— Dis quería hablarle del ritmo del mecanismo de la herencia. El organismo vivo, al formarse de la célula materna, se enriquece con acordes moleculares. El par espiral primitivo se desarrolla siguiendo un plan análogo al de la sinfonía. Dicho de otra manera:
¡el programa de formación del organismo, mediante las células vivas, es musical!
— ¡Ah! ¿sí? — exclamó Dar Veter, con exagerado asombro —. Pero, en ese caso, ¿toda la evolución de la materia orgánica e inorgánica se reduce, según vosotros, a una sinfonía colosal?!
— Sí, cuyo plan y ritmo son regidos por las leyes físicas fundamentales. Solamente hace falta comprender la estructura del programa y lo que informa ese mecanismo líricocibernético — confirmó, con juvenil suficiencia, Tor An.
— ¿De quién es la idea?
— De mi padre, Zig Zor. Hace poco ha publicado su trece sinfonía cósmica en fa menor, de tonalidad cromática 4,750..
— ¡La oiré sin falta! Me gusta el color azul… Bueno, pero vuestros proyectos inmediatos son « los trabajos de Hércules ». ¿Sabéis ya cuáles os han sido señalados?
— Sólo los seis primeros.
— Naturalmente, los otros seis se señalan cuando han sido realizados los anteriores — les recordó Dar Veter.
— Tenemos que limpiar y hacer visitable el piso inferior de la cueva de Kong-i-Gut, en Asia Central — empezó a enumerar Tor An.
— Hacer un camino hasta el lago Mental, a través de la aguda cresta de la montaña — continuó Dis Ken —; repoblar un bosquecillo de viejos árboles del pan, en la Argentina; esclarecer las causas de la aparición de grandes pulpos en la región del reciente alzamiento surgido cerca de la Trinidad…
— ¡Y aniquilarlos!
— Ese es el quinto. ¿Y cuál es el sexto?
Ambos jóvenes quedaron un poco cortados.
— Se ha reconocido que los dos tenemos aptitudes para la música — contestó, ruborizándose, Dis Ken —. Y nos han encargado que nos documentemos acerca de las antiguas danzas de la isla de Bali, a fin de reconstruir su música y coreografía…
— Por consiguiente, ¿vais a elegir danzarinas y a organizar un conjunto de baile? — precisó Dar Veter, riendo.
— Sí — confesó Tor An, con la vista baja.
— ¡Interesante encargo! Mas ésa es una tarea colectiva, lo mismo que la del camino del lago.
— ¡Oh, tenemos un buen grupo!.. Pero quieren pedirle una cosa: que sea usted también su mentor. ¡Eso sería magnífico!
Dar Veter manifestó sus dudas de que pudieran llevar a cabo la sexta empresa. Sin embargo, los chicos, saltando de contento, le aseguraron gozosos que Zig Zor « en persona » había prometido asumir la dirección de la misma.
— Dentro de un año y cuatro meses, yo encontraré un gran quehacer en Asia Central — les anunció Dar Veter, observando con satisfacción sus juveniles rostros radiantes.
— ¡Cuánto me alegro de que haya usted dejado de dirigir las estaciones! — exclamó Dis Ken —. ¡Yo ni siquiera pensaba que iba a trabajar con un mentor semejante!.. — y de pronto, el muchacho enrojeció hasta tal punto, que su frente se perló de sudor. Tor se apartó de él, con gesto de reproche.
Dar Veter se apresuró a echar una mano al hijo de Grom Orm, para sacarle de su azoramiento.
— ¿Tenéis mucho tiempo libre?
— Sólo nos han dado un permiso de tres horas. Hemos traído un enfermo de paludismo de nuestra estación del pantano.
— ¿Todavía se dan tales casos? Yo creía…
— Con muy poca frecuencia, y solamente en los pantanos — le interrumpió Dis —. ¡Para eso estamos nosotros allí!
— Aún disponemos de dos horas. Vayamos a la ciudad. A vosotros, seguramente, os gustará ver la Casa de lo Nuevo.
— No, no. Nosotros quisiéramos… que nos contestara a unas preguntas. Las tenemos preparadas. ¡Y eso es tan importante para elegir camino!..
Dar Veter accedió, y los tres se dirigieron a una habitación de la Sala de Huéspedes, refrescada por una brisa marina artificial.
Dos horas más tarde, otro vagón llevaba ya a Dar Veter, adormecido de cansancio sobre un diván. Se despertó en la parada de la Villa de los Químicos. Un inmenso edificio, en forma de estrella de diez refulgentes puntas de cristal, se alzaba junto a unos grandes yacimientos de hulla. El carbón de piedra que se extraía de ellos era transformado en medicamentos, vitaminas, hormonas, sedas y pieles artificiales. Los residuos se destinaban a la preparación de azúcar. En una de las puntas del edificio, se obtenían del carbón metales raros, como el germanio y el vanadio. ¡Qué no encerraría el preciado mineral negro!