– Lo de siempre -contestó él en broma para turbación de Freddie, y a continuación meneó la cabeza de un lado a otro-. Soy el poli del viernes. Tomaré un whisky con un poco de agua, si paga la casa.
El joven dudó un instante, pero finalmente se volvió hacia el botellero.
– Que sea un malta -puntualizó Rebus-. Esto es como una tumba a esta hora -comentó al ver que no había ni un solo cliente en el bar.
– Yo hago doble turno… Me gusta la tranquilidad.
– A mí también. Y así podemos hablar más a gusto.
– ¿Hablar?
– Nos han entregado las cuentas del bar de la noche en que estuvo aquí ese ruso. ¿Lo recuerdas? Se sentó ahí y un cliente del hotel le invitó a un coñac. El cliente se llama Morris Gerald Cafferty.
Freddie dejó el whisky delante de Rebus y llenó un jarrito de cristal con agua del grifo. Rebus echó un chorrito al whisky y le dio las gracias.
– ¿Conoces al señor Cafferty? -insistió-. Cuando hablamos el otro día dijiste que no. Tal vez eso explique que quisieras engañarme diciendo que Todorov quizás hablaba ruso con el que le invitó a una copa. No te lo reprocho, Freddie. Cafferty no es una persona con la que convenga ponerse a malas -hizo una pausa-. A mí me sucede lo mismo.
– Fue un error. Era una noche de mucho ajetreo. Estuvo Joseph Bonner con un grupo de cinco… Y en otra mesa, lady Hellen Wood y seis personas más…
– Recuerdas muy bien los nombres, ¿eh, Freddie? -comentó Rebus con una sonrisa-. Pero a mí quien me interesa es Cafferty.
– Sí, a ese señor lo conozco -dijo finalmente el camarero. Rebus amplió su sonrisa.
– Quizá se aloja aquí porque que le llaman «
– Sí, sé que estuvo metido en líos hace años.
– Es de dominio público -apostilló Rebus-. ¿No te lo mencionaría él mismo y te animaría a que compraras ese libro sobre su vida que publicaron el año pasado?
Freddie no pudo contener una sonrisa.
– Me regaló él un ejemplar dedicado.
– Es su manera de ser generoso. ¿Viene aquí casi todos los días?
– Llegó al hotel hace una semana y se marcha dentro de un par de días.
– Es curioso -comentó Rebus fingiendo examinar el líquido del vaso-, igual que los rusos.
– ¿Ah, sí? -replicó el camarero en un tono que daba a entender que sabía perfectamente a qué se refería Rebus.
– Quisiera recordarte -añadió Rebus endureciendo la voz-, que estoy investigando un asesinato… dos, en realidad. La noche que ese poeta entró aquí, había cenado y tomado una copa con otro hombre que ahora está muerto. La cosa se pone seria, Freddie… tenlo en cuenta. No quieres decir nada. Muy bien; daré orden de que envíen un coche patrulla a recogerte. Te esposaremos y te alojaremos en una de esas cómodas celdas mientras preparamos el cuarto de interrogatorio… -hizo una pausa para mayor efecto-. No pretendo más que ser amable, Freddie, y hago cuanto puedo por ser «
– ¿Le sirvo otro? -preguntó el camarero, para dar a entender que estaba dispuesto a colaborar. Rebus negó con la cabeza.
– Háblame de Cafferty -dijo.
– Viene al bar casi todas las tardes. Tiene razón en lo de los rusos… si ellos no están por aquí, él no se queda mucho rato. Y sé que también se acerca al restaurante, echa una ojeada y si no están se va.
– ¿Y cuando están?
– Se sienta en una mesa cerca de ellos. Y aquí hace lo mismo. Me da la impresión de que no eran conocidos suyos, pero ahora ya va conociendo a algunos.
– ¿Y charlan en plan amistoso?
– Bueno, no… ellos no hablan mucho inglés, pero disponen todos de intérprete, que suele ser una rubia guapa…
Rebus pensó en el día que había visto a Andropov fuera del hotel y en el Ayuntamiento: no iba acompañado por ninguna rubia.
– No todos necesitan intérprete -dijo. Freddie asintió con la cabeza.
– El señor Andropov habla inglés bastante bien -dijo.
– Lo que quiere decir que seguramente lo habla mejor que Cafferty.
– A veces me da esa impresión. Y además, me parece que deben de conocerse de antes.
– ¿A qué te refieres?
– La primera vez que coincidieron aquí fue como si no necesitasen presentaciones. Cuando el señor Andropov dio la mano al señor Cafferty, le agarró del brazo al mismo tiempo… No sé, como si ya se conocieran -explicó Freddie encogiéndose de hombros.
– ¿Qué es lo que sabes de Andropov? -preguntó Rebus. Freddie volvió a encogerse de hombros.
– Da buenas propinas y no bebe mucho… generalmente botellas de agua, y cuando pide whisky insiste siempre en que sea escocés.
– Me refiero a si sabes algo de su vida.
– Nada.
– Yo tampoco -dijo Rebus-. ¿Cuántas veces has visto a Cafferty con Andropov?
– Yo, un par de veces… Jimmy, el otro camarero, dice que los vio hablando una vez.
– ¿De qué hablan?
– Ni idea.
– Más te vale no mentirme, Freddie.
– No le miento.
– Has dicho que Andropov habla mejor inglés que Cafferty.
– Pero no por oírles hablar.
Rebus se mordió el labio inferior.
– ¿De qué te habla a ti Cafferty?