Y eso es lo que hizo el agente Arsenault. Pero no antes de que varias personas hubieran cogido unos cuantos periódicos (media docena, tal vez diez) para leerlos bajo una luz más adecuada. Pasaron de mano en mano durante los dos o tres días posteriores, y los leyeron hasta que literalmente se deshicieron.
14
Cuando Andy llegó al hospital, Piper Libby ya se encontraba allí. Estaba sentada en un banco del vestíbulo, hablando con dos chicas que llevaban medias blancas y el vestido de enfermera… aunque a Andy le parecieron demasiado jóvenes para ser enfermeras de verdad. Ambas habían llorado y daba la sensación de que podían volver a deshacerse en lágrimas en cualquier momento, pero Andy vio que la reverenda Libby tenía un efecto balsámico en ellas. Si algo se le daba bien era juzgar las emociones humanas. Aunque a veces habría preferido tener mejor capacidad de raciocinio.
Ginny Tomlinson estaba cerca, charlando en voz baja con un tipo de aspecto más bien mayor. Ambos parecían aturdidos y afectados por algo. Ginny vio a Andy y se dirigió hacia él. El tipo de aspecto mayor la siguió. Se lo presentó, le dijo que se llamaba Thurston Marshall y que les estaba echando una mano.
Andy sonrió y le dio un cordial apretón de manos.
– Encantado de conocerte, Thurston. Soy Andy Sanders. Primer concejal.
Piper los miró desde el banco y dijo:
– Si de verdad fueras el primer concejal, Andy, serías capaz de refrenar al segundo.
– Soy consciente de que has pasado unos días muy duros -replicó Andy sin dejar de sonreír-. Al igual que todos.
Piper le lanzó una extraña mirada gélida, y luego les preguntó a las chicas si les apetecía ir a la cafetería con ella a tomar un té.
– No me vendría nada mal una taza -dijo ella.
– La he llamado después de llamarte a ti -dijo Ginny, a modo de disculpa, cuando la reverenda y las dos jóvenes enfermeras se habían ido-. Y también he llamado a la policía. He hablado con Fred Denton. -Frunció la nariz, como hace la gente cuando algo huele mal.
– Ah, Freddy es un buen tipo -dijo Andy muy serio. No estaba del todo allí (se sentía como si todavía estuviera sentado en la cama de Dale Barbara mientras se preparaba para beberse aquella agua rosa envenenada), pero aun así las viejas costumbres volvieron a hacer acto de presencia poco a poco. La necesidad de hacer bien las cosas, de calmar las aguas turbulentas, resultó ser como montar en bicicleta-. Dime qué ha ocurrido.
Ginny obedeció. Andy la escuchó haciendo gala de una sorprendente serenidad, pensando en que conocía a la familia DeLesseps de toda vida y que en el instituto había tenido una cita con la madre de Georgia Roux (Helen le dio un beso con lengua, lo que le gustó, pero le olía el aliento, lo que no le gustó). Se dio cuenta de que su estabilidad emocional se debía al hecho de que sabía que si su teléfono no hubiera sonado cuando lo hizo, en ese momento estaría inconsciente. Tal vez muerto. Y eso le ayudaba a mirar las cosas desde otro punto de vista.
– Dos de nuestros agentes nuevos -dijo. Su propia voz le sonó como las grabaciones que utilizaban los cines cuando uno llamaba para saber los horarios de las distintas sesiones-. Uno resultó herido grave mientras intentaba poner orden en el supermercado. Cielos, cielos.
– Quizá no sea el mejor momento para decirlo, pero no estoy lo que se dice contento con la actuación de sus policías -dijo Thurston-. Aunque como el agente que me dio un puñetazo está muerto, presentar una queja sería cuando menos discutible.
– ¿Qué agente? ¿Frank o Georgia Roux?
– El joven. Lo reconocí a pesar de la… de la desfiguración.
– ¿Que Frank DeLesseps le dio un puñetazo? -Andy no podía creérselo. Frankie había sido el repartidor del
– Si se llamaba así…
– Bueno, cielos… es… -¿Es qué? ¿Y acaso importaba? ¿Importaba algo? Aun así, Andy prosiguió con ánimo-. Es lamentable, señor. En Chester's Mills creemos que debemos estar a la altura de nuestras responsabilidades. Que hay que hacer lo adecuado. Pero ahora mismo estamos sometidos a una gran presión. Nos vemos afectados por una serie de circunstancias que escapan a nuestro control.
– Lo sé -dijo Thurse-. En lo que a mí respecta, es agua pasada. Pero, señor… esos agentes eran muy jóvenes. Y su comportamiento estuvo muy fuera de lugar. -Hizo una pausa-. Mi compañera también fue agredida.
Andy no podía creer que ese hombre le estuviera diciendo la verdad. Los policías de Chester's Mills no hacían daño a la gente a menos que fueran víctimas de una provocación (de una gran provocación); ese comportamiento era típico de las grandes ciudades, donde la gente era incapaz de llevarse bien. Aunque, claro, también habría dicho que el hecho de que una chica asesinara a dos policías y luego se quitara la vida era el tipo de cosas que no ocurría en Chester's Mills.