Se detuvo un momento para acariciarle el cabello. El tiempo suficiente para envolverlo alrededor de su mano, otorgándole otra distracción a la mente. Los sedosos mechones eran una mezcla de colores dorados, deslizándose sobre su piel blanca cuando él los empujó sobre un hombro desnudo. Le mordió la nuca, complacido de ver aparecer la piel de gallina en sus brazos. Su cuerpo estaba sensibilizado, esperando por lo que él haría.
Después de envolver una ancha correa alrededor de su rodilla derecha, deslizó sus manos atadas por debajo de ella, dejándola en equilibrio sobre un hombro, la cabeza vuelta hacia un lado. Sonriendo, le ató las manos a la correa de la rodilla.
Su culo estaba hacia arriba en el aire, mostrándole sus cualidades plenamente. Tal vez algún día ellos podrían explorar ese gallardo pequeño agujero. Por ahora, tocó con sus dedos el pequeño hoyuelo junto a su columna vertebral antes de poner sus manos sobre las hermosas mejillas que todavía estaban un poco inflamadas por la azotaina.
Un escalofrío recorrió el cuerpo de ella.
Cabeza abajo, culo al aire, incapaz de moverse.
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Y entonces sus manos se cerraron sobre su trasero, jadeó y se estremeció. Él masajeó y acarició sus todavía tiernas nalgas, donde el dolor persistía. Ella se zarandeó por la sensación de sus dedos, el leve dolor y la excitación ondulando juntos, mojándola entre las piernas. Y quería más.
Mientras una mano bromeaba su trasero, la otra excitaba su coño, deslizándose dentro de sus jugos. Pasó un dedo suavemente a través de sus pliegues y hacia arriba para jugar con su sensible clítoris. Ella intentó menearse, y la mano sobre su trasero la detuvo, manteniéndola en su lugar. -No te muevas, pequeña.
Su dedo se deslizó a través de su coño, firmemente, luego golpeteó vacilante, y ella pudo sentir su clítoris hinchándose.
– Tu dulce pequeño clítoris es justo como mi polla, -murmuró. -Suave hasta que lo acaricias, y ahora siento cómo se puso más duro. Más grande.
Los despiadados toques continuaron hasta que ella palpitaba con la necesidad de más. Cuando la mano se alejó, ella se quejó.
– No quiero descuidar esta área. -Sus seguros dedos tocaron la parte exterior de su apertura luego atravesaron a través de sus hinchados labios internos dentro de su humedad. Ella luchaba para recuperar el aliento mientras las sensaciones se transmitían desde su clítoris hacia su núcleo entero. Donde sea que él tocaba la sensibilidad crecía y quemaba con la necesidad.
Ella apretó alrededor de sus dedos desesperadamente, tratando de mantenerlo adentro mientras deslizaba sus dedos adentro y afuera.
– Más, -jadeó ella.
Él se detuvo, quitando las manos de ella.
Su coño entero pulsó dolorosamente y ella gimió.
– ¿Cómo me llamaste? -Le preguntó con paciencia.
– Señor. Señor, por favor tócame.
– Mejor. -De repente, su boca estaba allí, donde sus dedos habían estado. Su húmeda y caliente lengua agitándose sobre su clítoris, bromeando su grieta con serpenteantes movimientos que la hacían estremecerse.
Ella jadeaba, tan cerca, tan cerca, y luego él se alejó otra vez, y ella gimió, sus manos cerrándose en puños.
Él se rió entre dientes luego condujo su polla profundamente dentro de ella en un duro empuje.
Ella gritó cuando su mundo se dividió a su alrededor, mientras sus espasmos se producían en torno a su dureza, temblando con tanta fuerza que sus piernas se debilitaron. Las manos de él la sostenían en su lugar, agarrando sus caderas y manteniéndola inmovilizada contra él.
Él se sentía incluso más grande en esta posición que en la otra, y ahora ella se retorcía, tratando de escapar. Sentía cómo su polla la había llenado por completo, clavándose contra el cuello del útero, y gimió de nuevo, la incomodidad y el deseo fundiéndose en su interior.
– Shhh, espera, pequeña, sólo tienes que esperar, -murmuró. Cuando se inclinó sobre ella, su polla se movió en su interior, arrancando otro grito ahogado de ella. Puso un musculoso brazo al lado de su hombro para sostenerse a sí mismo, y la otra mano jugaba con sus pechos. Rodó sus pezones suavemente entre sus callosos dedos hasta que sus pechos estuvieron apretados e hinchados, enviando un mensaje carnal a su ingle. Sus caderas se contonearon ligeramente mientras su coño se estremecía alrededor de su pene, adaptándose a su tamaño.