--¡Su padre sabia en lo que se metía y el no os agradecería que desvelarais cosas perjudiciales para la Orden!-- dijo Sirius igual de enfadado. --Esto es como es – es porque vosotros no estáis en la Orden – no lo entendéis - ¡hay cosas por las que se merece morir!--
--¡Es fácil decir para ti, desde aquí adentro!-- vociferó Fred. --
¡No veo que arriesgues tu cuello!--
El poco color que quedaba en la cara de Sirius desapareció. Miró por un momento como si fuera a golpear a Fred, pero cuando habló, fue con voz de determinada calma.
--Sé que es difícil, pero todos tenemos que actuar como si no supiéramos nada aún. Tenemos que quedarnos aquí, al menos hasta que escuchemos de su madre, ¿de acuerdo?--
Fred y George seguían viéndose rebeldes. Ginny, sin embargo, dio unos pasos hacia la silla más cercana y se hundió en ella.
Harry miró a Ron que hizo un divertido movimiento que estaba entre un asentimiento y un encogimiento de hombros, y se sentaron también. Los gemelos miraron furiosamente a Sirius por otro minuto, y luego tomaron asiento a ambos lados de Ginny.
--Así es,-- dijo Sirius alentadoramente, --vamos todos... camos a toma algo mientras esperamos. ¡Accio Cerveza de Manteca!--
Levantó su varital mientras hablaba y media docena de botellas vino volando hacia ellos fuera de la despensa, resbalaron por las mesa, esparciendo los restos de la comida de Sirius, y se detuvieron cuidadosamente enfrente de cada uno de los seis.
Todos bebieron, y por un rato los únicos sonidos fueron el chisporroteo del fuego de la cocina y el suave ruido sordo que hacían sus botellas sobre la mesa.
Harry sólo bebía para tener algo para hacer con las manos. Su estomado estaba lleno de horrible, caliente y burbujeante culpa.
No estarían aquí si no habría sido por él; todavía estarían dormidos en la cama. Y no le hacía bien decirse a sí mismo que dando la alarma había asegurado que el Sr. Weasley fuera encontrado, poque estaba también el ineludible tema de serél quien había atacado al Sr. Weaslet en primer lugar.
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No seas estúpido, no tienes colmillos, se dijo a sí mismo, tratando de matnener la calma, a pesar de que la mano que sostenía la botella de Cerveza de manteca estaba temblando, tú estabas en la cama, no estabas atacando a nadie...
Pero, ¿qué había sucedido en la oficina de Dumbledore? se preguntó a sí mismo. Sentí como si quisiera atacar a Dumbledore también...
Bajó su botella un poco más fuerte de lo que quería y se derramó sobre la mesa. Nadie se dio cuenta. Luego una llama en el aire iluminó los platos oscuros enfrente de ellos y, mientras daban gristo de susto, un rollo de pergamino calló con un ruido sordo sobre la mesa, acompañado por una pluma dorada de fénix suelta.
--¡Fawkes!-- dijo Sirius al instante, agarrando el pergamino.
--Esa no es la letra de Dumbledore, debe ser un mensaje de su madre, aquí...--
Puso la carta dentro de la mano de George, quien lo rasgó para abrirlo y leyó en voz alta: --Papá sigue vivo. Partiré ahora para San Mungo. Quédense donde están. Enviaré noticias cuando pueda. Mamá.--
George miró alrededor de la mesa.
--Sigue vivo...-- dijo él lentamente. --Pero eso suena como...--
No necesitó terminar la frase. Para Harry sonaba también como si el Sr. Weasley debatiéndose entre la vida y la muerte. Todavía excepcionalmente pálido, Ron miró la parte de atrás de la carta de su madre com si fuera a hablar para consolarlo. Fred le sacó el pergamino a George de las manos y lo leyó para sí mismo, luego miró a Harry, quien sentía su mano temblar con su Cerveza de Manteca otra vez y la apretó mas fuerte para dejar de temblar.
Si Harry había alguna vez aguantado una noche más larga que esta, no podía recordarlo. Sirius sugirió una vez, sin verdadera convicción, que se fueran todos a la cama, pero las miradas de disgusto de los Weasley fueron respuesta suficiente. Mayormente se sentaron en silencio alrededor de la mesa , mirando la mecha de la vela consumirse en cera líquida, ocasionalmente llevando una botella a sus labios, hablando sólo para consultar la gora, 482
para imaginar en voz alta qué estaba sucediendo, y para reafirmar cada uno que si hubieran malas noticias, se hubieran enterado inmediatamente porque la Sra. Weasley debería haber llegado a San Mungo hace bastante tiempo.
Fred se quedó dormido, con su cabeza apoyada sobre su hombro.
Ginny estaba acurrucada como un gato en su silla, pero sus ojos estaban abiertos; Harry podía verlos reflejando la luz del fuego.