– Bueno, ahí vamos. Son las diez y cuarenta y cinco de la noche del veinticuatro de octubre. Este examen está teniendo lugar en la sala de trabajo de la Funeraria Bowie. Que está asquerosa, por cierto. Da vergüenza. Veo cuatro cuerpos, tres mujeres y un hombre. Dos de las mujeres son jóvenes, y deben de tener alrededor de veinte años. Se trata de Angela McCain y Dodee Sanders.
– Dorothy -dijo Linda desde el otro lado de la mesa de trabajo-. Se llama… llamaba… Dorothy.
– Me corrijo. Dorothy Sanders. La tercera mujer es de edad madura. Se trata de Brenda Perkins. El hombre tiene unos cuarenta años. Es el reverendo Lester Coggins. Para que conste, puedo identificar a todas estas personas.
Hizo un gesto a su mujer y señaló los cuerpos. Ella los miró y se le llenaron los ojos de lágrimas. Levantó un poco la mascarilla, lo suficiente para decir:
– Soy Linda Everett, del departamento de policía de Chester's Mills. Mi número de placa es el siete, siete, cinco. También reconozco los cuatro cuerpos. -Volvió a ponerse la mascarilla. Por encima, los ojos lanzaban una mirada suplicante.
Rusty le hizo un gesto para que retrocediera. Era todo una farsa. Él lo sabía e imaginaba que Linda también. No obstante, no se sentía deprimido. Desde que era niño había anhelado seguir la carrera de Medicina, y habría acabado siendo médico si no hubiera tenido que abandonar los estudios para ocuparse de sus padres. Lo mismo que lo había impulsado a diseccionar ranas y ojos de vaca en clase de biología durante su primer año en el instituto, le servía también de acicate ahora: la simple curiosidad. La necesidad de saber. Y pensaba lograr su objetivo. Tal vez no acabaría sabiéndolo todo, pero sí algunas cosas.
Daba igual. Estaba convencido de que lo ayudarían si podían.
– A simple vista, parece que no han maquillado los cuerpos, pero los cuatro han sido embalsamados. No sé si el proceso se ha completado, pero sospecho que no, porque las punciones de la arteria femoral aún están en su sitio.
»Angela y Dodee, perdón, Dorothy, han sido víctimas de una paliza y están en avanzado estado de descomposición. Coggins también ha recibido una paliza, salvaje, a juzgar por el aspecto que tiene, y también está en estado de descomposición, aunque no tan avanzada; la musculatura facial y de los brazos ha empezado a desprenderse. Brenda, Brenda Perkins, quiero decir… -Dejó la frase inacabada.
– ¿Rusty? -preguntó Linda, nerviosa-. ¿Cielo?
Estiró una mano enfundada en el guante, se lo pensó dos veces, se quitó el guante y le palpó la garganta. Entonces le levantó la cabeza y notó el nudo monstruosamente grande que tenía justo debajo de la nuca. Volvió a dejar la cabeza sobre la mesa y puso el cuerpo de costado para poder examinar la espalda y las nalgas.
– Cielos -dijo.
– ¿Rusty? ¿Qué?
Pero lo recordaría.
– ¿Qué?
Se humedeció los labios y dijo:
– Brenda Perkins muestra
– Oh, Rusty -gimió Linda.
Rusty le abrió primero un párpado, luego el otro. Vio lo que temía.
– Las contusiones en las mejillas y las petequias en esclera, manchas de sangre en el blanco de los ojos, sugieren que la muerte no fue instantánea. La víctima no podía respirar y murió asfixiada. Podría haber estado o no consciente. Esperemos que no. Es lo único que puedo decir, por desgracia. Las chicas, Angela y Dorothy, son las que llevan más tiempo muertas. El estado de descomposición sugiere que sus cadáveres permanecieron almacenados en un lugar cálido.
Apagó la grabadora.
– En otras palabras, no veo nada que exonere por completo a Barbie y nada que no supiéramos ya.
– ¿Y si sus manos no encajan con las contusiones de la cara de Brenda?
– Las marcas son demasiado difusas para estar seguros. Lin, me siento como el hombre más estúpido de la tierra.
Volvió a guardar los cadáveres de las chicas -que en ese momento deberían haber estado paseando por el centro comercial de Auburn, mirando pendientes, comprando ropa en Deb, hablando de novios- en el interior de los refrigeradores y se volvió hacia Brenda.
– Dame un trapo. He visto un montón junto al fregadero. Hasta parecían limpios, lo cual es un milagro en una pocilga como esta.
– ¿Qué piensas…?