Читаем El cálculo de Dios полностью

Ah, bien; en cualquier caso, jamás me vi siguiendo los pasos helados de Walt Disney. Pero, aun así, realizar ese viaje con Hollus, volar a bordo de la Merelcas para ver lo que podría ser el Dios real… era una idea increíble, un concepto pasmoso.

Y, comprendí de pronto, podría incluso ser lo mejor para Susan y Ricky, evitándoles la agonía de los últimos meses de mi vida.

Le dije a Hollus que tendría que pensarlo, que tendría que discutirlo con mi familia. Una posibilidad tan tentadora, una oferta tan seductora… pero había muchos factores a considerar.

Había dicho que Cooter fue a reunirse con su creador —pero en realidad no creía tal cosa—. Simplemente había muerto.

Pero quizá yo me reuniría con mi creador… mientras estuviese vivo.

<p>32</p>

—Hollus me ha ofrecido la oportunidad de ir con ella a su próximo destino —le dije a Susan cuando l egué a casa esa noche. Estábamos sentados en el sofá del salón.

—¿A Alpha Centauri? —respondió ella. Efectivamente aquélla había sido la siguiente, y última, parada de la Merelcas en su gran tour antes de dirigirse de nuevo a Delta Pavonis y luego a Beta Hydri.

—No, han cambiado de opinión. En su lugar, van a ir a Betelgeuse. Van a ver qué hay al í.

Susan guardó silencio durante un tiempo.

—¿No leí en el Globe que Betelgeuse está a 400 años luz de distancia?

Asentí.

—¿Así que no podrías volver en más de mil años?

—Desde el punto de vista de la Tierra, sí.

Guardó silencio un rato más. Después de un tiempo, decidí rel enar el vacío.

—Su nave tendrá que girar a medio camino y dirigir la l ama de fusión hacia Betelgeuse. Así que en 250 años, la… la entidad verá esa luz brillante y sabrá que algo se acerca. Hollus tiene la esperanza de que él… ello… esperará nuestra llegada, o regresará para reunirse con nosotros.

—¿La entidad?

No me atrevía a emplear la otra palabra en su presencia.

—El ser que se interpuso entre nosotros y Betelgeuse.

—Crees que es Dios —se limitó a decir Susan. Ella era la que iba a la iglesia. Ella era la que conocía la Biblia. Y llevaba semanas oyéndome hablar durante la cena sobre orígenes, causas primeras, constantes fundamentales, diseño inteligente. No había empleado muy a menudo la palabra D… no frente a ella en cualquier caso. Siempre había significado mucho más para ella que para mí, así que había mantenido la distancia, algo de imparcialidad científica. Pero ella lo sabía. El a lo sabía.

Me encogí de hombros ligeramente. .

—Quizá —dije.

—Dios —repitió Susan, situando firmemente el concepto sobre la mesa—. Y tú tienes la oportunidad de verle —me miró, con la cabeza ligeramente inclinada—. ¿Llevan a alguien más de la Tierra?

—Algunos, eh, individuos, sí —intenté recordar la lista—. Una mujer gravemente esquizofrénica de Virginia occidental. Un gorila de dorso plateado de Burundi. Un hombre chino muy mayor —me encogí de hombros—. Son algunas de las personas con las que los alienígenas han mantenido contacto. Todos el os aceptaron de inmediato.

Susan me miró, con una expresión cuidadosamente neutral.

—¿Quieres ir?

Sí, pensé. Sí, hasta la última fibra de mi ser. Aunque deseaba más tiempo con Ricky, preferiría que me recordase como alguien todavía saludable, todavía capaz de moverse por sí mismo, todavía capaz de levantarle. Asentí, sin confiar en mi voz.

—Tienes un hijo —dijo Susan.

—Lo sé —dije en voz baja.

—Y una esposa.

—Lo sé —dije de nuevo.

—Nosotros… nosotros no queremos perderte.

Dije con suavidad:

—Pero me perderéis. Muy pronto me perderéis.

—Pero no todavía —dijo Susan—. Todavía no.

Nos sentamos en silencio. Mi mente estaba a punto de estal ar.

Susan y yo nos conocimos en la universidad, en los años sesenta. Tuvimos algunas citas, pero yo me fui, para irme a Estados Unidos, para perseguir mi sueño. En aquella ocasión ella no se había interpuesto en mi camino.

Y ahora aquí había otro sueño.

Pero las cosas eran muy diferentes, hasta lo incalculable.

Ahora estábamos casados. Teníamos un hijo.

Si ésos fuesen los únicos elementos de la ecuación, estaría claro.

Si fuese un hombre saludable, si estuviese bien, de ninguna forma consideraría dejarles —ni siquiera como cabala ociosa.

Pero no tenía buena salud.

Yo no estaba bien. Estaba seguro de que ella lo comprendía.

Nos habíamos casado en una iglesia, porque eso era lo que Susan quería, e hicimos los votos tradicionales, incluyendo «Hasta que la muerte nos separe». Lógicamente, nadie allí de pie, en aquel a iglesia, afirmando esas palabras, jamás consideró el cáncer; la gente no espera que el maldito cangrejo entre en sus vidas, dejando tortura y calamidad a su paso.

—Pensémoslo un poco más —dije—. La Merelcas no parte hasta dentro de tres días.

Susan movió la cabeza ligeramente, en un asentimiento tenso.

—Hollus —dije al día siguiente en mi despacho—. Sé que tú y tus compañeros debéis estar terriblemente ocupados, pero…

—Sí que lo estamos. Hay muchos preparativos antes de partir para Betelgeuse. Y estamos enzarzados en un debate moral considerable.

—¿Sobre qué?

Перейти на страницу:

Похожие книги

Семь грехов
Семь грехов

Когда смертный погибает, у его души есть два места для перерождения – Светлый мир и мир Тьмы. В Темном мире бок о бок живут семь рас, олицетворяющих смертные грехи:ГОРДЫНЯ,падшие ангелы, стоящие у власти;АЛЧНОСТЬ,темные эльфы-некроманты, сильнейшие из магов;ГНЕВ,минотавры, мастера ближнего боя;БЛУД,черти, способные при помощи лука справляться с несколькими противниками сразу;ЗАВИСТЬ,горгоны, искусные колдуны;ЧРЕВОУГОДИЕ,паукообразные, обладающие непревзойденными навыками защиты;УНЫНИЕ,скитающиеся призраки, подчиняющие разум врагов собственной воле.Когда грехорожденные разных рас начинают бесследно пропадать, Темный Владыка Даэтрен не может не вмешаться. Он поручает своей подопечной, демонессе Неамаре, разобраться с таинственными исчезновениями, но на этом пути ей не справиться в одиночку…

Айлин Берт , Денис Шаповаленко

Фантастика / Героическая фантастика / Научная Фантастика / Фэнтези