Harry no tuvo que buscar muy lejos una razón. Seguramente era por lo que hab´ıa hecho la varita de Harry la noche que Voldemort lo hab´ıa perseguido por los cielos. La varita de acebo y pluma de fénix hab´ıa conquistado a la varita prestada, algo que Ollivander no hab´ıa anticipado o entendido. ¿Sabr´ıa Gregorovitch más? ¿Realmente era más hábil que Ollivander, sab´ıa secretos de las varitas que Ollivander no conoc´ıa?
“Esa chica es muy bonita” dijo Krum, volviendo a Harry al ambiente en el que estaban.
Krum estaba se˜nalando a Ginny, que se acababa de unir a Luna. “¿También es familiar tuya?”
“S´ı” dijo Harry repentinamente irritado, “y sale con alguien. Del tipo celoso. Un t´ıo grande. No quieras enfrentarte a él.”
Krum gru˜nó.
“¿Cuál” dijo, vaciando su copa y poniéndose nuevamente de pie, “es el punto de ser un jugador de Quidditch ´ınterrnacional’si todas las chicas guapas están cogidas?”
Y se marchó dando grandes zancadas dejando a Harry, que cogió un sándwich de un camarero que pasaba y se acercó al borde de la abarrotada pista de baile. Quer´ıa encontrar a Ron, contarle sobre Gregorovitch, pero estaba bailando con Hermione en el medio de la pista. Harry se apoyó contra uno de los postes dorados y miró a Ginny, que ahora estaba bailando con Lee Jordan, el amigo de Fred y George, intentando no sentirse resentido con la promesa que le hab´ıa hecho a Ron.
Nunca antes hab´ıa ido a una boda, as´ı que no pod´ıa juzgar cómo las bodas mágicas CAPÍTULO 8. LA BODA
87
se diferenciaban de las muggles, aunque estaba bastante seguro de que estas últimas no tendr´ıan una tarta de bodas coronada con dos modelos de fénix que echaron a volar cuando la tarta se cortó, o botellas de champán que flotaban sin apoyo entre la multitud. Cuando la tarde fue avanzando, y las polillas empezaron a descender bajo el toldo, ahora encendido con lámparas doradas flotantes, la juerga se fue volviendo cada vez más incontrolable. Fred y George hab´ıan desaparecido en la oscuridad hac´ıa bastante tiempo, con un par de las primas de Fleur; Charlie, Hagrid y un mago rechoncho con un sombrero de copa baja púrpura estaban cantando Ódo el Héroeén la esquina.
Serpenteando entre la multitud para escapar de un t´ıo borracho de Ron, que no estaba muy seguro de si Harry era o no su hijo, Harry localizó a un anciano mago sentado sólo en una mesa. Su nube de pelo blanco lo hac´ıa parecer un viejo diente de león y estaba coronada por una capa comida por las polillas. Era vagamente familiar: estrujándose el cerebro, de repente Harry se dio cuenta de que ese era Elphias Doge, miembro de la Orden del Fénix y el escritor de la nota necrológica de Dumbledore.
Harry se acercó a él.
“¿Puedo sentarme?”
“Claro, claro” dijo Doge; ten´ıa una voz bastante aguda y sibilante.
Harry se inclinó hacia delante.
“Se˜nor Doge, soy Harry Potter.”
En un revoloteo de nervioso placer, Doge le sirvió a Harry una copa de champán.
“Pensé en escribirte” le susurró, “después de que Dumbledore... la conmoción... y para ti, estoy seguro...”
Los peque˜nos ojos de Doge se llenaron de repentinas lágrimas.
“Vi la nota necrológica que escribió para el Diario Profeta” dijo Harry. “No me di cuenta que conoc´ıa tan bien al Profesor Dumbledore.”
“Tan bien como cualquiera” dijo Doge, secándose los ojos con una servilleta. “Ciertamente lo conoc´ıa desde más tiempo, si no cuentas a Aberforth, y de alguna manera, la gente nunca parece contar a Aberforth.”
“Hablando del Diario Profeta... no sé si vio, se˜nor Doge...”
“Oh, por favor, llámame Elphias, querido muchacho.”
“Elphias, no sé si vio la entrevista que Rita Skeeter dio sobre Dumbledore.”
La cara de Doge se invadió de un furioso rubor.
“Oh s´ı, Harry, la vi. Esa mujer, o buitre ser´ıa un término más apropiado, verdaderamente me atosigó para que hablase con ella. Me avergüenzo de decir que me puse bastante rudo, la llamé trucha entrometida, lo que dio como resultado, como habrás visto, calum-nias sobre mi cordura.”
“Bueno, en esa entrevista” continuó Harry, “Rita Skeeter dejó caer que el Profesor Dumbledore hab´ıa practicado las Artes Oscuras cuando era joven.”
“¡No creas una palabra de eso!” dijo Doge al instante. “¡Ni una palabra, Harry! ¡No dejes que nada estropee tus recuerdos de Dumbledore!”
Harry miró la sincera y dolorida cara de Doge, y no se sintió reconfortado, sino frustrado. ¿De verdad Doge cre´ıa que era tan fácil, que Harry simplemente escoger´ıa no creer?
¿No entend´ıa Doge la necesidad de Harry de estar seguro, de saber todo?
CAPÍTULO 8. LA BODA
88
Quizás Doge sospechaba cómo se sent´ıa Harry, porque lo miró preocupado y continuó con rapidez.
“Harry, Rita Skeeter es una terrible...”
Pero fue interrumpido por un estridente graznido.
“¿Rita Skeeter? Oh, me encanta, ¡siempre la leo!”
Harry y Doge levantaron la mirada para ver a la t´ıa Muriel all´ı parada, las plumas bailando en su cabeza, una copa de champán en su mano.
“¡Ha escrito un libro sobre Dumbledore, ya sabéis!”
“Hola Muriel” dijo Doge. “S´ı, justo estábamos hablando...”