En este punto se produjo una pequeña pero muy humana revisión de la declaración del agregado laboral.
Incrédulamente, los miembros del equipo israelita de investigación preguntaron: «¿Se olvidó?» ¿Cómo pudo olvidar una novedad doméstica tal como la visita de la amiga sueca de Elke? ¿La maleta sobre la cama?
El agregado laboral volvió a dar muestras de culpabilidad, y reconoció que no se había olvidado. No, no podía decir, exactamente que fue un olvido.
¿Pues qué fue?, le preguntaron.
Bueno, pues al parecer, se debió a que decidió, en su soledad, dentro de su fuero interno, que… bueno que, en fin, que los aspectos sociales de la vida habían dejado de interesar a su esposa. Que ésta sólo deseaba regresar a su kibbutz y tratar de tú a tú a la gente, sin diplomáticas finuras. Dicho de otra manera, la muchacha era tan atractiva, sí, que quizá lo más prudente fuera guardarse lo de la chica. En cuanto a la maleta, mi esposa nunca entra en el dormitorio de Elke, mejor dicho, nunca entraba, ya que Elke cuida de arreglar su propia habitación.
¿Y el especialista en estudios talmúdicos, el tío de la esposa? El agregado laboral tampoco le habló de la visita. Lo cual fue confirmado por el propio interesado.
Sin comentarios, los investigadores escribieron: guardarse lo de la chica.
En este punto, cual un misterioso tren que de repente se aparta de la vía, los acontecimientos dejaron de ocurrir. La muchacha, Elke, con Wolf acompañándola galantemente, fue transportada a Bonn, y allí dijo que no conocía a ninguna Katrin. Se iniciaron investigaciones centradas en la vida social de Elke, pero esto era algo que requería tiempo. La madre de Elke no le había mandado maleta alguna, y jamás tuvo la menor intención de hacerlo, ya que los vulgares gustos musicales de su hija la molestaban, según dijo a la policía sueca, y no estaba en modo alguno dispuesta a fomentarlos. Wolf regresó desconsolado a su unidad, y fue objeto de fatigosos pero vagos interrogatorios por parte de los servicios de seguridad militar. No apareció conductor alguno, fuera de automóvil privado, fuera de taxi, a pesar de que la policía y la prensa, a lo largo y ancho de Alemania, se esforzaron en encontrarlo, y de que se le ofrecieron, in absentia, fuertes sumas de dinero, a cambio de sus declaraciones. No se encontró pasajera de avión alguna que se pareciera a la muchacha de la maleta, procedente de Suecia o de cualquier otro punto, en las listas de pasajeros, en las máquinas ordenadoras, ni en los sistemas de registro automático de los aeropuertos de Alemania, incluido desde luego el aeropuerto de Colonia. Las fotografías de varias mujeres terroristas, conocidas y desconocidas, incluido el registro íntegro de las «medio-ilegales», no suscitaron recuerdo alguno en la memoria del agregado laboral, a pesar de que estaba medio enloquecido de dolor, y estaba dispuesto a ayudar en lo que fuera a quien fuera, con tal de sentirse un poco útil. No recordaba la clase de zapatos que la muchacha calzaba, tampoco recordaba si la chica usaba lápiz de labios, o perfume, o sombra en los ojos, o si su cabello parecía teñido, o si podía quizá ser una peluca. El agregado laboral vino a decir que él era un hombre con formación de economista, un hombre humilde, amante de la vida familiar, afectuoso, cuya única devoción, además de Israel y su familia, era la música de Brahms, por lo que muy poco podía saber acerca de tintes de cabello femenino.