Tembo acababa de entregarle el primer informe de la autopsia. Nicole Wiese había muerto hacia la una de la madrugada, en el Jardín Botánico. La habían asesinado a golpes con un martillo o un objeto similar -maza, barra de hierro-: treinta y dos puntos de impacto, concentrados esencialmente en el rostro y en el cráneo. Lesiones, hematomas y fracturas múltiples, entre ellas el húmero derecho y tres dedos. Hundimiento del cráneo. No se habían encontrado fragmentos de piel bajo las uñas, ni semen en la vagina. Contrariamente a las declaraciones apresuradas de su padre, no se había confirmado que hubiera habido violación, ni tampoco había habido penetración anal. Lo único seguro era que la joven no era virgen en el momento del crimen. Por otro lado se le había encontrado sal marina en la piel» granos de arena en el cabello y unos extraños arañazos en brazos y tórax, provocados por alambre oxidado. Las marcas eran recientes.
– Pudo arañarse al cruzar un cercado -aventuró Epkeen.
– El acceso al Jardín Botánico es libre, no hay ningún cercado -puntualizó Neuman.
Pero lo más sorprendente provenía de los análisis toxicológicos: el laboratorio había revelado la presencia de una mezcla de plantas cuya absorción se remontaba a varios días antes (los análisis aún no habían concluido) y sobre todo de un cóctel constituido por marihuana, una base de metanfetaminas y otra sustancia química que aún no había sido identificada…
– Metanfetaminas -repitió Epkeen.
– La base del tik -confirmó Neuman.
La nueva droga que hacía estragos entre la juventud de Ciudad del Cabo.
– Según Tembo, el producto fue inhalado poco antes del asesinato -prosiguió Neuman-. Probablemente Nicole estuviera aturdida cuando la agredieron. El asesino pudo quizá utilizar la droga para abusar de ella, o llevarla al Jardín Botánico sin que opusiera resistencia…
La noticia los dejó un momento perplejos. Fabricada a partir de la efedrina, la metanfetamina podía fumarse, inhalarse o inyectarse por vía intravenosa. En forma de cristales (crystal meth), el tik costaba una sexta parte del precio de la cocaína, para un efecto diez veces más potente. Fumar o inyectarse metanfetamina producía un subidón rápido: estimulante físico, ilusión de ser invencible, sentimiento de poder, dominio de sí, energía, volubilidad excesiva, euforia sexual… A medio plazo, los efectos se invertían: cansancio intenso, descoordinación de los movimientos, nerviosismo incontrolable, paranoia, alucinaciones visuales y auditivas, llagas e irritación de la epidermis, delirio (sensación de hormigueo en la piel, como el producido por insectos), somnolencia extrema, náuseas, vómitos, diarrea, visión borrosa, aturdimiento, dolores en el pecho… Sumamente adictivo, el tik llevaba a la depresión o a psicosis cercanas a la esquizofrenia, con daños irreversibles en las células cerebrales. La paranoia además podía provocar pensamientos asesinos o suicidas, y en algunos casos los síntomas sicóticos persistían hasta meses después de la desintoxicación…
O la joven era totalmente inconsciente, o la habían engañado acerca de la mercancía que había consumido.
– El amante de Nicole sigue sin aparecer -dijo Neuman-: por lo que es probable que tenga algo que ver con la droga. El tik se ha extendido por los townships, pero mucho menos en la costa o en los entornos blancos… En esta historia hay algo que no cuadra.
– ¿Piensas que el dinero que sacó en Muizenberg lo quería para comprar droga?
– Mmmm…
– ¿Y qué dicen nuestros confidentes?
– Los estamos presionando, sin resultado por ahora. Si hay un tráfico en la costa o una nueva droga en el mercado, nadie parece estar al corriente.
– Qué extraño.
– Quizá tenga algo que ver la sustancia no identificada -avanzó Epkeen.
– Es posible.
La metanfetamina constituía la base del tik, pero éste llevaba de todo: efedrina, amoniaco, disolvente industrial, Drano o litio de batería, ácido clorhídrico…
Claire apareció entonces en el otro extremo del césped. Ahora que había anochecido el aire era más fresco, había acostado a los niños y apretaba sus brazos descarnados contra el pecho, como si temiera que se le fueran a caer a pedazos.
Los tres hombres callaron, colgados de sus labios.
– ¿Puedo unirme a vosotros?
Claire flotaba un poco dentro de sus vaqueros, pero no había perdido un ápice de su gracia. Un pájaro del paraíso, alcanzado en pleno vuelo.
"El barrio de Observatory albergaba a parte de la población estudiantil pero podía reducirse a un trozo de calle, Lower Main Street, que concentraba bares y restaurantes alternativos. Neuman aparcó delante de una cantina tex-mex de rótulo parpadeante y se fundió entre los grupos de jóvenes que paseaban por las aceras.
Una clientela variopinta se agolpaba en la puerta del Sundance. Un xhosa gordo como una morsa controlaba la entrada con aire perezoso. Neuman reparó en la cámara de vigilancia apostada sobre la puerta y plantó su placa y la foto de la chica ante las narices del gordo:
– ¿Ha visto alguna vez a esta chica?