Brooke pide un plato de pescado con arroz al curry. Estábamos en la misma planta de la clínica. Él también ha sido paciente del doctor Joyce. Brooke es ingeniero superior, especializado en el efecto del peso del puente sobre el fondo del mar. Sufrió una lesión importante en un accidente, en uno de los artesones que sostienen parte del granito herrado de la estructura de una de las pilas. Físicamente, ya está del todo recuperado, pero, desde entonces, sufre un cuadro agudo de insomnio. Es una persona algo apagada. Incluso bajo el sol directo, él parece encontrarse en plena penumbra.
– Me ha sucedido otra cosa rara esta mañana -le cuento. Me mira con cautela.
– ¿En serio? -pregunta. Le cuento lo del hombre postrado en la cama de hospital, el televisor que se enciende solo y la avería del teléfono. Parece aliviado-. Ah, ese tipo de cosas ocurre a menudo. Supongo que habrá cruces de líneas en algún lugar. Llama a Reparaciones y Mantenimiento, y dales la lata hasta que te lo solucionen.
– Así lo haré.
– ¿Y cómo está el doctor Joyce?
– Sigue perseverando en mi caso. He empezado a tener sueños, pero creo que son demasiado… estructurados para él. Se puede decir que prácticamente ignoró el primero de ellos. Y me ha criticado por abandonar mis investigaciones.
– Mira, Orr, él es el médico y todo lo que quieras, pero yo, en tu lugar, dejaría de perder el tiempo con todas esas… -hace una pausa, buscando el término ideal-… cuestiones. No creo que te lleven a ningún sitio. Desde luego, lo que no harán es que recuperes la memoria. -Hace un ademán desdeñoso hacia una de las pinturas pastorales de la pared, como si hubiera reparado en una mancha antiestética en los paneles decorados.
– Pero, Brooke, ¿no tienes ganas de ver algo que no sea el puente? ¿Montañas, bosques, desiertos? Piensa en…
– Amigo -dice contundentemente, observando cómo el camarero le sirve el café-, ¿sabes cuántos tipos distintos de roca reposan bajo los cimientos? -Su voz suena paciente, casi cansada. Me va a caer un discurso, ya lo veo, pero al menos podré comerme los riñones de cordero, que se están enfriando.
– No -reconozco.
– Te lo contaré -empieza Brooke-. Al menos existen siete tipos principales, sin contar las trazas de decenas de otras clases. Todos los estratos están representados: el sedimentario, el metamórfico y el de tipo ígneo intrusivo y extrusivo. Hay grandes depósitos de basalto, dolerita, arenisca cálcica y carbonífera, aglomerados basálticos, lavas basálticas, arenisca roja y terciaria, y cantidades considerables de gravilla; y todos ellos se hallan presentes en sistemas complejos cuyos antecedentes ya han…
No puedo tragar más piedras.
– Quieres decir -interrumpo mientras le traen su plato (que rocía con una nevasca de sal y pimienta, semejante a una capa de cenizas volcánicas)- que el puente ofrece material más que suficiente a las mentes inquietas y elimina la necesidad de recurrir a otros lugares.
– Exacto.
En mi opinión, eso es algo más aproximado que exacto, pero bueno. En todo caso, realmente hay algo más allá del puente. Algo que casi llego a recordar, pero no puedo. Parece que tengo abstracciones, ideas generales sobre cosas imposibles de encontrar en el puente, como glaciares, catedrales, automóviles… una lista prácticamente interminable. Pero no puedo acordarme de nada específico, mi mente no registra ningún tipo de imagen. Me defiendo con el idioma y con las costumbres del puente (supongo que pasé por algún tipo de formación en algún momento), pero no hay manera de que recuerde nada sobre mi infancia, los años de colegio… Estoy completo en todo, excepto en recuerdos. Donde las demás personas tienen el equivalente a una enciclopedia… yo tengo un diccionario de bolsillo.
– Mira, no puedo evitarlo, Brooke -afirmo-. Parece que aquí hay muchos temas sobre los que no se puede hablar, como el sexo, la religión o la política, para empezar.
Brooke hace una pausa, con el tenedor cargado de arroz a medio camino entre el plato y su boca.
– Bueno -dice con un tono ligeramente incómodo-, no hay nada malo en… Lo primero, si uno está casado o la chica tiene licencia o yo qué sé… Maldita sea, Orr -deja el tenedor de nuevo en el plato-, siempre sales con eso de «religión» o «política», ¿a qué te refieres exactamente?
Parece que habla en serio. ¿Dónde diablos me he metido? Primero esto y luego una sesión con el doctor Joyce. Y, por enésima vez, durante los siguientes diez minutos, intento exponer una definición convincente a un Brooke cada vez más perplejo y desconcertado. Cuando concluyo mi disertación, me dice:
– Mmmm… No sé para qué necesitas dos palabras. A mí me parece que las dos cosas son lo mismo.
Me apoyo con resignación en el respaldo de la silla.
– Brooke, tendrías que haber sido filósofo.
– ¿Filo… qué?
– Da igual. Cómete el arroz, anda.