– Así que le vio y llamó a la policía. ¿Qué hizo luego?
– Me quedé en el puente hasta que el agente llegó. -Señaló a Brad, quien sonrió con timidez-. Luego vinieron los demás, y yo me quedé con él.
– ¿Vio a alguien más? ¿En el bosque?
– Sólo a la chica que subía la colina -dijo ella.
– ¿A nadie más?
– No. A nadie -respondió Ellen, mirando más allá del hombro de Jeffrey.
Éste se volvió y vio a Matt y Lena salir del bosque. Lena cojeaba, las manos extendidas a los lados para no caer. Matt le ofreció la mano para ayudarla a bajar, pero ella la rechazó.
– Mañana acabaré de interrogarla -dijo Jeffrey a Ellen Schaffer-. Gracias por ponerse a nuestra disposición. -Y a Brad-: Asegúrate de que vuelve a su colegio mayor.
– Sí, señor -dijo Brad, pero éste ya estaba subiendo la colina. Las suelas de los mocasines de Jeffrey resbalaban en el suelo mientras corrían hacia Lena y Matt, pero en lo único que podía pensar era en que había puesto en peligro a otra mujer enviando a Lena al bosque. Cuando llegó junto a ellos, el remordimiento le constreñía el pecho. Puso una mano bajo el brazo de Lena para ayudarla a sentarse.
– ¿Qué ha sucedido? -preguntó Jeffrey, sintiéndose como una cotorra, diciéndose que aquel día había repetido la pregunta un millón de veces y seguía sin tener una respuesta satisfactoria-. ¿Te encuentras bien?
– Sí -dijo Lena, rechazándolo con tanta energía que bajó de culo el resto de la cuesta. Frank fue a ayudarla e intentó cogerla del brazo, pero ella lo apartó de una sacudida y dijo-: Joder, estoy bien -aunque hizo una mueca de dolor cuando su pie tocó el suelo.
Los tres hombres se quedaron petrificados cuando Lena se desató el cordón del zapato y Jeffrey supo que todos sentían lo mismo que él. Cuando levantó la vista, Matt y Frank le dirigieron sendas miradas acusatorias. Lena podría haberse hecho daño de verdad en el bosque. Lo que le había pasado -y lo que le podía haber ocurrido- era culpa de Jeffrey.
Lena rompió el hechizo al decir:
– Seguía ahí.
– ¿Dónde? -preguntó Jeffrey, y notó que se le aceleraba el pulso.
– El cabrón estaba escondido detrás de un árbol, mirando qué pasaba.
Frank murmuró un colérico «Cristo», pero Jeffrey no supo si su cólera se dirigía hacia el agresor o hacia él.
– Le perseguí -añadió Lena, ajena a la tensión, o quizá prefiriendo simplemente no hacer caso-. Tropecé con algo. Un tronco. No sé. Puedo enseñarte dónde se escondía.
Jeffrey intentó hallar una explicación a todo eso. ¿El agresor se había quedado para asegurarse de que Tessa conseguía ayuda, o simplemente se había puesto a mirar qué pasaba como si viera una película?
La voz de Frank traslucía impaciencia cuando le preguntó a Matt:
– ¿Y dónde estabas tú mientras pasaba todo eso?
Matt utilizó el mismo tono cortante.
– Nos separamos para cubrir más terreno. Un par de minutos después vi que el tipo echaba a correr.
Frank refunfuñó.
– En primer lugar, no deberías haberla dejado sola.
Y Matt le replicó con otro desplante.
– Simplemente estaba siguiendo la rutina.
– Basta -dijo Jeffrey, intentando detenerlos-. Así no vamos a solucionar nada. -Volvió su atención hacia Lena-. Ese tipo, ¿estaba muy cerca de la escena?
– Cerca -respondió-. Se había salido del camino, a unos cincuenta metros. Volví sobre mis pasos, pensando que si aún seguía por ahí estaría cerca para poder ver lo que pasaba.
– ¿Le viste bien? -le preguntó Jeffrey.
– No -dijo ella-. Él me vio antes a mí. Estaba acurrucado detrás de un árbol. A lo mejor se lo pasaba bomba viendo cómo Sara perdía los nervios.
– No te he pedido especulaciones -le espetó Jeffrey, a quien no le gustaba la manera condescendiente en que había pronunciado el nombre de Sara.
Lena nunca se había llevado bien con Sara, pero ahora no era momento de revivir viejas rencillas, sobre todo considerando el estado en que se encontraba Tessa.
– Viste al tipo. Y luego ¿qué?
– No le vi -replicó ella, furiosa.
Jeffrey comprendió demasiado tarde que había pulsado el botón equivocado. Miró a Frank y a Matt en busca de ayuda, pero éstos miraban con la misma dureza que Lena.
– Sigue -dijo Jeffrey.
Lena fue lacónica.
– Vi algo borroso. Movimiento. Se levantó y se fue. Le perseguí.
– ¿Por dónde se fue?
Lena tardó unos momentos en responder, levantando los ojos en busca del sol.
– Hacia el oeste, probablemente en dirección a la autopista.
– ¿Era blanco? ¿Negro?
– Blanco -dijo, y añadió, un tanto a la ligera-, creo.
– ¿Crees? -preguntó Jeffrey, consciente de que estaba echando leña al fuego, pero incapaz de reprimirse.
– Ya te lo he dicho -dijo ella a la defensiva-. El tipo se dio la vuelta y echó a correr. ¿Qué iba a hacer, preguntarle que fuera más despacio para que pudiera ver de qué raza era?
Jeffrey calló unos instantes, intentando controlarse.
– ¿Cómo iba vestido?
– Llevaba algo oscuro.
– ¿Chaqueta? ¿Tejanos?
– Tejanos, puede que una chaqueta. No lo sé. Estaba oscuro.
– ¿Una cazadora? ¿Abrigo?
– Una cazadora… creo.
– ¿Algún arma?
– No lo vi.
– ¿De qué color tenía el pelo?
– No lo sé.
– ¿No lo sabes?
– Creo que llevaba sombrero.