“Y Grindelwald utilizó la Varita de Saúco para hacerse más poderoso. Y en la cima de su poder, cuando Dumbledore supo que era el único que pod´ıa detenerlo, se batió en duelo con Grindelwald y le ganó, tomando la Varita de Saúco.”
“¿Dumbledore ten´ıa la Varita de Saúco?” dijo Ron. “Pero entonces? ¿dónde está ahora?”
“En Hogwarts” dijo Harry, luchando por permanecer con ellos en el borde del acantilado del jard´ın.
“¡Pero entonces, vamos!” dijo Ron con urgencia. “¡Harry, vamos y la obtendremos antes de que él lo haga!”
“Es demasiado tarde para eso” dijo Harry. No pod´ıa ayudarse a s´ı mismo, pero pod´ıa agarrarse la cabeza, intentado ayudar a su resistencia. “Sabe dónde está. Está all´ı ahora.”
“¡Harry!” dijo Ron furiosamente. “¿Hace cuánto que lo sabes? por qué hemos estado perdiendo el tiempo? ¿Por qué hablaste con Griphook primero? Pod´ıamos habernos ido...
podr´ıamos irnos todav´ıa...”
“No” dijo Harry, hincándose de rodillas en la hierba. “Hermione está en lo cierto.
Dumbledore no quer´ıa que la tuviera. No quer´ıa que la tomara. Quer´ıa que consiguiera los Horricruxes.”
“¡La varita invencible, Harry!” gimió Ron.
“No, se supone que yo... se supone que destruiré los Horricruxes...”
Y ahora todo era fr´ıo y oscuro: El sol era apenas visible sobre el horizonte mientras CAPÍTULO 24. EL FABRICANTE DE VARITAS
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planeaba sobre Snape, atravesando los jardines por encima hacia el lago.
“Me reuniré en el castillo contigo en breve” dijo en voz alta y fr´ıa. “Déjame ahora.”
Snape se inclinó respetuosamente y rehizo el camino de regreso, la capa negra ondu-lando detrás de él.
Harry caminaba lentamente, esperando que la figura de Snape desapareciera. No lo har´ıa por Snape, ni por nadie más, ver a dónde iba. Pero no hab´ıa luces en las ventanas del castillo, y se pod´ıa ocultar... y en un segundo se hab´ıa lanzado sobre s´ı mismo un Encantamiento Desilusionador que lo ocultaba incluso de sus propios ojos.
Y siguió andando, alrededor de la orilla del lago, asimilando los contornos del querido castillo, su primer reino, su legado...
Y aqu´ı estaba, al lado del lago, reflejada en las oscuras aguas. La tumba de mármol blanco, una mancha innecesaria en el familiar paisaje. Le hizo sentir de nuevo esa corriente de euforia controlada, ese embriagador sentido de destrucción a propósito. Alzó la vieja varita de tejo: cómo encajar´ıa esto, ser´ıa su última gran acción.
La tumba se abrió de pies a cabeza. La figura envuelta era tan larga como delgada hab´ıa sido en vida. Alzó la varita otra vez.
Los sudarios cayeron abiertos. La cara estaba traslúcida, pálida, hundida, todav´ıa conservada casi perfectamente. Hab´ıan dejado las gafas en la nariz encorvada: Se sintió rid´ıculamente divertido. Las manos de Dumbledore estaban dobladas sobre el pecho, all´ı yac´ıa, agarrada entre ellas, enterrada con él.
¿Se hab´ıa imaginado ese viejo tonto que el mármol o la muerte proteger´ıa la varita?
¿Hab´ıa cre´ıdo que el Se˜nor Oscuro se asustar´ıa por violar su tumba? La mano arácnida bajó en picado y soltó la varita del agarre de Dumbledore, y cuando la tuvo, una lluvia de chispas voló de su punta, centelleando sobre el cadáver de su último due˜no, preparada por fin para servir al nuevo amo.
Cap´ıtulo 25
La Caba˜
na Protectora
La casa de campo de Bill y Fleur se asentaba sola en una roca dando al mar, sus paredes incrustadas con conchas y cal. Era un solitario y hermoso lugar. En cualquier sitio al que Harry fuera dentro de la peque˜na casa o de su jard´ın, pod´ıa o´ır el constante ir y venir del mar, como la respiración de alguna gran critatura dormida. Pasó gran parte de los siguientes d´ıas buscando excusas para escapar de la concurrida casa, un deseo incontrolable de disfrutar la vista desde arriba de las rocas, del cielo abierto y ancho, el mar vac´ıo, y la sensación del viento fr´ıo y salado en su rostro.
La enormidad de su decisión, no competir con Voldemort por la varita todav´ıa asustaba a Harry. No pod´ıa recordar que nunca antes hubiera escogido no actuar. Estaba lleno de dudas, dudas con las que Ron no ayudaba diciendo, dondequiera que fuesen juntos:
“¿Y si Dumbledore quer´ıa que trabájaramos en el s´ımbolo en vez de conseguir la varita?
¿Y si trabajando en lo que el s´ımbolo significaba te revelaba la importancia de conseguir las reliquias? Harry, si esa es realmente la varita de sauco, ¿Cómo demonios se supone que debemos terminar con Tú-Sabes-Quien?”
Harry no ten´ıa respuestas. Hubo momentos en los que se preguntó si habia sido una completa locura no tratar de impedir que Voldemort abriera la tumba. No pod´ıa siquiera explicar satisfactoriamente por qué hab´ıa decidido no hacerlo: Cada vez que intentaba reconstruir los argumentos internos que lo hab´ıan llevado a su decisión, sonaban más débiles para él.