Durante largo tiempo se llevaron a cabo continuos traslados a pie de Karabas a Spassk. Serían unos treinta y cinco o cuarenta kilómetros, pero era preciso cubrirlos en un solo día, con un millar de hombres a la vez, entre ellos algunos muy debilitados. Es de prever que muchos caerán y se rezagarán con esa astenia e indiferencia que precede a la muerte, que no caminen aunque les peguen un tiro. Ya no temen a la muerte, ¿pero temen quizás aún al palo? ¿Quizá teman al palo incansable que cae sobre ellos una y otra vez, indiscriminadamente? ¡Al palo sí que le temen! ¡Vaya si caminarán! Nunca falla. Y así la columna queda rodeada no sólo por el habitual cordón de soldados con metralletas a unos cincuenta metros, sino también por un cinturón interior de soldados que en vez de fusiles llevan garrotes. Los que queden atrás recibirán los palos (como ya había profetizado el camarada Stalin),
[298]más y más palos, yEn febrero de 1936 aún pudo verse en Nizhni-Nóvgorod a una columna de ancianos venidos del este del Volga que eran conducidos a pie. Sus luengas barbas, sus vestidos de estameña tejidos a mano, albarcas de corteza de abedul y peales recordaban «la Rusia que se va...».
[299]Y de pronto cruzaron tres automóviles, en uno de los cuales iba Kalinin, el presidente del VTsIK. Detuvieron la columna. Kalinin pasó ante ella sin mostrar ningún interés•Cierra los ojos, amigo lector. ¿No oyes un retumbar de ruedas? Son los vagones-zak que pasan. Son también unos vagones rojos. Cada minuto del día. Cada día del año. Y ahora, ¿oyes el chapoteo? Son las gabarras de presos. Y ahora, ¿no oyes cómo ruge el motor de los cuervos? Continuamente encerrando, embutiendo, trasladando. ¿Y ese rumor? Son las celdas atiborradas de las prisiones de tránsito. ¿Y aquel aullido? Es el llanto de los que han sido expoliados, violados, apaleados.
Hemos pasado revista a todos los procedimientos de transporte y cada vez que hemos hablado de uno hemos concluido que era el peor. Hemos echado un vistazo a las prisiones de tránsito y no hemos encontrado ni una sola que fuera buena. Y hasta la última esperanza humana de que por delante algo mejor nos espera, de que todo será mejor en el campo, es una esperanza vana.
En el campo aún será peor.
4. De isla en isla
En el Archipiélago también se transporta a los zeks de isla en isla por medio de canoas individuales. Se conocen como