¿Resistencia? Sí la hay, aunque muy pocas veces. He aquí un episodio cuyo recuerdo se ha conservado. Ocurrió en 1950, en una barcaza de ésas, dispuesta de modo semejante, sólo que más grande, una barcaza de cabotaje marítimo. Durante un transporte Vladivostok-Sajalín, siete muchachos desarmados, condenados por el Artículo 58, plantaron cara a los cofrades (todos
perros),alrededor de ochenta (y como siempre, no iban desprovistos de cuchillos). Los perros ya habían registrado a toda la partida de presos en la prisión de tránsito «Tres-Diez» de Vladivostok. Los habían cacheado con minucia —no peor que los carceleros, porque se conocen todos los escondrijos— pero sabían también que en un
pasamanossiempre se escapa algo. Conscientes de esto, una vez en la sentina
anunciaron arteramente: «El que tenga dinero puede comprar tabaco». Y Misha Grachov sacó tres rublos que llevaba escondidos en la cazadora guateada. Entonces uno de los perros, Volodka
[294]«el Tártaro», le increpó: «¿Qué pasa, bujarrón, es que tú
no pagas impuestos?».Y se echó sobre él para quitarle el dinero. Pero Pável (no se ha conservado el apellido), brigada del ejército, lo apartó de un empujón. Volodka «el Tártaro» le hizo
la horquillaen los ojos, pero Pável lo derribó. En esto acudieron otros perros, unos veinte o treinta, pero en torno a Grachov y Pável se levantaron Volodia Shpakov, ex capitán del ejército, Seriozha Potápov, Volodia Reunov, Volodia Tre-tiujin, también ex brigadas del ejército, y Vasia Kravtsov. ¿Y qué pasó? El lance no pasó de unos cuantos puñetazos por ambos bandos. Los cofrades habían hecho gala de su ancestral e intrínseca cobardía (que siempre camuflan bajo una máscara de dureza y desapego), o quizá fue que les estorbaba la proximidad del centinela (ocurrió debajo mismo de la escotilla), o tal vez que se reservaban para otra tarea de más trascendencia social: se proponían adelantarse a los
ladrones decentesy hacerse con el control de la prisión de tránsito de Aleksandrovsk (la misma que describe Chéjov)
[295]y de las obras de Sajalín (pero, naturalmente, no para ponerse ellos a trabajar). Lo cierto es que acabaron retrocediendo y que todo quedó en amenazas: «¡Cuando desembarquemos os vamos a hacer
picadillo!».(En resumen, que no hubo pelea ni hicieron «picadillo» a nadie. En la prisión de tránsito de Aleksandrovsk esperaba a los perros un contratiempo: ya estaba en manos de los «decentes».)
Los barcos de vapor que van a Kolymá están organizados de manera semejante a las gabarras, si bien en ellos todo es a mayor escala. Por extraño que parezca, todavía siguen con vida algunos presos que en la primavera de 1938 partieron hacia allá en la célebre expedición del
Krasin,que abría paso entre los hielos primaverales a un puñado de viejos cascarones: el
Dzhurma,el
Kulu,el
Nevostróiy el
Dneprostrói,todos de vapor.
Las sucias y frías sentinas se dividían también en tres plantas, pero además, en cada una había literas de dos pisos hechas de estacas. No todo estaba a oscuras: había algún que otro farol o candil. Permitían a los presos de cada sector salir a cubierta por turno para pasear. Cada vapor transportaba a tres o cuatro mil hombres. Como el viaje duró más de una semana, el pan cargado en Vladivostok se enmoheció, por lo cual hubo que reducir la ración de seiscientos gramos a cuatrocientos. Para comer también les daban pescado, y en cuanto al agua potable..., pues no hay nada que criticar, porque no la había, estaban atravesando dificultades
temporales.A los rigores de un traslado fluvial, aquí había que añadir tempestades, mareos, hombres debilitados y abatidos que vomitaban. Carecían de fuerzas para levantarse y yacían entre los vómitos, todo el suelo estaba cubierto de una capa nauseabunda.