– A mí ¿qué? ¡Yo soy la mujer de mi marido, y el ama de mi casa! ¿Cree usted que yo me asusto de los corregidores? ¡Yo sé ir a Madrid, y al fin del mundo, a pedir justicia contra el viejo insolente! Y, sobre todo, yo sabré mañana ponerme la mantilla, e ir a ver a la señora corregidora…
– ¡No harás nada de eso! —repuso el corregidor, perdiendo la paciencia, o mudando de táctica—. No harás nada de eso; porque yo te pegaré un tiro, si veo que no entiendes de razones…
– ¡Un tiro! —exclamó la señá Frasquita con voz sorda. —¿Conque pistolas también? ¡Y en la otra faltriquera el nombramiento de mi sobrino! Pues, señor, la elección no es dudosa. Espere Usía un momento, que voy a encender la lumbre.
Y, así hablando, se dirigió rápidamente a la escalera, y la bajó en tres brincos.
El corregidor cogió la luz, y salió detrás de la molinera y así llegó a la cocina.
– ¿Me iba a pegar un tiro? —exclamó aquella indomable mujer dando un paso atrás—. Pues, ¡en guardia, caballero; que yo ya lo estoy!
Dijo, y se echó a la cara el formidable trabuco.
– ¡Detente, desgraciada! ¿Qué vas a hacer? —gritó el corregidor, muerto de susto—. Lo de mi tiro era una broma… Mira… está descargado. En cambio, es verdad lo del nombramiento… Aquí lo tienes… Tómalo… Te lo regalo…
Y lo colocó temblando sobre la mesa.
– ¡Ahí está bien! —repuso la navarra—. Mañana me servirá para encender el fuego. ¡De usted no quiero nada! ¡Márchese usted de mi casa!
El corregidor no contestó a este discurso. Se había puesto casi azul; tenía los ojos torcidos, y un temblor. Por último, principió a castañetear los dientes, y cayó al suelo.
El susto del caz, lo muy mojadas que seguían todas sus ropas, la violenta escena del dormitorio, y el miedo al trabuco con que le apuntaba la navarra, habían agotado sus fuerzas.
– ¡Me muero! —balbuceó—. ¡Llama a Garduña!… Llama a Garduña, que estará ahí…, en la ramblilla… ¡Yo no debo morirme en esta casa!…
No pudo continuar. Cerró los ojos, y se quedó como muerto.
– ¡Y se morirá como lo dice! —prorrumpió la señá Frasquita—. ¿Qué hago yo ahora con este hombre en mi casa? ¿Qué dirán de mí?
Soltó el trabuco, aparejó la burra y fue a buscar a Garduña. Le dijo que su amo estaba muriendo y ella iba a la ciudad por un médico. Y tomó… no el camino de la ciudad sino el del lugar inmediato.
Garduña no se fijó en esta última circunstancia, pues iba ya hacia el molino y discurriendo de esta manera:
– ¡Pobre hombre! ¡Dios le da confites a quien no puede roerlos!
1. Contesta a las preguntas.
1) ¿Por qué abrió la puerta la señá Frasquita?
2) ¿Cómo explicó su llegada el corregidor?
3) ¿Pudo convencer a la molinera el viejo seductor?
4) ¿Por qué la mujer tuvo que llamar a Garduña?
2. ¿Verdadero o falso?
1) La molinera ya estaba esperando al corregidor.
2) “Mamarracho” y “viejo insolente” son frases de mucho respeto.
3) El pobre seductor vino todo mojado.
4) La señá Frasquita se puso a defender su honra con el trabuco.
5) La mujer mató al corregidor.
3. Traduce al español.
Услышать жалобные крики; на помощь; как вы смеете; отступая; бояться коррехидоров; терять терпение; я тебя застрелю; остановись; у него начали стучать зубы; очень мокрая одежда.
4. Conecta los significados de una columna con las palabras de la otra.
socorro......marchar hacia atrás
atreverse....exclamación para pedir ayuda en un peligro
retroceder…emprender, ponerse a hacer algo
principiar…empapado, humedecido
mojado.......decidirse a hacer algo arriesgado
5. Completa los huecos con palabras del ejercicio anterior.
1) El niño volvió de la calle todo __________________.
2) Me acaban de robar mi cartera, ¡__________________!
3) ¿Cómo __________________ a decirle ayer a tu padre semejantes barbaridades, Juana?
4) En vez de __________________ tenías que salir adelante y denunciarle.
5) __________________ el mes de mayo y el sol brillaba alegremente.
14
Cuando Garduña llegó al molino, el corregidor principiaba a volver en sí, procurando levantarse del suelo. El alguacil lo subió al dormitorio y lo acostó en la cama. Fue a la cocina, encendió el fuego, bajó todas las ropas de su amo; las colocó en los espaldares de dos o tres sillas; encendió un candil; lo colgó de la espetera, y volvió a subir a la cámara. Al contarle al corregidor que la señá Frasquita fue por un médico a la ciudad, éste se asustó.
– ¡Corre, corre, Garduña! ¡Ah! ¡Estoy perdido sin remedio! ¿Sabes a qué va la señá Frasquita a la ciudad? ¡A contárselo todo a mi mujer!.. ¡Garduña, corre, corre!
– ¿Y no me ahorcará Usía si lo consigo? —prosiguió irónicamente el alguacil.