1) Las personas que actualmente padecen deficiencias de neurotransmisores (NT) sufren numerosas enfermedades propias del hombre occidental: obesidad, depresión, ansiedad, insomnio, alteraciones de la menopausia, etcétera. Las personas depresivas sufren perturbaciones en distintas áreas del cerebro, responsables del humor y la regulación del apetito, el sueño, el deseo sexual y la memoria. Exceptuando la hipófisis, todas esas áreas forman parte del sistema límbico: en condiciones normales, reciben señales provenientes de las neuronas que secretan serotonina o noradrenalina. Una disminución de la actividad de los circuitos serotoninérgicos o noradrenérgicos podría favorecer la aparición de un estado depresivo. Según nuestros estudios, numerosas depresiones parecen ser el resultado de perturbaciones en los circuitos cerebrales que utilizan monoaminas como neuromediadores. Los antidepresivos más vendidos en Europa y en Estados Unidos, tales como el Prozac, funcionan aumentando artificialmente el nivel de serotonina en las sinapsis de las neuronas afectadas por esas enfermedades. Si se encontrara el gen que permitiera conseguir un índice suficiente y regulado de ese NT, podrían generarse «superhombres»: adiós a la obesidad, a la ansiedad, a la depresión y al insomnio. De la misma manera, uno podría someterse al estrés más terrible sin que la psique se viera afectada: el medicamento sería un éxito comercial sin precedentes, tendría un mercado de cientos de miles de personas.
2) Hemos centrado nuestras investigaciones en una enzima, la MAO. La enzima intracelular MAO (monoamina-oxidasa) modula la concentración sináptica y degrada las monoaminas (serotonina y noradrenalina). Su gen ha sido clonado, así como el resto de sustancias que permiten su regulación. Los fragmentos de ADN correspondientes a esta enzima se han introducido después con éxito en un AAV Este vector viral ha sido probado con éxito en monos. Se ha utilizado la terapia genética in vivo que consiste en inyectar el vector portador del gen de interés terapéutico directamente en el torrente sanguíneo, para alcanzar específicamente las células requeridas.
Dado que los efectos secundarios de este tipo de sustancias sólo pueden analizarse en cobayas humanos, hemos preparado y testado este ADN recombinado en determinadas personas.
Tras largos titubeos debidos a la hipertensión y sobre todo a reacciones suicidas o de máxima violencia, actualmente podemos afirmar que dichas pruebas han dado resultados positivos.
3) Por otro lado, hemos seleccionado una cepa de VIH-1-4 antes de proceder a la obtención de virus mutados en el gen de la gp41. Esta glucoproteína posee el péptido que corresponde a un ámbito responsable de la interacción con la caveolina, proteína de la membrana celular que, asociada a otros constituyentes de la membrana, está implicada en la internalización de elementos externos, como virus (por ejemplo). Este ámbito de gp41, llamado CBD1, desempeña una función importante en la infección de células por el VIH. La mutación, al contrario que las investigaciones llevadas a cabo por nuestros colegas, permite una penetración más importante y eficaz en los T4. El virus es, pues, capaz de infectar y de destruir a un 80% de los T4 en pocas semanas. Las personas infectadas por este «súper virus» mueren de enfermedades oportunistas antes incluso de que se las diagnostique como seropositivas.
El virus ha podido introducirse con éxito en el 100% de los sujetos tratados.
Epkeen releyó por tercera vez el documento.
La adrenalina de su organismo había vuelto a niveles normales tras su excursión nocturna a la agencia de Hout Bay: el ordenador ronroneaba en la habitación del fondo, la de David, abandonada desde hacía mucho tiempo -un póster de Nirvana colgaba aún de la pared, con la esquina izquierda despegada como señal de duelo…-.
El radiodespertador indicaba las 5:43. Epkeen empezaba a sentir sueño. Había quedado dos horas después con Ali y Janet, y no estaba seguro de haber comprendido todos los detalles del caso, y menos todavía el galimatías técnico del director del proyecto de investigación. Charles Rossow, así se llamaba. Especialista en biología molecular… Epkeen había abierto los iconos del disco duro que había robado de la maleta de Hout Bay y había encontrado ficheros de títulos sibilinos en los que había una serie de cuadros, detalles de experimentos y otros análisis redactados en una jerga casi incomprensible para un profano en la materia. Pero había entendido lo esencial: éxito comercial sin precedentes, virus… Ese fichero era pura dinamita.