Súplica semejante, pasada a la primera persona del singular, habrá murmurado Raimundo Silva en el acto de marcar el número del destino, pero tan apagada fue ella que no se le oyó fuera de la boca, trémula como de adolescente, él mismo tiene ahora más en que pensar, si piensa, si no es, todo él, sólo un tímpano inmenso donde suena y resuena el timbre del teléfono, el timbre no, la señal electrónica, esperando la interrupción súbita de la llamada, y que una voz diga, Dígame, o Sí, o Hable, o tal vez Haló, o posiblemente Quién habla, no faltan posibilidades entre las fórmulas tradicionales y sus variantes modernas, pero tan aturdido estaba que no llegó Raimundo Silva a entender lo que dijeron, sólo que era una mujer, entonces preguntó, cuidando poco la cortesía, Es la doctora María Sara, no, no lo era, De parte de quién, fue lo que quiso saber la voz, De Raimundo Silva, de la editorial, no era ésta una verdad incontrovertible, pero sirvió como simplificación de la identidad, seguro que nadie pensaba que fuera a presentarse como Raimundo Bienvenido Silva, corrector de pruebas, trabajando en su casa, y aunque lo hiciese sería igual la respuesta, Espere un momento, por favor, voy a ver si la doctora María Sara se puede poner, nunca momento alguno fue tan breve, No cuelgue, voy a pasarle el teléfono, silencio. Raimundo Silva imaginó la escena, la mujer, seguramente una empleada, desconectando el enchufe de la toma, llevando el aparato con las dos manos, amparado contra el pecho, puerilmente así lo veía, y entrando en un cuarto en penumbra, luego inclinándose para enchufarlo en otra toma, Cómo está, la voz sonó inesperada, Raimundo Silva creyó oír aún a la criada decir algo como Voy a pasarle a la señora doctora, serían tres o cuatro segundos más de aplazamiento, en vez de eso la pregunta directa, Cómo está, invirtiendo la situación, a él, sí, era a quien correspondía expresar interés por el estado de la enferma, Estoy bien, gracias, y añadió rápidamente, Quería saber si está mejor, Y cómo se ha enterado de que estoy enferma, En la editorial, Cuándo, Ayer por la mañana, Entonces decidió llamar para saber cómo estoy, Sí, Gracias por su interés, hasta ahora ha sido el único corrector que se ha interesado por mi enfermedad, Bueno, creí que debía hacerlo, espero no haberla molestado, Al contrario, le estoy muy agradecida, estoy mejor, creo que mañana o pasado podré ira la editorial, No quiero molestarla más, le deseo que se mejore, Antes de colgar, cómo supo el número de mi teléfono, Me lo dio Sara, La otra, Sí, la telefonista, Cuándo, Ya se lo dije, ayer por la mañana, Y no me llamó hasta hoy, Tuve miedo de molestarla, Pero venció el miedo, Parece que sí, la prueba es que estoy hablando con usted, Pero seguro que le habrán dicho que también yo intenté hablar con usted. Durante unos segundos Raimundo Silva pensó en fingir que no había recibido el recado, pero acabó por responder, cuando ya había pasado el tercer segundo, Sí, Puedo pues admitir que me ha telefoneado porque no tenía otro remedio, al ver que había tomado yo la iniciativa, Admita lo que quiera, está en su derecho, pero admita también que yo le pedí el número a la telefonista y si lo hice no fue para quedarme con él en el bolsillo a la espera de no se sabe qué, Se quedó a la espera de no sabe qué, La razón fue otra, Cuál, Simplemente, falta de valor, Su valor, por lo visto, se limita a aquel episodio de la corrección del que no le gusta que se hable, De hecho, le telefoneo sólo para saber cómo va su salud y desearle que se mejore, Y no cree que ya es hora de preguntarme por qué le telefoneé yo, Por qué me telefoneó, No sé si me gusta ese tono, Dé importancia a las palabras, no al tono, Supuse que su experiencia de corrector le habría enseñado que las palabras no son nada sin el tono, Una palabra escrita es una palabra muda, La lectura le da voz, Excepto si se lee mentalmente, Incluso así, porque no creerá usted que el cerebro es un órgano silencioso, Soy sólo un corrector, hago como hace el zapatero, que se contenta con la sandalia, mi cerebro sabe de mí, yo no sé nada de él, Interesante observación, Aún no ha respondido a la pregunta, A qué pregunta, Por qué me telefoneó, Ahora no sé si me apetece decirlo, Veo que no soy yo el único cobarde, No recuerdo haber hablado de cobardía, Habló de falta de valor, No es lo mismo, Las dos caras de una moneda son diferentes, pero la moneda es una sola, El valor sólo está en un lado, No comprendo esta conversación, y creo que no debemos continuarla, sin olvidar que es una imprudencia, estando usted enferma, No le sienta bien el cinismo, No soy cínico, Lo sé,