De entre todas las mujeres y los hombres que Kurtz conocía, Gavron era el único ser que le inducía a decir frases que luego Kurtz lamentaba. De todas maneras, Kurtz siguió dominándose.
- Bueno, y también es cierto que nadie espera que una partida de ajedrez se gane antes de desayunar, ¿oyes? Necesito un poco de aire, un poco de libertad, un poco de terreno en el que moverme.
La ira, por fin, dominó a Kurtz, quien dijo:
- En consecuencia, ponles camisa de fuerza a esos locos, ¿oyes? ¡Por una vez en la vida pide que me apoyen un poco!
La comunicación se cortó. Si ello se debió a la explosión o a un acto de Misha Gavron, Kurtz jamás lo supo, ya que no intentó establecer comunicación de nuevo.
Segunda parte
LA RECOMPENSA
Durante dos o tres interminables semanas, mientras Londres pasaba del verano al otoño, Charlie vivió en un estado de semi-realidad, durante el que pasaba de la incredulidad a la impaciencia, desde los excitados preparativos al terror espasmódico. Tarde o temprano vendrán a buscarte, éstas eran las palabras que él no dejaba de decirle. Deben hacerlo. Y él se dedicó a preparar la mente de Charlie, en consonancia con sus predicciones.
Pero ¿por qué han de venir? Charlie no lo sabía y él no se lo decía sino que utilizaba su lejanía a modo de protección. ¿Convertirían Mike y Marty a Michel en su hombre, de la misma manera que la habían convertido a ella en su chica? Había días en que Charlie imaginaba que llegaría el momento en que Michel se pondría a la altura de la historia que para él habían imaginado, y que aparecería ante ella, para reclamar sus derechos de enamorado. Y Joseph estimulaba suavemente la esquizofrenia de Charlie, guiándola de día en día más y más cerca de su ausente sustituto o al ausente a quien sustituía. Michel, mi querido Michel, ven a mi lado. Ama a Joseph pero sueña con Michel. Al principio, Charlie apenas osaba mirarse al espejo, debido a que estaba convencida de que se le notaba su secreto. La información que Charlie llevaba oculta detrás de la cara tiraba de su piel, dejándola tensa. La voz y los movimientos de Charlie habían adquirido cierto lento aire sub-acuático que la situaba a millas de distancia del resto de la humanidad: soy un espectáculo interpretado por una sola chica durante las veinticuatro horas del día; por una parte está el mundo entero, y, por otra parte, estoy yo.
Luego, poco a poco, a medida que el tiempo pasaba lentamente, el temor de Charlie a quedar descubierta dio paso a una afectuosa falta de respeto hacia todos los inocentes que tenía a su alrededor y que eran incapaces de ver lo que todos los días se les ponía debajo de las mismísimas narices. Charlie pensaba: se encuentran en el lugar en que antes me encontraba yo. Son lo que yo era, antes de que pasara al otro lado del espejo.
Con respecto a Joseph, Charlie empleaba la técnica que había perfeccionado durante su viaje al través de Yugoslavia. Joseph era el ser familiar al que Charlie vinculaba todos sus actos y decisiones; era el amante para quien contaba chistes y para el que se maquillaba. Joseph era su áncora, su mejor amigo y su mejor objeto. Joseph era la presencia que aparecía en los más raros lugares, dotada de una absolutamente imposible previsión de los movimientos de Charlie, ya en la parada del autobús, ya en una biblioteca, ya en una lavandería sentada bajo las luces de neón entre tristes madres, contemplando como las camisas de Joseph daban vueltas dentro de la lavadora. Pero Charlie jamás reconocía la existencia de Joseph. Joseph estaba totalmente fuera de la vida de Charlie, fuera del tiempo y fuera del contacto físico. Con los excepcionales momentos de sus furtivas misiones, que eran los momentos que sostenían a Charlie. Excepto Michel, el sustituto de Joseph, o el sustituido por éste.
Para ensayar Como gustéis, la compañía había arrendado un viejo barracón de instrucción militar del Ejército Territorial, cercano a la estación Victoria, y allá iba Charlie todas las mañanas. Y todas las tardes se lavaba el cabello para quitarle el rancio olor de la cerveza militar.