Finalmente, llegan a destino. Sala de baños antes de ingresar en el campo. Deben desnudarse en una caseta, atravesar el patio en cueros, a la carrera, y lavarse en otro barracón. Pero ahora ya se puede aguantar lo que sea: ¿O no han terminado ya los peores tormentos? ¡Lo importante es que ya hemos llegado! Anochece. De pronto se sabe que no hay sitio en el campo, que no están preparados para hacerse cargo de los nuevos. Así que después del baño, vuelta a formar, otra vez recuento, de nuevo rodeados de perros y a cubrir los mismos seis kilómetros arrastrando sus bártulos, sólo que ahora en la oscuridad, pateando la nieve de regreso hasta el tren. Pero durante esas horas las puertas de los vagones han estado abiertas y se ha helado su interior. En los vagones no queda ni rastro del mísero calor de antes y, además, como han llegado al final del trayecto, ya se ha quemado todo el carbón y no hay de dónde sacar más. Pasan, pues, la noche ateridos. Por la mañana les dan de comer gobio seco (el que quiera beber que mastique nieve) y los conducen de nuevo por el mismo camino.
¡Pero, de todos modos, éste fue un caso
Pero si el campo al que llegas lleva ya funcionando aunque sólo sea un par de semanas, aquello significa cierto confort, pues ya están en condiciones de dar comida caliente. Y aunque no haya escudillas, al menos ponen el primero y segundo plato juntos en una palangana de baño para cada seis. Los seis hombres formarán un círculo (tampoco hay mesas ni sillas), dos sostendrán la palangana por el asa con la mano izquierda, y con la derecha comerán cuando llegue su turno. ¿Que me estoy repitiendo, dice usted? ¿No era eso en Vogvózdino? Sí, pero también en Perebory en 1937 y es Loschilin quien ahora lo cuenta. No me repito yo, se repite el Gulag.
...Y más adelante pondrán a los novatos a disposición de unos jefes de cuadrilla escogidos entre los veteranos del campo, y en un abrir y cerrar de ojos éstos les habrán enseñado a
Poco a poco van floreciendo los bienes del Archipiélago, van tendiéndose nuevos ramales ferroviarios y los presos llegan ya en tren a muchos lugares hasta no hace mucho sólo accesibles por agua. No obstante, aún viven indígenas que cuentan cómo navegaron por el Izhma, igual que en la antigua Rusia, en galeras de cien hombres, y cómo ellos mismos remaron. Y cómo llegaban hasta el campo remontando el Pechora y el Usa en canoas. También enviaban zeks a Vorkutá en gabarras: hasta Adzvavom, el centro de transbordo de Vorkut-lag, en barcazas grandes y de allí se seguía diez días en lanchas de poco calado. La embarcación estaba infestada de piojos, hasta tal punto que la escolta permitía a los presos subir a cubierta de uno en uno para sacudirse los parásitos y echarlos al agua. Había también traslados fluviales que no eran directos, pues había que hacer transbordos, sirgar las barcas desde la orilla o cubrir etapas a pie-
También tenían allí sus propias prisiones de tránsito, a base de estacas y lonas o a veces con tiendas: Ust-Usá, Pomózdino, Shchelia-Yur. En estos ribazos
[292]regían usos propios. Cada uno de ellos tenía sus normas de vigilancia y, naturalmente, órdenes particulares y mañas propias ideadas por cada cuerpo de guardia, así como penalidades peculiares para los zeks. Pero no es éste lugar para describir esos lugares exóticos, y por tanto preferimos no abordar el tema.