Unos pasos cruzaron la habitación arriba, después se hizo un silencio. Harry sab´ıa que la gente del salón de dibujo estaba escuchando en busca de más ruidos desde la celda.
“Vamos a tener que intentar abalanzarnos sobre él” le susurró a Ron. No ten´ıan elección. En el momento en que alguien entrara en la habitación y viera la ausencia de los tres prisioneros, estar´ıan perdidos.” Deja las luces encendidas, “a˜nadió Harry, y oyeron los pasos de alguien descendiendo al otro lado de la puerta, retrocedieron contra la pared del otro lado.”
“Quedáos atrás.” les llegó la voz de Colagusano. “Quedáos lejos de la puerta. Voy a entrar.”
La puerta se abrió. Durante una fracción de segundo Colagusano miró al interior de la aparentemente vac´ıa celda, iluminada por tres soles en minuatura que flotaban en medio del aire. Entonces Harry y Ron se lanzaron sobre él. Ron agarró la varita de Colagusano y obligándole a apuntarla hacia arriba.
Harry le estampó una mano en la boca, amortiguando su voz. Lucharon en silencio. La varita de Colagusano emit´ıa chispas, su mano plateada se cerró alrededor de la garganta de Harry.
“¿Qué pasa, Colagusano?” gritó Lucius Malfoy arriba.
“¡Nada!” gritó Ron en respuesta, en una pasable imitación de la voz chillona de Colagusano. “¡Todo bien!.”
Harry a penas pod´ıa respirar.
“¿Vas a matarme?” consiguió decir Harry, intentando apalancar los dedos de metal.
“¿Después de que te salvé la vida? ¡Me debes una, Colagusano!”
Los dedos de plata se aflojaron. Harry no lo hab´ıa esperado. Se liberó atónito, manteniendo la mano sobre la boca de Colagusano. Vio los llorosos ojillos de rata abiertos de miedo y sorpresa. Parec´ıa tan sorprendido como Harry por lo que hab´ıa hecho, ante ese diminuto y misericordioso impulso que le hab´ıa traicionado, y volvió a estrangularle más poderosamente, como para compensar ese momento de debilidad.
“Y necesitamos esto” susurró Ron, arrancándole a Colagusano la varita de su otra mano.
Sin varita, indefenso, las pupilas de Pettigres se dilataron de terror. Sus ojos hab´ıan resbalado de la cara de Harry hasta otro sitio. Sus propios dedos de plata se estaban CAPÍTULO 23. LA MANSI ÓN DE LOS MALFOY
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moviendo inexorablemente hacia su propia garganta.
“No...”
“Sin detenerse a pensar, Harry intentó tirar hacia atrás de la mano, pero no hab´ıa forma de detenerla. La herramienta de plata que Voldemort hab´ıa dado a su sirviente más cobarde se hab´ıa vuelto contra su desarmado e indefenso propietario. Pettigrew estaba recibiendo la recompensa por su vacilación, por su instante de piedad; estaba siendo estrangulado ante sus ojos.
“¡No!”
Ron hab´ıa soltado también a Colagusano, y juntos él y Harry intentaban apartar los dedos de metal de la garganta de Colagusano, pero fue inútil. Pettigrew se estaba volviendo azul.
“¡Relashio! ” dijo Ron, apuntando la varita hacia la mano de plata, pero no ocurrió na-da.
Pettigrew cayó de rodillas, y en el mismo momento, Hermione soltó un grito atormen-tado arriba. Los ojos de Colagusano se pusieron en blanco en su cara púrpura; dio una última sacudida, y se quedó quieto.
Harry y Ron se miraron el uno al otro, después dejaron el cuerpo de Colagusano en el suelo tras ellos, y corrieron escaleras arriba hacia el pasillo ensombrecido que conduc´ıa al salón de dibujo. Se arrastraron cautelosamente hasta alcanzar la puerta del salón de dibujo, que estaba entreabierta. Ahora ten´ıa una vista clara de Bellatrix que bajaba la mirada hacia Griphook, que sujetaba la espada de Gryffindor en su manos de dedos largos.
Hermione yac´ıa a los pies de Bellatrix. Apenas se mov´ıa.
“¿Y bien?” dijo Bellatrix a Griphook. “¿Es la auténtica espada?”
Harry esperó, conteniendo el aliento, luchando contra el dolor de su cicatriz.
“No” dijo Griphook. “Es una copia.”
“¿Estás seguro?” jadeó Bellatrix. “¿Totalmente seguro?”
“Si” dijo el duende.
El alivio estalló en la cara de ella, toda tensión desapareció.
“Bien” dijo, y con un ondeo casual de su varita hizo otro profundo corte en la cara del duente, y este cayó con un grito a sus pies. Ella le pateó a un lado. “Y ahora” dijo con una voz que destilaba triunfo. “¡llamaremos al Se˜nor Oscuro!” Y se subió la manga y tocó con la punta de su dedo la Marca Oscura.
Al instante, Harry sintió la cicatriz como si se hubiera abierto otra vez. Su auténtico entorno se desvaneció. Él era Voldemort, y el esquelético mago que ten´ıa ante él se re´ıa desdentado, se enfureció por la llamada que sent´ıa... les hab´ıa advertido, les hab´ıa dicho que no le convocaran a menos que fuera por Potter. Si se equivocaban...
“¡Matame entonces” exigió el viejo. “¡No vencerás, no puedes vencer! Esa varita nunca, jamás será tuya...”
Y la furia de Voldemort se desató. Una explosión de luz verde llenó la celda de la prisión y el frágil y viejo cuerpo se alzó en su cama dura y volvió a caer, sin vida, y Voldemort regresó a la ventana, su furia a penas controlada... Sufrir´ıan su venganza si no ten´ıan buenas razones para llamarle...