivamente en un círculo sin fin. Ni un solo paso se daba por la razón de que el propio Gustav veía este paso como algo personal… Fue este pensamiento el que empezó a desarrollarse en su mente ahora, y
fue ahora cuando dejó de lado todo tormento sobre las causas profundas. Sabía que así era como funcionaba. Sólo una mente pura es capaz de conocer lo necesario.
Gustav se levantó de la cama, donde llevaba unos días retorciéndose de dolor hasta que vomitó algo blanco en el suelo. Aunque el repugnante charco apestaba a jugos gástricos y comida sin digerir, era un alivio mirarlo. Porque con él, como siempre antes, llegaba la ligereza que significaba despejar el peso de las almas ajenas en la mente.
Gustav miró una vez más la sustancia blanca del suelo, luego encontró un vaso de agua en la mesa, a dos metros de él -le había parecido inalcanzable hacía cuatro horas-. Se acercó, todavía un poco tembloroso, se lo bebió de un trago, luego se sirvió otro lleno, también de un trago, y luego un tercero -se bebió la mitad....
"Al menos me ayudó un poco cuando no pude detenerme a tiempo con la absorción de las almas de otras personas… Al menos tengo la experiencia para volver en mí y saber que es inevitable que ocurra", pensó Gustav. En esas situaciones se atormentaba pensando que había actuado mal, no como pretendía, no según el plan, que se había equivocado, que había perdido el tiempo. Entonces pensaba que el propio destino le estaba ayudando, que todas sus victorias eran necesarias no sólo para él, que lo eran para la propia naturaleza de las cosas, para la base misma de la vida. Que, por supuesto, aunque había algo de enfermedad de las estrellas en ello, pero aun así. Que no hay otros como él. Que nadie vive eternamente salvo él, y sus 1.401 años sólo lo demuestran. Pero aún así, incluso entonces, había una pregunta lógica en su mente.
Una pregunta suscitada por Isaac Newton, su científico favorito. A quien había conocido personalmente hace tiempo. Y sobre todo conocía su 3ª ley: "La fuerza de la acción es igual a la fuerza de la contraacción". Gustav había utilizado esta ley en su beneficio toda su vida. Y temía que alguien la usara en su contra para contrarrestarla. ¿Dónde está la oposición a Gustav? ¿Dónde hay no sólo reproches y amenazas de alguien contra él, sino dónde hay alguien que esté contra él, puesto que él es el que está contra todos? Y si el propio Destino está a su favor, ¿quién está en su contra?
Estas eran las preguntas que Gustav se hacía en ese momento. Cuando sólo pensaba en sus victorias. Ahora le parecían no sólo lógicas, sino naturales. Hay cosas que están a su favor. Hay lo que está en contra. El tiempo no es tan importante como el orden de las cosas. Y ahora cambiaría, porque él mismo ya había cambiado. Cambiado por su actitud, en primer lugar hacia sí mismo.