Ay, Chipo, no puedo. Se me hace un nudo en la garganta de verlo. Es bello. Bello.
— Qué.
— El entierro. Tú te estás sonriendo y pensando:
—
Pero no obstante, lloras. Sí, tú también estás llorando.
— Yo me tengo que preparar, no crees tú.
— Siempre debes estar listo. Pero no te creas que me voy a ir todavía. Me queda bastante más.
— Ay, yo creía.
— No todavía.
— Lo siento.
— Me decepcionas.
— Pero no te vas.
— Luego, por ahora no. Estoy disfrutando demasiado mis fantasías.
— Ay, Chipi, pero se te olvidó contarme lo del tallo.
— Qué tallo
— Así. Así.
— Ah, tú dices, cuando le pasaba los dedos al tallo de la copa de vino, despacio y de arriba abajo, y más despacio todavía. En la bellonera comenzó a cantar Barbra Streisand
Honestamente, no buscaba nada, pero esa picardía me puso caliente. Tenía que dar el jaque mate. Lo di y el lobo me comió en la oscuridad. Me pasó la lengua por encima de los dientes, probando si mis perlas eran verdaderas, yo sentí su lengua abordando cada uno de mis dientes, y luego metí la lengua por debajo de la suya, y en su locura me mordió la lengua, pero la lengua de él y la mía se acariciaban, y se tocaban las colas, bajando y subiendo, como olas levantadas y a la vez las lenguas, masticadas por el deseo, de tanto chuparse, biberones, tetas, bombones, se habían quedado como li-mones exprimidos. Pero al yo abrir los ojos, me pasé la lengua por los labios, desde un extremo a otro y volví a sentir la frugal y única saliva de Jabalí, su lengua viva, como un goldfish corriendo por debajo de una planta, tras una pecera, preñada de aguavivas y de espermatozoides, y lo bello era ver cómo nadaba, el goldfish, con su dorado anaranjado, y su gordura sexual, y su culipandeo estallido en mi boca. Ummm. Suspiré lánguido, habiendo perdido el aliento, me recompuse en el acto. Imagínate, una vez Jabalí me había dicho:
—
Y yo así lo iba a hacer. Pero qué pasa, cuando sus amigos llegaron Jabi me dijo:
A mí se me salieron las lagrimitas. Y le dije a uno de ellos en secreto, sollozando, y con hipo, levantando la cabeza, lagrimeando, y bajándola de nuevo:
Y me cogió por el codo para levantarme la moral y parar el valle de lágrimas.