Continuaron toda la semana a través de duros terrenos que Harry encontró tristes y depri-mentes. Solo pod´ıa pensar en las Reliquias de la Muerte. Era como si se hubiera encendido dentro de él una llama que nada, ni la incredulidad de Hermione, ni las dudas persistentes de Ron, pod´ıan extinguir: su determinada indiferencia era tan mala como el diluvio que ca´ıa empapando sus esp´ıritus. Pero ninguno pod´ıa erosionar su certeza, que era absoluta.
La creencia de Harry y el deseo por las Reliquias le consum´ıan de tal manera que se sent´ıa aislado de los otros dos y su obsesión con las horcuxes.
“¿Obsesión?” dijo Hermione con un feroz tono bajo, cuando, una tarde, Harry fue lo suficientemente descuidado para usar esta palabra cuando Hermione lo despidió por su falta de interés en localizar más horcruxes. “¡No somos nosotros los que estamos obsesionados, Harry! ¡Somos los que intentamos hacer lo que Dumbledore quer´ıa que hiciéramos!”
Pero era impenetrable a la cr´ıtica. Dumbledore hab´ıa dejado el s´ımbolo de las Reliquias para que Hermione lo descifrara. Y también hab´ıa dejado, Harry estaba convencido, la Piedra de Resurreción dentro de la snitch dorada. Ninguno puede vivir mientras el otro sobreviva... Amo de la muerte... ¿Por qué no lo entend´ıan Ron y Hermione?
“El último enemigo que ha de ser vencido es la muerte” Citó Harry calmadamente.
“Pensaba que era con quien-tu-sabes con quien deber´ıamos pelearnos.” Replicó Hermione, y Harry se dio por vencido con ella.
Incluso el misterio de la cierva plateada, que los otros dos insist´ıan en discutir, le parec´ıa a Harry menos importante ahora, apenas un entretenimiento secundario. La única otra cosa que le importaba era que su cicatriz empezaba a picarle otra vez, aunque se esforzaba en escondérselo a los otros dos. Buscaba la soledad cada vez que pod´ıa, pero se decepcionaba de lo que ve´ıa. Las visiones que él y Voldemort compart´ıan hab´ıan dismi-nuido en calidad, se hab´ıan vuelto borrosas, como si entraran y salieran de foco. Harry apenas pod´ıa ver los rasgos indistinguibles de un objeto que parec´ıa ser una clavera y algo que parec´ıa una monta˜na, más de sombras que sólida. Acostumbrado a imágenes n´ıtidas como la realidad, Harry estaba desconcertado con el cambio. Le preocupaba que el enlace entre él y Voldemort estuviera da˜nado, un enlace al que ten´ıa tanto miedo e, independientemente de lo que le dijera a Hermione, tanto aprecio. De algún modo Harry conectó estas ideas poco consistentes y vagas con la destrucción de su varita, como si la CAPÍTULO 22. LAS RELIQUIAS DE LA MUERTE
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defectuosa varita de espino fuera la causante de no poder ver en la mente de Voldemort tan bien como antes.
Mientras pasaban las semanas, Harry no pudo dejar de notar, a pesar incluso de su nueva obsesión, que Ron parec´ıa estar más involucrado. Quizás porque estaba decidido a compensar el haberles dejado, quizás porque la desgana de Harry impulsó sus cualidades de liderazgo aletargadas, Ron era ahora más alentador y les animaba a los otros dos a la acción.
“Han desaparecido Tres Horcruxes” les dec´ıa. “¡Necesitamos un plan de acción, vamos!
¿Dónde no hemos mirado? Repasémoslo otra vez. El orfanato...”
El Callejón Diagon, Hogwarts, la casa de Riddle, Borgin y Burkes, Albania... Ron y Hermione repasaron otra vez cada lugar en el que sab´ıan que Tom Riddle hab´ıa vivido o trabajado, visitado o asesinado alguna vez, mientras Harry sólo participaba para evitar que Hermione le siguiera hostigando. Habr´ıa sido feliz sentándose a solas en silencio, tratando de leer el cerebro de Voldemort mientras buscaba la Antigua Varita, pero Ron insist´ıa en viajar a lugares improbables solamente, Harry era consciente, para mantenerles en movimiento.
“Tú no lo sabes” era el estribillo constante de Ron. “Upper Flagley es un pueblo de magos, podr´ıa haber vivido all´ı. Vayamos y echemos un vistazo.”
Estas incursiones frecuentes a territorio mágico los expusieron algunas veces a la vista de los Merodeadores.
“Algunos de ellos se creen tan malos como mort´ıfagos” dijo Ron. “La mayor´ıa de los que me cogieron eran un poco patéticos, pero Bill cree que algunos de ellos son muy peligrosos. Lo dijeron en Potterwatch...”
“¿En dónde?” preguntó Harry.
“En Potterwatch, ¿no te dije que se llamaba as´ı? El programa que intento captar con la radio, el único que dice la verdad sobre lo que esta ocurriendo! Casi todos los programas siguen la l´ınea de quién-tu-sabes, todos salvo Potterwatch, quiero que lo escuches, pero es dif´ıcil de sintonizar...” Ron empleó tarde tras tarde en usar su varita para tocar varios ritmos encima de la radio mientras el dial giraba. Ocasionalmente captaban retazos de consejos sobre cómo tratar dragonpox, y una vez algunas estrofas de Ún caldero lleno del amor caliente y fuerte’. Mientras se escuchaba, Ron segu´ıa intentando golpear la contrase˜na correcta, farfullando retah´ılas de palabras aleatorias bajo su aliento.