Читаем Un Puerto Seguro полностью

No obstante, todo fue bien. Fue una noche tranquila, como le comentó a Matt cuando este llamó para hablar con ella el miércoles, y tampoco el jueves tropezaron con ningún contratiempo. Habían localizado varios campamentos de niños y jóvenes, algunos de ellos vestidos con la ropa que llevaban al escaparse de casa, lo que le partió el corazón. También toparon con un campamento de hombres de aspecto pulcro que afirmaban tener empleo, pero no hogar. Las calles encerraban muchas historias desgarradoras.

Por fin llegó el sábado, el día de su cumpleaños, que transcurrió mejor aún de lo previsto. Fue todo lo que Pip había soñado. Lo celebraron en casa antes de salir a cenar, y Pip estaba tan emocionada que no podía estarse quieta. Ella y Matt fueron al coche a buscar el retrato. Pip hizo cerrar los ojos a su madre, la besó y le entregó el paquete con una reverencia. Ophélie profirió una exclamación y al momento rompió a llorar.

– Dios mío… Es precioso… ¡Pip! Matt…

No cesaba de contemplarlo. Era un retrato hermosísimo en el que Matt no solo había plasmado su rostro delicado, sino también su espíritu. Cada vez que lo miraba se echaba a llorar. Le costó mucho dejarlo en casa cuando salieron a cenar y estaba impaciente por colgarlo. Su reacción era todo lo que Matt había deseado, y Ophélie no paró de darle las gracias durante toda la velada.

Lo pasaron en grande. Matt había encargado una tarta de cumpleaños al restaurante, y fue una velada perfecta. Al llegar a casa, Pip no pudo reprimir un bostezo. Había sido un gran día para ella; llevaba meses esperando el momento de regalarle el retrato a su madre, y la emoción la había agotado. Ophélie aún sostenía el cuadro entre las manos cuando Pip los besó a ella y a Matt antes de subir a acostarse. Matt estaba encantado de verla tan contenta por el regalo.

– No sé cómo podré agradecértelo. Es el mejor regalo que me han hecho en toda mi vida.

Un regalo de amor, no solo de Pip, sino también de Matt.

– Eres una mujer increíble -murmuró él mientras se sentaba junto a ella en el sofá.

Y honorable, como sabía; algo que había llegado a significar mucho para él, sobre todo a la luz de lo que Sally le había hecho y de lo que sabía que Ophélie había sufrido. Era una mujer inusual, al igual que él, pero las personas a las que habían amado también habían sido inusualmente crueles con ellos.

– Siempre eres tan bueno conmigo y con Pip -comentó ella con gratitud al tiempo que él le tomaba la mano.

Quería que Ophélie confiara en él y creía que así era, pero no sabía hasta qué punto. Y lo que quería decirle requería mucha confianza.

– Mereces que la gente sea buena contigo, Ophélie, y Pip también.

Las consideraba parte de su familia, y él era la única familia que les quedaba a ellas, pues Ophélie tenía la sensación de haber perdido todo lo demás.

Sin dejar de mirarla, se inclinó hacia ella con delicadeza y la besó en los labios. Era la primera mujer a la que besaba en muchos años, y ningún hombre la había tocado a ella desde la muerte de Ted. Eran dos seres cautos, frágiles, dos estrellas surcando el firmamento. Ophélie se sobresaltó un poco, pues no esperaba que Matt la besara, pero, para alivio de este, no se resistió ni se apartó. Sencillamente quedó suspendida en el momento con él, y, cuando Matt retrocedió un poco, ambos estaban sin aliento. Matt temía que Ophélie se enfadara con él y experimentó un profundo alivio al comprobar que no era así. Sin embargo, sí parecía asustada, de modo que la abrazó con fuerza.

– ¿Qué estamos haciendo, Matt? ¿No será una locura?

Por encima de todo, necesitaba sentirse segura, y el único lugar donde se sentía segura era con él, que a su vez se sentía a salvo con ella.

– No lo creo -la tranquilizó-. Hace mucho tiempo que siento esto por ti, más del que creía, pero me daba miedo ahuyentarte si decía algo. Te han hecho tanto daño.

– Y a ti -susurró ella, acariciándole el rostro.

Se dijo que Pip estaría encantada, y la idea le hizo sonreír.

– También estoy enamorado de ella -aseguró Matt cuando Ophélie se lo dijo-. Me muero de ganas de que conozcáis a mis hijos.

– Y yo -convino ella, feliz, antes de que Matt volviera a besarla.

– Feliz cumpleaños, amor mío -musitó Matt antes del último beso.

Aquella noche, cuando él se fue, Ophélie supo sin lugar a dudas que aquel había sido el mejor cumpleaños de su vida.

<p>Capítulo 23</p>
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