Me siento en una mesa, contemplando la fila de vagones a un lado; vamos aumentando progresivamente la velocidad, dejando atrás al tren contiguo. Reducimos la marcha de nuevo, y observo la escena donde tuvo lugar el accidente. Restos de vagones del convoy de mercancías se extienden a uno de los lados de la vía, raíles retorcidos sobresalen de la plataforma rayada como alambres doblados, y escombros carbonizados humean entre los arcos de luz que iluminan el puente. El tren de emergencias está detenido algo más lejos, con las luces encendidas. El vagón traquetea suavemente mientras el tren va ganando velocidad.
Las luces se cuelan a través de la niebla; salimos de la estación principal de la sección, sobrepasando otros trenes y tranvías locales, y las luces de las calles y sus edificios. Seguimos ganando velocidad. Rápidamente, el entorno se oscurece cuando nos acercamos al final de la sección. Contemplo las luces durante un momento más, y después me acerco al final del vagón, donde está la puerta. Abro la ventanilla y miro hacia fuera, en la niebla, que se rasga en la ventana formando un patrón marcado por la estructura del puente que ahora no se ve, representando el veloz avance del tren en función del grosor de las barras de las vigas y de los edificios voladizos que hay junto a las vías. Las luces de los últimos edificios desaparecen; y yo aflojo mi brazalete identificador de la clínica, tiro suavemente de él, lo lamo para despegarlo y finalmente lo arranco sin piedad, provocándome un corte.
Atravesamos el enlace a la sección siguiente. Todavía bien, dentro de lo que me permite el alcance de mi brazalete, claro. Un pequeño círculo de plástico con mi nombre plasmado. Mi muñeca se ve rara sin él, después de todo este tiempo. Desnuda.
Lo lanzo por la ventanilla, entre la niebla; se pierde en el mismo instante en que abandona mi mano.
Cierro la ventanilla y vuelvo a sentarme para descansar. A ver hasta dónde llego.
Eoceno
¿… Está conectado el micrófono?
Ah, sí, aquí. Bien, bueno…, nada que temer, no me siento confuso en absoluto, en serio. Todo está bien, maravilloso, todo bajo control. Cojonudo, de verdad, en todos los sentidos. Sabía que todo estaba bien. Solo citaba al inmortal (¿cómo? vale, vale) perdón, al mortal Jimi Hendrix. De verdad. Bueno, ¿dónde estaba? Ah, sí.
Bien, el estado del paciente es estable; está muerto. Más estable no se puede estar, ¿no? Bueno, sí, la descomposición y eso; era una broma. Dios, hay personas que no tienen sentido del humor, de acuerdo, venga, vamos a calmarnos ahí detrás.
Me muevo de nuevo, tíos. ¿De dónde a dónde? Buena pregunta.
Me alegro de que me hagáis esa pregunta. ¿Alguien sabe la respuesta? ¿No?
Mmmierda. Vaya.
¿Adónde me llevan? ¿Qué he hecho para merecer todo esto? ¿Acaso me habéis preguntado, cabrones? ¿Eh? ¿Alguien se ha molestado en decir: «te molesta si te muevo, como te llames»? Pues… no. A lo mejor estaba bien donde estaba, ¿a nadie se le ha ocurrido?
Vale, podéis toquetearme las tripas y eso, y darme la vuelta como a una tortilla y hurgar dentro de mí y perder el tiempo y arreglar trocitos y meterme quién sabe qué y pellizcarme, pero no podéis cogerme, no podéis encontrarme, no podéis entrar en mí. Estoy aquí arriba; al mando, controlando todo, invulnerable.
Y qué truco más guarro, qué gran malentendido indecente, indignante e indigno por parte de la propia reina mala. ¿Cómo ha podido caer tan bajo? (Bueno, solo hay que agacharse, tal que así.) Provocar a los putos bárbaros contra mí, ¡ja! ¿Fue lo más ingenioso que se le ocurrió?
Seguramente. Nunca tuvo demasiada imaginación. Bueno, menos en la cama (o donde fuera), creo. No, eso no es verdad. Es porque estoy de mala leche; lo justo es justo (a menudo con una pizca, un matiz, una ínfima nota de rojo, normalmente, he visto… bueno, eso no importa).
No obstante, qué osadía, levantar una rebelión así. Nada que hacer, por supuesto, pero
ya estamos. Y ahora, ¿qué? Dios, ¿acaso un tío no puede tener una pequeña charla consigo mismo sin
¡Otra vez!
¿Qué cojones está pasando aquí? ¿Qué pensáis que soy, cabrones chapuceros? Es parte de
¿Queréis parar? ¡Vale ya de sacudidas!
¡Me hacéis daño! Es parte del tratamiento, ¿no? Si de verdad quisiera, me levantaría y os daría un buen susto a todos. Cabrones. Cose ahí, Jimmy.
Gracias a Dios, por fin se ha acabado. Un pequeño movimiento lateral, nada de qué preocuparse; podría estar en una barca o algo. No sabría decirlo.
No, no es una barca. El balanceo es acuoso; algo con suspensión, con amortiguadores. ¿Chillidos? ¿Oigo voces? (Todo el tiempo, doctor. Me lo ordenan. No es culpa mía. La coartada perfecta, inexpugnable defensa).
¡Violación! ¡Maldito valor! Pienso denunciar (¿cierras eso? Pienso denunciar. No, lo siento, no tiene gracia, pero es así. Qué libertad más cojonuda, ¿eh?).
Nunca significó nada para mí. O para ella, seguramente. Era una mujer de letras y eso. Sí. Se lo dije una vez y se echó a reír, y lo calculamos todo. No solo letras, también signos. La cosa es así.