Читаем La Torre de Wayreth полностью

—Evidentemente, te refieres al movimiento entre planos, entre el mundo físico y el Abismo —respondió Raistlin.

—¿Cómo lo has sabido? —quiso saber Iolanthe, sorprendida una vez más.

—Leí sobre el fenómeno antes de venir a Neraka. Sentía curiosidad por ver cómo era, una de las razones por las que decidí visitar el templo. En realidad, los pasillos no se mueven. Parece que lo hacen por un efecto óptico, producido por la distorsión entre un plano y otro. Es muy parecido a cuando se mira por un prisma —le explicó—. En realidad el edificio no está dando saltos ni cambiando constantemente de forma. Sin embargo, me di cuenta de que el efecto de la distorsión visual se mitigaba al llegar a las escaleras. Es bastante lógico porque, si no, los clérigos oscuros estarían todo el tiempo cayéndose y rompiéndose la crisma. Pero no estoy más que diciendo lo evidente. Tú vienes con frecuencia. Seguro que ya te habías dado cuenta.

Iolanthe se dio cuenta entonces de que nunca había tenido ningún problema para subir y bajar las escaleras. No había considerado que esa información fuera relevante.

»La distorsión hace que sea muy fácil desorientarse al recorrer el templo, que es precisamente el efecto que se busca —prosiguió Raistlin—. Quien lo visita ocasionalmente se pierde de inmediato, lo que hace que se sienta asustado y vulnerable, y así su mente queda abierta al poder y la influencia de la Reina Oscura. ¿Nunca te habías preguntado cómo encuentran el camino los clérigos oscuros?

Como si estuviera esperando ese preciso momento, su guía apareció en el otro extremo de la sala, con expresión molesta. Sin dejar de observarles, echó a andar hacia ellos con decisión.

—La verdad es que no —contestó Iolanthe—. Evito este sitio siempre que puedo. ¿Qué tiene que ver el número de escalones con todo esto?

—El hecho de que las escaleras no estén sujetas a las distorsiones las convierte en una buena herramienta para controlar dónde se está —explicó Raistlin—. Me fijé en que el clérigo oscuro que me escoltó a las mazmorras iba contando los escalones. Lo vi contando con los dedos. Supongo, aunque no estoy seguro, que cada escalera tiene un número diferente de escalones y que es así como se orientan.

—Ya empiezo a entenderlo —se alegró Iolanthe—. Si quiero llegar a la Corte del Señor de la Noche, tengo que buscar la escalera con cuarenta y cinco escalones.

Raistlin asintió e Iolanthe lo miró admirada. Tenía a Kitiara por una mujer notable y ahora pensaba lo mismo de su hermano. Debía de ser una familia de cerebritos.

El hechicero oscuro regresó por ellos, con la severa advertencia de que no se quedaran atrás. Volvió sobre sus pasos por el pasillo y los guió aprisa hasta la salida más cercana. Era obvio que estaba deseoso de librarse de su compañía.

Iolanthe suspiró aliviada cuando cruzaron el umbral de la puerta principal. Siempre se alegraba de salir del templo. Pasó el brazo por el de Raistlin, en un gesto amistoso.

Se quedó sorprendida al notar que el joven se estremecía y tensaba los músculos. Se apartó de ella.

—Ruego que me perdones —dijo Iolanthe con frialdad, dejando caer la mano.

—No, por favor —repuso Raistlin, confundido—. Yo soy quien debería pedirte perdón. Es sólo que... No me gusta que me toquen.

—¿Ni siquiera si se trata de una mujer hermosa? —preguntó ella con una sonrisa picara.

—Eso no es algo a lo que esté acostumbrado —respondió con ironía.

—Pues ha llegado el momento —repuso Iolanthe, enlazando su brazo con el de él. Y añadió con humor más sombrío—: Las calles no son seguras. Será mejor que nos mantengamos muy juntos.

Las calles estaban prácticamente desiertas. Pasaron junto a un hombre tirado sobre una alcantarilla. Tenía una borrachera de muerte, o realmente estaba muerto. Iolanthe no se acercó lo suficiente para averiguarlo. Guió a Raistlin al otro lado de la calle.

—¿Tienes dónde quedarte en Neraka?

Raistlin negó con la cabeza.

—Acabo de llegar a la ciudad. Lo primero que hice fue ir al templo. Tenía la esperanza de encontrar una habitación en la torre. ¿Crees que habrá alguna libre? Una celda pequeña, como la que darían a un aprendiz, me sería suficiente. No tengo más pertenencias que las que llevo conmigo. Mejor dicho, que las que llevaba conmigo.

—Siento que perdieras tu bastón —comentó Iolanthe—. Me temo que no volverás a verlo. El Señor de la Noche sabe magia y no tardó en reconocer su valor...

—No había alternativa —repuso Raistlin, encogiéndose de hombros.

—No pareces muy preocupado por su pérdida —dijo Iolanthe, mirándolo con curiosidad.

—Puedo comprar otro bastón en cualquier tienda de magia —se consoló Raistlin con una sonrisa compungida—. Pero no puedo comprar otra vida.

—Supongo que en eso tienes razón —concedió Iolanthe—. De todos modos, debe de ser una pérdida demoledora.

Raistlin volvió a encogerse de hombros.

«Está aceptándolo demasiado bien —pensó Iolanthe—. Aquí pasa algo más. ¡Este joven está resultando todo un misterio!» Iolanthe cada vez se sentía más fascinada por el mago.

Перейти на страницу:

Все книги серии Las Crónicas Perdidas

Похожие книги