Por fin, habiendo reunido todas las hojas inútiles en varios rollos y tomado una caja de fósforos de uno de los fumadores habituales, las mujeres salieron.
Rítmicamente Sologdin hizo algunos trazos sobre un pedazo de papel, contando los segundos: debían estar bajando las escaleras. ahora estarían poniéndose los abrigos... ahora saldrían al patio...
Permaneció de pie detrás de su plancheta de dibujo, levantada en tal forma que casi nadie de la habitación podía verlo. Pero él podía ver la parte del patio donde estaba un tiznado barril hasta el cual, el expeditivo Spiridon aquella mañana había abierto un camino con la pala. La nieve, aparentemente, se había endurecido algo y ambas mujeres, calzando botas, llegaron hasta el barril sin dificultad.
Pero tardaron mucho tiempo en quemar la primera hoja. Encendieron un fósforo tras otro, luego varios a la vez, pero el viento los apagaba; o los fósforos se rompían o las cabezas encendidas de los fósforos saltaban sobre las mujeres, y éstas, temerosas, se los sacudían de encima. Ya casi no les quedaban fósforos en la caja, y parecía que tendrían que volver para buscar más.
El tiempo corría —Sologdin podría ser llamado por Yakonov en cualquier momento.
Pero las mujeres gritaron algo moviendo los brazos, y Spiridon con su gorro de piel con orejeras, se les acercó, llevando la escoba.
Se quitó la gorra para que no se chamuscara, la puso a su lado sobre la nieve, metió la hoja de papel y su cabeza roja dentro del barril, revolvió algo allí, luego sacó la cabeza, y la hoja de papel estaba roja... Había prendido la llama. Spiridon la dejó en el barril y comenzó a echar las otras hojas adentro. Las llamas surgieron del barril y las hojas se quemaron hasta convertirse en cenizas negras.
Recién entonces, alguien en el escritorio del jefe de la Oficina de Diseños llamó a Sologdin por su nombre.
El teniente coronel quería verlo.
Alguien del Laboratorio de Filtración se quejaba de no haber recibido el dibujo de dos soportes que habían ordenado.
El teniente coronel no era un hombre rudo. Sólo dijo, con una ceja levantada:
—Vamos, Dmitri Aleksandrovich, ¿qué tiene eso de tan complicado? Lo pidieron el jueves. Sologdin se enderezó:
—Excúseme. Estoy terminándolo ahora. Estará listo dentro de una hora.
Todavía no lo había empezado, pero no podía admitir que todo el trabajo le llevaría sólo una hora.
SU PROFESIÓN FAVORITA
El sector operativo de la Cheka (seguridad y contraespionaje) en Mavrino estaba dividido entre el mayor Myshin, policía de la prisión, y el mayor Shikin, policía del instituto. Actuaban en diferentes departamentos y, como recibían su paga de diferentes cajas, no estaban en competencia. Sin embargo, una cierta inercia impedía que cooperaran juntos; sus oficinas estaban en distintos edificios y en pisos diferentes. Los asuntos de contraespionaje y los de seguridad no podían ser discutidos por teléfono; y como eran, de igual rango, cada, uno de ellos consideraba humillante ir a ver al otro, como si hacerlo tradujera servilismo. De manera que trabajaban uno con las almas nocturnas, el otro con las diurnas, sin encontrarse durante meses enteros, aun cuando ambos subrayaban en sus informes trimestrales la necesidad de estrecha cooperación y coordinación de todas las funciones de seguridad y contraespionaje en Mavrino.
Cierta vez, leyendo un artículo en el
A Shikin le gustó el título. Sacó la conclusión de que él tampoco había cometido un error al escoger su trabajo. Nunca se había sentido atraído, por ninguna otra profesión. Le gustaba la suya, y a ésta le gustaba él.
En el momento, Shikin terminó, la escuela de la GPU y siguió cursos de perfeccionamiento de jueces de instrucción. Pero había pasado poco tiempo trabajando como tal y en consecuencia, no podía considerarse juez de instrucción. Trabajo como oficial de seguridad en la sección Trasportes de la GPU; durante la guerra fue jefe de un departamento de censura del ejército; luego estuvo en la Comisión. para Repatriación; después, en un campo de verificación y clasificación, más tarde, fue instructor especial en las técnicas para deportar griegos desde Kuban a Kazakshtan, y finalmente, oficial de seguridad del Instituto de Investigaciones de Mavrino.
Habían muchos aspectos positivos en la profesión de Shikin. En primer lugar, después de la Guerra Civil, dejó de ser una profesión peligrosa. En cada operación había una abrumadora superioridad de fuerzas; dos o tres hombres armados contra un enemigo desprevenido y desarmado que, a menudo, recién se despertaba.