No se crea que nadie de la comitiva o de la ranchada extranjera se haya permitido la insolencia de mandar callar al rey, dirigiéndose a él sólo por su nombre de pila, como si hubiera comido alguna vez de su mismo plato, aquello fue, sí, un hablar del propio consigo mismo, como Cállate, boca, que, como no ignorara quien tuviere la costumbre de oír y buscar los entendimientos sutiles que vienen con las palabras y que son más que ellas, significa, realmente, que quien habla se muere por decir lo que aparentemente decide callar. Aun así hay que contar con la benévola curiosidad ajena para que se remueva el obstáculo táctico, lanzando, por ejemplo, una pregunta en estos términos aproximados, Bueno, bueno, acabe ya, no nos deje así en suspenso, pero también puede acontecer de muy distinta manera y conforme a la persona y a la circunstancia, en este caso el de la intervención fue Guillermo Vitulo, aquel malencarado, que habrá sido o no de la Larga Espada, quien, con cierta brutalidad, se atrevió a dudar, Nuestro Señor Jesús Cristo ayuda a todos los cristianos, y a ninguno más que a otro, no faltaba más, se acabaría la religión si algunos fueran hijos y otros hijastros. Algunos cruzados miraron reprensivamente al del aparte, sin embargo más por la forma que por el fondo, pues en cuanto a éste, debería ser general la concordancia de que, en la oratoria del rey, aparte de una censurable avaricia que quizá acabe echándolo todo a perder, hubo mucha petulancia, mucho orgullo, parecía más bien un arzobispo hablando que un simple rey que ni el título tiene derecho a usar, pues no se lo reconoce el papa, el cual, por mucho favor, tres años antes le dio tratamiento de dux, y que no se queje. No fue el silencio tan largo cuanto se imaginaría por el tiempo que tardó en decirse, pero lo fue por demás, y suficiente, para que quedara cargada de tempestad la atmósfera de la reunión, a Don Afonso Henriques no le agradó nada la desconfianza, e iba a abrir la boca, sin duda para soltar una palabrota, cuando un cruzado más diplomático, fue él Saherio de Archelles, lanzó un puente de conciliación, No dudamos de que hayan tomado Santarem los portugueses con sólo una escalera de mano y con la ayuda de Dios, como soberanamente lo hizo al permitir que se vinieran abajo las murallas de Jericó al toque de unas trompetas, sin necesitar siquiera que las tocaran siete guerreros sino siete sacerdotes, y tampoco es de mayor asombro que los portugueses hayan causado matanza semejante, si en la misma ciudad de Jericó fueron muertos, aparte de los hombres, de las mujeres, de los niños y de los viejos fueron muertos, digo, los bueyes, las ovejas y los jumentos, lo que a nosotros sí nos perturba es que un hombre comprometa, aunque rey sea, el nombre del Señor, cuya voluntad, bien sabemos, sólo se manifiesta donde y cuando quiere, no bastando pedir, rogar, suplicar, importunar, y sobre lo de hijos e hijastros no me pronuncio.