Pudo verle las cuencas de los ojos llenas de sangre, y la boca que se abría. Una boca lo bastante grande para tragarlo entero, bordeada de colmillos tan largos como su espada, delgados, brillantes, venenosos...
La bestia arremetió a ciegas. Harry, al esquivarla, dio contra la pared de la cámara.
El monstruo arremetió de nuevo, y su lengua bífida azotó un costado de Harry.
Entonces levantó la espada con ambas manos.
El basilisco atacó de nuevo, pero esta vez fue directo a Harry, que hincó la espada con todas sus fuerzas, hundiéndola hasta la empuñadura en el velo del paladar de la serpiente.
Pero mientras la cálida sangre le empapaba los brazos, sintió un agudo dolor encima del codo. Un colmillo largo y venenoso se le estaba hundiendo más y más en el brazo, y se partió cuando el monstruo volvió la cabeza a un lado y con un estremecimiento se desplomó en el suelo.
Harry; apoyado en la pared, se dejó resbalar hasta quedar sentado en el suelo.
Agarró el colmillo envenenado y se lo arrancó. Pero sabía que ya era demasiado tarde.
El veneno había penetrado. La herida le producía un dolor candente que se le extendía lenta pero regularmente por todo el cuerpo. Al extraer el colmillo y ver su propia sangre que le empapaba la túnica, se le nubló la vista. La cámara se disolvió en un remolino de colores apagados.
Una mancha roja pasó a su lado y Harry oyó un ruido de garras.
Oyó unos pasos que resonaban en la cámara, y luego vio una negra sombra delante de él.
—Estás muerto, Harry Potter —dijo sobre él la voz de Ryddle—. Muerto. Hasta el pájaro de Dumbledore lo sabe. ¿Ves lo que hace, Potter? Está llorando.
Harry parpadeó. Sólo un instante vio con claridad la cabeza de
—Me voy a sentar aquí a esperar que mueras, Harry Potter. Tómate todo el tiempo que quieras. No tengo prisa.
Harry cayó en un profundo sopor. Todo le daba vueltas.
—Éste es el fin del famoso Harry Potter —dijo la voz distante de Ryddle—. Solo en la Cámara de los Secretos, abandonado por sus amigos, derrotado al fin por el Señor Tenebroso al que él tan imprudentemente se enfrentó. Volverás con tu querida madre
Si aquello era morirse, pensó Harry, no era tan desagradable. Incluso el dolor se iba...
Pero ¿de verdad era aquello la muerte? En lugar de oscurecerse, la cámara se volvía más clara. Harry movió un poco la cabeza, y allí estaba
—Márchate, pájaro —dijo de pronto la voz de Ryddle—. Sepárate de él. ¡He dicho que te vayas!
Harry levantó la cabeza. Ryddle apuntaba a
—Lágrimas de fénix... —dijo Ryddle en voz baja, contemplando el brazo de Harry—. Naturalmente... Poderes curativos..., me había olvidado.... —miró a Harry a la cara—. Pero igual da. De hecho, lo prefiero así. Solos tú y yo, Harry Potter..., tú y yo...
Levantó la varita.
Entonces, con un batir de alas,
Lo miraron los dos durante una fracción de segundo, Ryddle con la varita levantada. Luego, sin pensar, sin meditar, como si todo aquel tiempo hubiera esperado para hacerlo, Harry cogió el colmillo de basilisco del suelo y lo clavó en el cuaderno.
Se oyó un grito largo, horrible, desgarrado. La tinta salió a chorros del diario, vertiéndose sobre las manos de Harry e inundando el suelo. Ryddle se retorcía, gritando, y entonces...
Desapareció. Se oyó caer al suelo la varita de Harry y luego se hizo el silencio, sólo roto por el goteo de la tinta que aún manaba del diario. El veneno del basilisco había abierto un agujero incandescente en el cuaderno.
Harry se levantó temblando. La cabeza le daba vueltas, como si hubiera recorrido kilómetros con los polvos
Le llegó un débil gemido del fondo de la cámara. Ginny se movía. Mientras Harry corría hacia ella, la muchacha se sentó, y sus ojos desconcertados pasaron del inmenso cuerpo del basilisco a Harry, con la túnica empapada de sangre, y luego al cuaderno que éste llevaba en la mano. Profirió un grito estremecido y se echó a llorar.
—Harry..., ah, Harry, intenté decíroslo en el desayuno, pero delante de Percy no fui capaz. Era yo, Harry, pero te juro que no quería... Ryddle me obligaba a hacerlo, se apoderó de mí y... ¿cómo lo has matado? ¿Dónde está Ryddle? Lo último que recuerdo es que salió del diario.