La esperaba en la cocina cuando Matt la llevó a casa desde la escuela. Pip se fijó al instante en la expresión de su madre. Matt ya estaba al corriente, pues Ophélie lo había llamado al coche cuando se dirigía a la escuela. Matt prometió hacer cuanto estuviera en su mano para apoyarlas a ella y a Pip.
– ¿Qué pasa? -inquirió Pip.
Aún recordaba la última vez que viera aquella expresión en el rostro de su madre. En aquella ocasión había sido mucho peor, pero verla de aquel modo la asustó. Temía que su madre le anunciara que ella y Matt habían decidido no casarse después de todo, pero Ophélie se apresuró a asegurarle que todo iba bien, aunque tenía una mala noticia.
– ¿
El perro estaba en el jardín, y Pip aún no lo había visto. Ophélie la miró con una sonrisa. No les quedaba nadie salvo Matt.
– No, se trata de Andrea. Ha muerto.
Pip adoptó una expresión atónita que al cabo de unos instantes se trocó en otra de tristeza.
– Estaba muy enferma. Me llamó hace más de dos semanas, pero preferí no decírtelo enseguida.
– ¿Todavía estabas enfadada con ella? -quiso saber Pip sin apartar la mirada del rostro de su madre.
– La verdad es que no. Hicimos las paces cuando me llamó para contarme que estaba enferma.
– ¿Qué te hizo?
Ophélie cambió una mirada con Matt, que se preguntó qué diría y escuchó con aprobación su respuesta.
– Te lo contaré algún día, cuando seas mayor, pero ahora no.
– Debió de ser horrible -comentó Pip, solemne.
Conocía a su madre lo suficiente para saber que, de lo contrario, habría perdonado a Andrea mucho antes y la habría vuelto a ver.
– A mí me lo pareció.
Algún día, Pip tendría que saber que Willie era su hermanastro.
– ¿Qué pasará con Willie? -preguntó Pip con tristeza.
El niño se había convertido en un huérfano, una idea espantosa, incluso para ella.
– Vendrá a vivir con nosotros -repuso Ophélie sin alterarse.
– ¿En serio? ¿Cuándo? -exclamó Pip con los ojos abiertos de par en par.
– Hoy mismo.
Pip parecía complacida, y Matt sonrió. Sin lugar a dudas, los acontecimientos habían dado un giro inesperado, pero como todo en la vida, predestinado de algún modo si había sucedido así. De nuevo reflexionó sobre la tortuosidad de la existencia. Si las cosas hubieran ido de otro modo, tal vez Ophélie habría muerto a consecuencia de los disparos, pero ahora estaban a punto de casarse, y el hijo de otra mujer, que también era hijo de Ted, viviría con ellos. La vida estaba llena de avatares extraordinarios y complicados.
La au pair llevó a Willie y todas sus cosas a última hora de la tarde. Ophélie y Pip las esperaban. Fue un momento muy emotivo para Ophélie, porque el niño no solo era de Ted, sino también de Andrea, y habían sido amigas durante dieciocho años. Willie había crecido mucho en los cuatro meses que llevaban sin verlo. Ophélie preguntó a la mujer si estaba dispuesta a quedarse a trabajar para ellos, y la au pair accedió. La casa se estaba llenando de gente por momentos, pero Ophélie no se veía capaz de cuidar sola del niño, un trabajo a tiempo completo. Por el bien de Pip y de Matt, quería disponer de ayuda para encargarse de él, ya que de lo contrario no tendría energía suficiente para dedicarse a ellos.
Tras reflexionar unos instantes, habló con Matt, quien se mostró de acuerdo con su propuesta si a Pip le parecía bien, lo que sin duda sería el caso. Ophélie le pidió que se trasladara a su dormitorio, ya que de todos modos iban a casarse. El estudio de Ted, donde se había alojado Matt hasta entonces, sería el dormitorio del bebé y de la au pair. De momento se las arreglarían así, pues Ophélie aún no quería cambiar nada en la habitación de Chad. Sin embargo, convino con Matt en que pronto necesitarían una nueva casa. Quería tener dormitorios de invitados para Robert y Vanessa. Con la disposición actual, Vanessa tendría que dormir en la habitación de Pip, la cual estaba encantada, pero lo cierto era que la casa empezaba a quedárseles pequeña. Por su parte, la casita de Safe Harbour, con su único dormitorio y su acogedora salita, solo serviría como refugio romántico para Matt y Ophélie, lo que no era mala idea.
Aquella noche, cuando el bebé y la
– Desde luego, las cosas están cambiando a marchas forzadas en esta casa, ¿verdad, mi amor?
– Y que lo digas. ¡Imagínate si me quedo embarazada!
Pero solo bromeaba. Con la llegada de Willie, la familia ya le parecía lo bastante grande, y no tenía intención de ampliarla, ni entonces ni más adelante. Antes de dormirse, dio de nuevo las gracias a Matt por mostrarse tan comprensivo en todo.
– En esta casa nunca se sabe qué pasará mañana -repuso Matt alegremente-. La verdad es que empieza a gustarme.
– Y a mí -convino Ophélie al tiempo que se acurrucaba contra él.
Al cabo de unos minutos, todos los moradores de la casa de Clay Street dormían a pierna suelta.
Capítulo 29