Ya no podremos averiguar jamás en su totalidad quiénes caían bajo esta amplia definición de
insectos:la población rusa
era demasiado heterogénea, y en su seno se encontraban pequeños grupos aislados, algunos sin función e incluso ahora olvidados. Eran insectos, naturalmente, los miembros de los
zemstvos.*Eran insectos los cooperativistas. Todos los propietarios de inmuebles. Se encontraban no pocos insectos entre los profesores de los liceos. Insectos eran todos los que formaban parte de los consejos parroquiales y quienes cantaban en el coro de las iglesias. Eran insectos todos los sacerdotes y, con mayor razón, todos los frailes y monjas. Incluso aquellos tolstoyanos* que al ingresar en la administración soviética, o pongamos por caso en el ferrocarril, no prestaron el obligatorio juramento escrito de defender el régimen soviético con las armas en la mano, también resultaron ser insectos (y ya veremos casos de juicios contra ellos). Puestos a hablar del ferrocarril, diremos que bajo el uniforme ferroviario mismo se ocultaban muchos insectos, que era preciso extirparlos, y a algunos darles incluso el paseo. Los telegrafistas, no se sabe por qué, eran en su casi totalidad insectos consumados, hostiles a los soviets. Nada bueno puede decirse tampoco del VIKZHEL y de otros sindicatos, a menudo abarrotados de insectos enemigos de la clase obrera. Sólo con los grupos hasta ahora enumerados nos encontramos ante un número enorme que ya requiere varios años de limpieza.
¿Y cuántos, además, endemoniados intelectuales, estudiantes inquietos, excéntricos de todo tipo, buscadores de la verdad y santones iluminados, de los que Pedro el Grande trató en vano de limpiar Rusia y que siempre estorban en un régimen armonioso y severo?
Habría sido imposible llevar a cabo esta higiénica limpieza —y además en tiempos de guerra— de haber utilizado las obsoletas formas procesales y las normas jurídicas. Se optó por una forma completamente nueva: la represión
extrajudicial,y la Cheká, la Guardiana de la Revolución, cargó abnegadamente sobre sus hombros esta tarea ingrata. La Cheká fue un órgano represivo único en la historia humana, un órgano que concentraba en una sola mano la vigilancia, el arresto, la instrucción del sumario, la fiscalía, el tribunal y la ejecución de la
sentencia.
En 1918, para acelerar también el triunfo cultural de la revolución, empezaron a destrozar y arrojar a la basura las reliquias de los santos y a requisar los objetos litúrgicos. Se produjeron revueltas populares en defensa de las iglesias y monasterios saqueados. Aquí y allá tocaban las campanas a rebato, acudían los creyentes, algunos incluso con estacas. Naturalmente, hubo que
despachara alguno ahí mismo y arrestar a otros.
Al reflexionar ahora sobre los años 1918-1919, tropezamos con una dificultad: ¿Debemos incluir en las nadas penitenciarias a todos aquellos a quienes
dieron el paseoantes de llegar siquiera a la celda? ¿Y en qué capítulo incluir a otros cuando los comités de campesinos pobres se
los llevabandetrás del porche
[17]del soviet rural a un patio trasero? ¿Llegaron acaso a hollar la tierra del Archipiélago los participantes en complots, que se descubrían a racimos uno en cada provincia (dos en Riazán, uno en Kostromá, uno en Vyshni Volochok, uno en Vélizh, varios en Kiev, varios en Moscú, Sarátov, Chernígov, Astraján, Seliguer, Smolensk, Bobruisk, el de la caballería de Tambov, el de Chembar, Velikie-Luki, Mstislavl y otros), o bien no les dio tiempo y, en tal caso, deben quedar fuera de nuestra investigación? Además del aplastamiento de insurrecciones famosas (Yaroslav, Múrom, Rybinsk, Arzamás), hay algunos acontecimientos de los que sólo conocemos un nombre, por ejemplo los fusilamientos de Kólpino en junio de 1918. ¿De qué se trató? ¿A quién mataron? ¿Dónde dejar constancia de ellos?
También resulta bastante difícil determinar si deben figurar aquí, en las riadas penitenciarias, o bien incluirlos en el balance de la guerra civil, las decenas de millares de
rehenes,ciudadanos pacíficos a los que no se acusaba concretamente de nada y de quienes no se llevaba lista ni siquiera a lápiz, pero a los que se cogía y liquidaba para aterrorizar o para vengarse del enemigo militar o de una masa insurrecta. El 30 de agosto de 1918
[18]el NKVD dio orden a todas las provincias de «arrestar inmediatamente a toda la derecha eserista, y tomar una
importante cantidad de rehenesentre la burguesía y la oficialidad».
[19]