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Puso un dedo debajo de su barbilla, levantándole su rostro.

– ¿No has hecho esto antes, gatito?

– Dos veces. No fui muy buena en eso, -admitió con tristeza. Su último novio había sido mordaz con sus comentarios sobre su desempeño en el sexo oral. ¡Qué diablos!, en cualquier tipo de sexo.

Los ojos del Maestro Z se estrecharon.

– Por qué no tomas esa caliente y suave boca y la pones alrededor de mi polla. Tú empieza, y yo voy a instruirte cuando sea necesario.

Le gustaba su boca. Eso era suficiente estímulo para que ella lo agarre en sus dedos. Su polla era flexible, la cabeza suavemente aterciopelada cuando cerró los labios alrededor de ella.

Para su deleite, él zumbó con apreciación. Suavemente, movió su boca sobre su pene, sintiéndolo endurecerse, alargarse. La piel floja apretándose alrededor de la dureza por debajo, y ella alejó su boca para mirar. Más temprano, había sentido como él había entrado en ella con algo enorme, y lo era.

Riéndose, él le acarició el pelo de nuevo.

– Continúa, gatito.

Por lo menos lo había complacido lo suficiente para ponerlo duro. Eso era algo, ¿verdad? Deslizó sus labios hacia arriba y abajo, humedeciéndolo con su boca.

– Usa tu lengua, -murmuró. -Imagínate que es mi lengua sobre tu clítoris. La única diferencia es el tamaño.

Oooh, recordó cómo su boca se había sentido sobre ella, cómo su rapaz lengua había lamido sobre ella, a su alrededor… El recuerdo la hizo mojarse, le hizo vibrar el clítoris. Con este conocimiento, pasó su lengua por la parte inferior de su polla, jugando con las gruesas venas y luego la arremolinó alrededor de la cabeza. Tomándolo plenamente dentro de su boca otra vez, chupó ligeramente de la misma forma que él había succionado su clítoris.

Su mano se apretó en su pelo.

– Ahhh, eso es perfecto, Jessica. Ahora usa tus manos también.

¿Las manos? Sosteniendo su polla con una mano, tiró la cabeza hacia atrás y lo miró. Él movió sus piernas separándolas, y sus bolas se balancearon, atrayendo su atención. Siempre había querido tocar a un hombre allí, para ver cómo se sentían. Con su mano libre, deslizó su palma debajo de un testículo, levantándolo, dejando que sus dedos lo acaricien. Tan pesado y suave. Pero podría decir de alguna manera, que a pesar de que él estaba disfrutando esto, ella no estaba volviéndolo loco, como él había hecho con ella.

Ella realmente quería llevarlo a la liberación.

Volviendo su atención a su polla, lamió su camino de regreso, entonces la agarró con ambas manos por la gruesa base. Apretó con suavidad y los músculos de sus piernas se apretaron. ¡Sí! Lo tomó en su boca otra vez, deslizándolo adentro y afuera, deslizando sus manos hacia arriba y hacia abajo en contrapunto. Él se puso más duro, más grueso, y su satisfacción era embriagadora, casi tan fuerte como la necesidad cada vez mayor entre sus piernas, el deseo de tenerlo dentro de ella allí.

Su entusiasmada boca iba a ser la muerte para él. Caliente y húmeda. Sus torpes movimientos sólo empeoraban las cosas, manteniendo su atención completamente sobre ella y lo que estaba haciendo.

Cuando la urgencia de liberarse dentro de ella lo abrumó, puso sus manos sobre sus hombros.

– Eres muy buena en esto y sólo irás mejorando. Pero no he terminado de tomarte todavía. A la cama, mascota.

Ella le dio un golpecito final con la lengua, destellando una sonrisa de felicidad hacia él, y gateó sobre la cama. Ah, la princesa se sentía más a cargo ahora. Él estaba encantado de que su nivel de comodidad se haya incrementado.

Aún así, tomarla de una manera mundana no le servirá de nada. Ella era una mujer fuerte cuyas más profundas respuestas al parecer se producían cuando era más vulnerable.

El armario contenía cintas de velcro y cuerdas, y otros condones. Él se cubrió rápidamente. Mientras caminaba de regreso a la cama con las restricciones, vio la inquietud crecer en sus ojos. Podía sentir el toque de incertidumbre en su mente. Sentada con las piernas bien cerradas; su acelerada respiración empujaba sus pechos.

– Dame las muñecas, -murmuró, y esperó pacientemente a través de su vacilación. Apreció la forma en que ubicó las muñecas en sus manos. Su confianza en él había crecido. -Buena chica.

Después de emparejar las fijaciones de velcro alrededor de sus muñecas, las juntó y luego deslizó una cuerda a través de la unión. Levantándola, la dio vuelta y la ubicó sobre sus manos y rodillas.

– No te muevas, mascota, -le advirtió, acariciando su pecho. Su corazón dio un vuelco bajo sus dedos, la velocidad incrementándose agradablemente.

Había una línea muy fina entre el miedo que la excitaría y el miedo que paralizaría sus sentidos. Pero él podía sentir su creciente excitación superar a su temor.

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