—No hagáis preguntas estúpidas. ¡Pues claro que hay ley! La ley de la taiga. Pero justicia nunca la ha habido en el Gulag ni la habrá. Este caso en Kargopol es justamente el símbolo del Gulag. Y acostumbraos también a otra cosa: en el campo nadie hace nada porque sí, nadie mueve un dedo por buena voluntad. Por todo hay que pagar. Si os ofrecen algo desinteresadamente, sabed que es una trampa, una provocación. Y lo más importante: ¡Guardaos de los trabajos comunes! ¡Rehuidlos desde el primer día! Quien va a los comunes el primer día está perdido para siempre.
—¿Los trabajos
—Es el trabajo principal que se lleva a cabo, la base de la vida en el campo. Con ellos se ocupa al ochenta por ciento de los presos. Y revientan todos, todos. Y cuando llegan otros nuevos, derechitos a los «comunes». Ahí dejaréis vuestras últimas fuerzas. Y siempre estaréis hambrientos. Siempre calados. Sin calzado. Y os timarán con el peso de la ración. Y con cualquier otra cosa que pueda medirse. Os darán los peores barracones. Y nadie os atenderá si caéis enfermos. En un campo sólo puede
¡A cualquier precio!
¿A cualquier precio...?
En Krásnaya Presnia tomé buena nota de estos consejos, nada exagerados, de aquel cruel preso con destino especial. Olvidé sólo preguntarle: ¿Cuan alto es el precio? ¿Hasta qué extremo podía pujar?
3. Las caravanas de esclavos
Viajar en un vagón-zak es un vía crucis, ir en un cuervo, un calvario, y pronto se convierte también en un suplicio la prisión de tránsito. ¡Cuánto mejor sería ahorrarse todo esto y llegar al campo directamente en los vagones rojos!
En este caso, como siempre, los intereses del Estado coinciden con los del individuo. Para el Estado también resulta preferible expedir a los condenados hacia los campos por ruta directa, sin sobrecargar los ferrocarriles que enlazan los grandes centros urbanos, la red de carreteras y el personal de las prisiones de tránsito. Hace ya tiempo que el Gulag lo ha comprendido y asimilado perfectamente: son las caravanas
Los trenes rojos son rentables siempre que en algún lugar cercano haya tribunales sesionando a marchas forzadas, o cuando alguna prisión de tránsito está llena hasta los topes, es decir, siempre que puedan expedirse grandes masas de presos de una sola vez. Así fueron trasladados millones de campesinos en los años 1929-1931. Así se arrancó a todo Leningrado de Le-ningrado. Así se pobló Kolymá en los años treinta. Todos los días la capital de nuestra patria, Moscú,
[287]vomitaba uno de estos trenes en dirección a Soviétskaya Gavan, hacia el puerto de Vanino. Y cada capital de provincia enviaba igualmente trenes rojos, aunque no cada día. Así deportaron en 1941 a toda la República de los alemanes del Volga hacia Kazajstán, y a partir de entonces hicieron lo mismo con los demás pueblos. En esos mismos trenes trajeron en 1945 a los hijos e hijas pródigos de Rusia, desde Alemania, Checoslovaquia, Austria, o simplemente a aquellos que habían llegado por sus propios medios hasta nuestras fronteras occidentales. Y en 1949 transportaron así a los del Artículo 58 hasta los Campos Especiales.Los vagón-zak se atienen al horario gris de los ferrocarriles, toda vez que los vagones rojos circulan al amparo de una
orden quecae de las alturas y viene firmada por algún importante general del Gulag. El vagón-zak no puede tener como destino un lugar deshabitado, su final de trayecto ha de ser una estación, y aunque se trate de un lugarucho de mala muerte, ha de poder descargar en una prisión preventiva techada. En cambio el tren rojo puede llegar hasta un lugar desierto y ahí donde se detenga, inmediatamente habrá surgido del mar —el mar de la estepa o de la taiga— una nueva isla del Archipiélago.