- Y tú, Charlie, escuchas. Admirada y pasmada por su romanticismo, por su belleza, por su fanatismo. No es un hombre reticente. No tiene las inhibiciones occidentales. ¿Tiene éxito el trasplante antes dicho o quizá el tejido de tu imaginación rechaza algo tan perturbador?
Charlie cogió la mano de Joseph y comenzó a explorar la palma con la punta de sus dedos. Para ganar tiempo, Charlie le preguntó:
- ¿Y domina el inglés hasta el punto de poder decir todo esto?
- Tiene un vocabulario plagado de palabras en jerga, y una impresionante cantidad de frases de vacía retórica, de estadísticas dudosas, y de citas tendenciosamente utilizadas. A pesar de esto, comunica la excitación propia de una mente joven, apasionada, y en constante formación.
- ¿Y qué hace Charlie durante todo ese tiempo? Sí, ¿qué hago? ¿Me estoy quieta y pasmada, con cara de boba, pendiente de todas y cada una de sus palabras? ¿Le animo a seguir hablando? ¿Qué hago?
- De acuerdo con el libreto, tu actuación carece de toda importancia. Michel te tiene medio hipnotizada, al otro lado de la vela. Esto es lo que tú le dices en una de las cartas que más adelante le escribirás. «Mientras viva recordaré tu noble rostro, iluminado por la luz de la vela, en la primera noche que estuvimos juntos.» ¿Crees que estas frases son un poco exageradas o ridículas quizá?
Charlie soltó la mano de Joseph, y dijo:
- ¿A qué cartas te refieres? ¿De dónde recibo tales cartas?
- Por el momento, dejemos establecido que tú, más tarde, le escribes cartas. Y permíteme que te lo vuelva a preguntar: ¿te parece eficaz lo que te he dicho? ¿O estimas que debiéramos despedir al autor del libreto e irnos a casa?
Charlie tomó un sorbo de vino. Luego otro. Y dijo:
- Es eficaz. Sí, por el momento se puede representar, esa obra.
- ¿Y la carta? ¿No te parece demasiado? ¿Eres capaz de aguantar el escribir cartas así?
- Si no se puede dejarlo todo expresado en una carta, ¿de qué otra manera podrás hacerlo?
- Excelente. En consecuencia, esto es lo que tú le escribes, y ésta es la manera en que todo se desarrolla. Con la salvedad de un pequeño detalle. Este no es tu primer encuentro con Michel.
Sin hacer comedia, Charlie dejó bruscamente el vaso sobre la mesa.
Una nueva excitación se había apoderado de Joseph. Inclinándose hacia adelante, de manera que la luz de la vela iluminó sus bronceadas sienes, causando la impresión de que fuera la luz del sol incidiendo en un casco de bronce, Joseph dijo:
- Escucha. -Hizo una pausa y repitió-: Escucha. ¿Me escuchas? Una vez más, Joseph no se tomó la molestia de esperar la contestación. Dijo-: Una cita de un filósofo francés: «El mayor delito es no hacer nada debido a que tememos que sólo podamos hacer un poco.» ¿No te suena la frase?
En voz baja, Charlie exclamó:
- ¡Oh, Dios!
Y, llevada por un impulso, cruzó protectora mente los brazos sobre su pecho. Joseph inquirió:
- ¿Quieres que prosiga? -De todas maneras, prosiguió-: ¿No te recuerda a nadie esta frase? «Sólo hay una guerra de clases, y esta guerra de clases es la que se da entre los colonizadores y los colonizados, entre los capitalistas y los explotados. Nuestra tarea es llevar la guerra al terreno de aquellos que la inician. Al terreno de los millonarios racistas, que creen que el Tercer Mundo es una granja de su propiedad privada. Al terreno de los corruptos jeques petroleros que han vendido la primogenitura del mundo árabe.»
Joseph hizo una pausa, y observó cómo la cabeza de Charlie resbalaba por entre sus manos. Esta musitó:
- Basta, Joseph. Esto es ya demasiado. Vayamos a casa.
- «Al terreno de los belicistas imperialistas que arman a los agresores sionistas. Al terreno de la insensata burguesía occidental que es inconsciente esclava de su sistema y perpetuadora del mismo.» -Joseph hablaba casi en un murmullo, pero precisamente debido a ello su voz era mas penetrante-. «Nos dicen que no debemos atacar a las mujeres y a los niños. Pero yo os digo que la inocencia ha dejado de existir. Por cada niño que muere de hambre en el Tercer Mundo, hay en Occidente un niño que ha robado la comida de aquél.»
Charlie, ahora tremendamente segura de la situación en que se encontraba, dijo por entre los dedos con que se cubría la cara:
- Basta. Esto es excesivo. Me rindo.
Pero Joseph prosiguió su recitado:
- «Cuando tenía seis años de edad, me echaron de mi tierra. Cuando tenía ocho años me alisté al Ashbal.» Vamos, Charlie: pregunta qué es el Ashbal. Si, tú eres quien debe formular la pregunta. Y la formulaste. ¿Y qué te contesté?
Por entre sus dedos, Charlie repuso:
- La milicia infantil. Voy a vomitar, ahora mismo, Joseph.
- «A los diez años de edad estuve agazapado en un refugio construido con nuestras propias manos, mientras los sirios bombardea ban nuestro campamento. Cuando yo tenía quince años, mi madre y mi hermana fueron asesinadas por los sionistas, en el curso de un ataque aéreo.» Prosigue, Charlie. Termina tú misma mi historia.