Ella vaciló, pero reconoció la despedida. Recogió el libro y luego regresó caminando por delante de él a la tienda, pero mientras lo hac´ıa, le acarició la parte superior de la cabeza ligeramente con la mano. Él cerró los ojos ante su tacto y se odió por desear que lo que Hermione hab´ıa dicho era verdad: que Dumbledore realmente se hab´ıa preocupado por él.
Cap´ıtulo 19
La Cierva Plateada
Estaba nevando para cuando Hermione se hizo cargo de la vigilancia a medianoche.
Los sue˜nos de Harry hab´ıan sido confusos y perturbadores. Nagini entraba y sal´ıa de ellos, primero a través de un anillo gigante agrietado, después a través de una corona de Navidad de rosas. Despertó repetidamente, en pleno ataque de pánico, convencido de que alguien le hab´ıa llamado en la distancia, imaginando que el viento que azotaba la tienda eran ruido de pasos y voces.
Finalmente se levantó en la oscuridad y se unió a Hermione, que estaba acurrucada en la entrada de la tienda leyendo Historia de la Magia a la luz de su varita. La nieve estaba cayendo copiosamente, y ella agradeció con alivio su sugerencia de recoger temprano por la ma˜nana y ponerse en movimiento.
“Iremos a algún sitio más protegido” estuvo de acuerdo, estremeciéndose mientras se pon´ıa un jersey sobre su pijama. “Sigo pensando que puede que haya o´ıdo a gente moverse fuera. Incluso cre´ı ver a alguien una o dos veces.”
Harry se detuvo en el acto de ponerse un suéter y miró al silencioso e inmóvil Chivatoscopio sobre la mesa.
“Estoy segura de que lo imaginé” dijo Hermione, que parec´ıa nerviosa. “La nieve en la oscuridad, juega malas pasadas a los ojos... Pero quizás deber´ıamos Desaparecer bajo la Capa de Invisibilidad, solo por si acaso.”
Media hora después, con la tienda recogida, Harry llevando el Horrocrux, y Hermione aferrando su bolso de cuentas, se Desaparecieron. La usual estrechez los engulló. Los pies de Harry estaban parcialmente hundidos en el suelo nevado, y momentos después golpeó con fuerza en lo que le pareció tierra congelada cubierta de hojas.
“¿Dónde estamos?” preguntó, escudri˜nando alrededor hacia una nueva masa de árboles mientras Hermione abr´ıa su bolso de cuentas y empezaba a sacar los palos de la tienda.
“El Bosque de Dean” dijo. “Acampé aqu´ı una vez con mamá y papá.”
Hab´ıa nieve posada en los árboles de alrededor y hac´ıa un fr´ıo amargo, pero al menos estaban protegidos del viento. Pasaron la mayor parte del d´ıa dentro de la tienda, acurrucados en busca de calor alrededor de las útiles llamas de un brillante azul que Hermione era tan hábil en producir, y que pod´ıan ser recogidas y llevadas por ah´ı en una jarra.
Harry se sent´ıa como si se estuviera recuperando de una breve pero grave enfermedad, una impresión reforzada por la solicitud con la que Hermione le trataba. Esa tarde nuevos copos de nieve cayeron sobre ellos, haciendo que incluso su claro protegido se cubriera de una nueva capa de nieve en polvo.
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CAPÍTULO 19. LA CIERVA PLATEADA
208
Después de dos noches de poco sue˜no, los sentidos de Harry parec´ıan más alerta de lo normal. Su escapada del Valle de Godric hab´ıa sido por tan poco que Voldemort parec´ıa de algún modo más cercano que antes, más amenazador. Cuando la oscuridad cayó otra vez Harry rehusó el ofrecimiento de Hermione de quedarse vigilando y le dijo que se fuera a la cama.
Harry llevó un viejo coj´ın a la entrada de la tienda y se sentó, llevaba puestos todos los jerseys que pose´ıa e incluso as´ı todav´ıa temblaba. La oscuridad se acentuó con el paso de las horas hasta que resultó virtualmente impenetrable. Estaba a punto se sacar el Mapa del Merodeador, para observar el punto de Ginny un rato, cuando recordó que estaban en medio de las vacaciones de navidad y que ella deb´ıa estar de vuelta en la Madriguera.
Cada diminuto movimiento parec´ıa magnificado por la inmensidad del bosque. Harry sab´ıa que deb´ıa de haber criaturas vivas, pero deseaba que todas permanecieran inmóviles y en silencio para poder separar sus inocentes roces y murmullos de los ruido que podr´ıan proclamar otros movimientos siniestros. Recordaba el sonido del serpenteo de una capa sobre las hojas muertas que hab´ıa o´ıdo hac´ıa a˜nos, y una vez creyó haberlo o´ıdo de nuevo antes de sacudirse mentalmente a s´ı mismo. Sus encantamientos protectores hab´ıan funcionado durante semanas, ¿por qué iban a fallar ahora? Y aun as´ı no pod´ıa sacudirse la sensación de que algo era diferente esta noche.
Varias veces se enderezó de un salto, le dol´ıa el cuello porque se hab´ıa quedado dormido, derrumbado en un ángulo torpe contra el costado de la tienda. La noche alcanzó tal profundidad de aterciopelada negrura que podr´ıa haber estado suspendido en el limbo entre la Desaparición y la Aparición. Acababa de levantar una mano ante su cara para ver si pod´ıa distinguir sus dedos cuando ocurrió.