Estaba enferma cuando descubrió que iba a tener un hijo, y quiso interrumpir el embarazo, pero la druida que la atendía le advirtió que también ella perdería la vida si lo hacía. Durante esos meses, Kit vivió con una joven llamada Sara, que la acogió en su casa. Cuando nació el niño, creyendo estar a las puertas de la muerte, la guerrera le contó a Sara quién era el padre y las circunstancias de su concepción, pero le exigió que jurara que jamás se lo revelaría a él; le hizo prometer que lo llevaría con sus hermanastros, Caramon y Raistlin Majere. Sin embargo, Kit se restableció, y a las pocas semanas partió, dejando el niño a cargo de Sara. Esta, al enterarse de la muerte de la guerrera, crió al pequeño como si fuera su hijo. Lo amaba, y sufrió cuando vio que el lado oscuro de su personalidad, heredado de su madre, se imponía sobre el lado luminoso que había heredado de su padre. Luchó para evitarlo, pidiendo ayuda a Caramon Majere y a Tanis el Semielfo, pero el Mal prevaleció, y el joven Brightblade ingresó en las filas de Ariakan.
Aunque en apariencia tranquilo y firme en su lealtad y devoción a la Reina de la Oscuridad, Steel Brightblade debía de ser un tumultuoso mar de conflictos en su interior. Al menos, es lo que sospechaba la Señora de la Noche, y tenía motivo para ello. Steel Brightblade llevaba la espada de un Caballero de Solamnia, la espada de su padre. Y también llevaba (aunque esto era un secreto muy bien guardado) una joya de manufactura elfa. Conocida como la Joya Estrella, sólo era una prenda que se intercambiaba entre enamorados. A Sturm Brightblade se la había dado Alhana Starbreeze, reina de los elfos silvanestis, durante la Guerra de la Lanza. Y Sturm Brightblade —o más bien el cadáver de Sturm Brightblade, si se daba crédito a lo que decía Steel— le había entregado la joya a su hijo.
Una piedra blanca a la izquierda, una piedra negra a la derecha, y en el centro una piedra marcada con una fortaleza. Y, por encima de ésta, una piedra marcada con fuego. Así interpretó Lillith los símbolos: el joven estaba dividido en dos y su conflicto interno desembocaría en desastre. ¿Qué otra cosa podía representar una fortaleza arrasada por las llamas?
La Señora de la Noche había argumentado largo y tendido, pero nadie la escuchó. Incluso la Señora de la Calavera, una poderosa sacerdotisa —una mujer muy, muy vieja de la que se decía era la favorita de la reina Takhisis— había recomendado que Steel fuera admitido como caballero.
—Sí, lleva la Joya Estrella —farfulló la vieja arpía a través de una boca desdentada—. Es la única grieta en su coraza de hierro. La utilizaremos para ver lo que hay en su corazón y, desde esa ventajosa perspectiva, ¡veremos lo que guardan los corazones de nuestros enemigos!
Necia vieja balbuceante.
Pero la Señora de la Noche lo comprendía ahora. Arrojó la idea sobre el negro lienzo que era su mente, del mismo modo que arrojaba sus piedras vaticinadoras. Cayó con limpieza sobre la mesa, sin rodar ni tambalearse, situada boca arriba. Meditabunda, eligiendo con cuidado sus palabras, se acercó al joven mago.
—Has mencionado a tu tío —dijo, de pie junto a Palin y mirándolo desde arriba, con los brazos cruzados sobre el pecho—. No lo llegaste a conocer, ¿verdad? No, claro que no. Eres demasiado joven.
Palin guardó silencio y aferró el Bastón de Mago con más fuerza. El joven había hecho por sus hermanos todo cuanto estaba en su mano. Ahora sólo quedaba la amarga tarea de llevarlos a casa, de dar la terrible noticia a sus padres. Se encontraba en un momento de debilidad, vulnerable. La tarea de la Señora de la Noche era casi demasiado fácil.
—Raistlin dejó este mundo antes de que nacieras.
Palin alzó la vista y, con sólo esa fugaz mirada, lo reveló todo, aunque siguió sin decir una palabra.
—Dejó este mundo y eligió permanecer en el Abismo, donde lo atormenta a diario nuestra temida señora.
—No —lo provocó a responder—. No, eso no es cierto. A mi tío le fue concedida la paz del descanso por su sacrificio. Paladine se lo reveló a mi padre.
Lillith se arrodilló para ponerse a la misma altura que el joven y se acercó a él. Era una mujer atractiva y, cuando lo quería, podía resultar encantadora, tan fascinante como una serpiente.
—Eso es lo que dice tu padre. ¿Qué otra cosa podía decir, si no?
Notó que el joven rebullía inquieto a su lado y sintió despertar la emoción en lo más profundo de su ser. Él no la miró, pero la mujer se dio cuenta de sus dudas. El chico había pensado sobre esto con anterioridad. Creía a su padre, pero una parte de él se resistía. Esta duda era la grieta en su armadura. A través de esa grieta, deslizó su cuchilla mental envenenada.
—¿Y si tu padre se equivoca? ¿Y si Raistlin Majere vive? —se acercó aún más al joven—. Te llama, ¿verdad?
Fue dar un palo de ciego, pero la Señora de la Noche supo de inmediato que había acertado en el blanco. Palin se encogió sobre sí mismo y agachó los ojos.