Clarke le dijo que sacara la cinta y le diera la vuelta. El sonido era ahora como de una estación de ferrocarril. Se oyó el silbato del jefe de estación seguido del ruido de un tren que se pone en marcha. El micrófono cambió de orientación hacia el andén y se oyeron diversas voces de gente andando y parándose, seguramente para mirar el panel de salidas y llegadas. Oyeron un estornudo y a Riordan decir «
– Debe de ser la estación de Waverley -comentó.
– Podría ser Haymarket -comentó Goodyear.
– En Haymarket no hay quiosco de bocadillos.
– Me rindo ante sus conocimientos.
– Debes hacerlo aunque esté equivocada.
El joven hizo con la mano un gesto florido de avenencia y ella sonrió.
– Lo de ese hombre era auténtica obsesión -comentó Clarke, y Goodyear asintió con la cabeza.
– ¿Cree realmente que su muerte está relacionada con Todorov? -preguntó.
– De momento, es una coincidencia… pero en Edimburgo hay muy pocos asesinatos y resulta que en cuestión de días tenemos dos, y que las víctimas se conocen.
– Lo que quiere decir que realmente no cree que sea coincidencia.
– Lo que sucede es que Joppa es jurisdicción de la división D y nosotros somos la B. Si no argumentamos que el caso es nuestro, se encargará el CID de Leith.
– Tendremos que argumentarlo.
– Lo que significa convencer al inspector jefe Macrae de que existe una relación -añadió Clarke parando la cinta y expulsándola-. ¿Sabes si son todas así?
– Sólo hay un modo de saberlo.
– Tal vez haya horas y horas de grabación.
– A saber. Quizás el fuego ha dañado muchas. Lo mejor sería que alguien las escuche primero y si aparece algo difícil, llevarlo a la científica o al estudio de Riordan.
– Cierto -dijo Clarke.
No acababa de compartir el entusiasmo de Goodyear, pero pensó en sus primeros tiempos de agente uniformada… No hacía tanto, en realidad. También ella era tan dispuesta como Goodyear, convencida de que su intervención en los casos sería importante y, de vez en cuando, quizá, «
Un cable viejo: una buena descripción de Rebus en ocasiones. Rebus, que trajo a St. Leonard su reticencia por el «
Y como mínimo una obsesión de venganza personal contra un individuo.
Goodyear sugirió escuchar una de las pequeñas grabaciones digitales. Faltaban los altavoces, pero los auriculares de su iPod se ajustaban al enchufe. A Clarke no le apetecía meterse en los oídos aquellos diminutos terminales y le dijo que lo escuchara él. Pero al cabo de medio minuto, tras pulsar varias teclas y probar configuraciones, Goodyear se dio por vencido.
– Esto es para nuestro amigo especialista -dijo acercándose al otro aparato.
– Quería preguntarte -dijo Clarke-, ¿qué sentiste al ver a Cafferty?
Goodyear reflexionó un instante.
– Con sólo verle -dijo finalmente-, se da uno cuenta de que es malvado. Se le nota en los ojos, en la forma de mirar, en su actitud…
– ¿Juzgas a las personas por su aspecto?
– No siempre -respondió él manipulando más botones, sin quitarse los auriculares y alzando un dedo para indicarle que oía algo. Tras un momento de escucha miró a Clarke-. No se lo va a creer -añadió quitándose los auriculares y tendiéndoselos. Ella los sostuvo a ambos lados de la cabeza cerca de los oídos. Tras rebobinar Goodyear parte de la grabación, oyó unas voces. Hablaban en tono quedo, pero se entendía lo que decían:
«
– ¡Esa soy yo! -exclamó-. ¡Nos grababa!
– Nos mintió. La gente suele hacerlo.
Clarke le miró con el ceño fruncido, escuchó un poco más y luego le dijo que apretara el botón de avance. Goodyear lo hizo, pero no se oía nada.
– Rebobina -ordenó ella.