Читаем La chica del tambor полностью

- «No» significa: no tenemos otra alternativa. Si soltamos a la holandesa, jamás aceptarán a Charlie. La señorita Larsen, viva, es tan peligrosa como Yanuka. Y si queremos seguir adelante, éste es el momento en que tenemos que hacerlo.

Con desprecio, Litvak repitió el condicional:

- Si queremos.

Kurtz restableció el orden por el medio de formular una pregunta que dirigió a Litvak, en tal tono que parecía desear que Litvak le diera una contestación afirmativa:

- ¿Es que la chica no puede dar nombres útiles? ¿Algún dato que pudiéramos comprobar con su colaboración? ¿Alguna razón para retenerla con nosotros?

Litvak encogió enfáticamente los hombros, y dijo:

- Conoce a una corpulenta chica alemana llamada Edda, sí, del norte de Alemania. Sólo la ha tratado una vez. Además de Edda hay otra chica que no es más que una voz que llama por teléfono desde París. Detrás de esta voz está Khalil, pero Khalil no tiene la costumbre de entregar tarjetas de visita.

Litvak estuvo callado unos instantes y repitió:

- Es medio cretina. Se droga hasta tal punto que sólo estar a su lado basta para que uno quede drogado.

Kurtz dijo:

- Bueno, parece que la chica es un callejón sin salida.

Litvak ya estaba abrochándose su oscuro chubasquero. Con una sonrisa carente de toda alegría, se mostró de acuerdo con su jefe:

- Si, es un callejón sin salida.

Pero Litvak no avanzó hacia la puerta. Todavía esperaba una orden concreta. Kurtz le dirigió una última pregunta:

- ¿Qué edad tiene la muchacha?

- La semana próxima cumple los veintiuno. ¿Es que tiene alguna importancia?

Despacio, con cierta solemnidad, Kurtz también se puso en pie, y se enfrentó normalmente con Litvak, al través del atestado cuartito, con sus muebles de madera labrada, propios de un pabellón de caza, y con sus adornos de hierro forjado. Kurtz dio la siguiente orden:

- Shimon, pregunta uno a uno a cada miembro de tu equipo. ¿Chico, chica, quieres apartarte de esta operación? No hace falta que den explicaciones, y no se pondrá una mala nota al lado del que no quiera seguir. Una votación libre, honesta.

Litvak dijo:

- Ya lo he hecho.

Kurtz levantó el brazo izquierdo, miró el reloj y dijo:

- Pues vuélvelo a hacer. Dentro de una hora, exactamente, me llamas por teléfono. No me llames antes. Y nada hagas hasta haber hablado conmigo.

Dentro de una hora, pensó Kurtz, cuando se dé el momento de menos tránsito. Y cuando yo haya tomado ya mis disposiciones. Litvak se fue y Becker se quedó.

Primero Kurtz llamó por teléfono a su esposa, Elli, con pago revertido, debido a que era puntilloso en materia de gastos. Cuando Kurtz se disponía a llamar a su esposa, Becker se levantó para dejarle solo, pero Kurtz, que estaba orgulloso de llevar una vida sin secretos, dijo tranquilamente a Becker:

- Quédate aquí, Gadi, por favor.

En consecuencia, durante diez minutos, Becker tuvo que escuchar una conversación sobre temas tan trascendentales como qué tal le iba a Elli con su grupo de estudios bíblicos, o cómo se las arreglaba para ir de compras a las tiendas, teniendo el automóvil averiado. Becker no tuvo necesidad alguna de preguntar por qué razón Kurtz había elegido precisamente aquel instante para abordar aquellos temas. En otros tiempos, Becker había hecho exactamente lo mismo. Kurtz quería tocar terreno seguro, antes de lanzarse a la matanza. Quería oír la viva voz de Israel.

Kurtz colgó y, la mar de entusiasmado, dijo a Becker:

- Elli está perfectamente bien. Te manda recuerdos y me ha encomendado que te diga que vuelvas a casa tan pronto puedas. Dice que hace un par de días se encontró con Frankie, y que Frankie también está bien. Debido a tu ausencia se siente un poco sola, pero está bien.

La segunda llamada de Kurtz fue a Alexis, y, al principio, Becker hubiera podido suponer, si no hubiera conocido a Kurtz tan bien cual le conocía, que se trataba de una llamada de amistad más. Kurtz escuchó las noticias que su agente alemán le dio acerca de su vida familiar. Y Kurtz le preguntó por el hijo que esperaba. Si, la madre y el niño se encontraban en excelente estado. Pero, terminados estos preliminares, Kurtz se puso serio y atacó directamente el cogollo del asunto, debido a que en las últimas conversaciones que había tenido con el buen doctor, Kurtz había percibido una clara mengua de la devoción que aquél tenía hacia él. Jovialmente, Kurtz anunció a Alexis:

- Paul, parece que cierto accidente del que hablamos recientemente va a ocurrir de un momento a otro, y no hay nada en el mundo que usted o yo podamos hacer para evitarlo. Por esto le ruego que tome papel y lápiz.

A continuación, y cambiando el tono de la voz, Kurtz habló rápida y torrencialmente en alemán:

- Durante las primeras veinticuatro horas siguientes a la notificación oficial que usted recibirá, limitará usted sus investigaciones a los ámbitos universitarios de Frankfurt y Munich. Difundirá usted que los principales sospechosos son un grupo de activistas izquierdistas que se sabe tienen vinculaciones con una célula de París. ¿Comprendido?

Перейти на страницу:

Похожие книги