Charlie permitió que Quilley la invitara a almorzar en el «Bianchi», y tuvo la impresión de que aquel hombre se comportaba de manera rara. Parecía que Ned intentara precaverla de algo, pero cuando Charlie le preguntó directamente de qué quería precaverla, Ned se cerró de banda, y dijo que la política es un asunto personal de cada individuo, y que precisamente fue esta convicción lo que le indujo a luchar en la guerra, con los Chaquetas Verdes. Pero Ned se emborrachó de una forma terrible. Después de haber ayudado a Ned a firmar la factura, Charlie se unió a la multitud que circulaba por la calle, y tuvo la sensación de caminar un poco rezagada con respecto a sí misma, de seguir su propia forma huidiza, forma que se escapaba de sí misma, penetrando entre las densas y móviles multitudes. Estoy separada de la vida. Jamás encontraré el camino de regreso. Pero incluso mientras pensaba lo anterior, Charlie sentía el roce de una mano en su hombro, cuando Joseph caminaba unos instantes a su lado, antes de apartarse para meterse en «Marks and Sparks». El efecto de estas presencias pronto adquirió un carácter extraordinario en la vida de Charlie. La mantenían en constante estado de vigilancia, y si Charlie se contestaba a sí misma honradamente, en un estado de deseo, también. Un día sin él nada era. Y bastaba con que Charlie le vislumbrara para que su corazón y su cuerpo se estremecieran cual si tuviera dieciséis años.
Charlie leyó los respetables suplementos dominicales de los periódicos y estudió las pasmosas revelaciones de la señora Sackville West -o acaso de la señora Sitwell-, y se maravilló ante la frívola estupidez de la egoísta tontería de la mentalidad de los ingleses rectores del país. Charlie contempló el Londres que había olvidado, y encontró en todas partes el apoyo a su postura radical, en cuanto a mujer comprometida con su destino, su destino unido a la senda de la violencia. La sociedad, tal como ella la conocía, no era más que una planta muerta. Su misión consistía en limpiarla, y en utilizar la tierra para conseguir algo mejor. Los desesperanzados rostros de los tenderos, moviéndose como esposados esclavos a lo largo y ancho de los supermercados iluminados con neones le revelaban todo lo anterior, al igual que lo hacían los viejos de desesperada mirada y los policías de desesperada mirada. Y la misma actitud era la de los desocupados y heroicos negros que contemplaban el paso de los Rolls-Royce, y los relucientes bancos con su aire de secular culto, y sus gerentes con el comportamiento de rigurosos moralistas. Las empresas de construcción engañando a los ilusos para que cayesen en sus engaños, los establecimientos de bebidas, los establecimientos de apuestas, el vómito… Con muy poco esfuerzo por parte de Charlie, la escena de Londres, en su totalidad, no era más que un cubo de basura repleto de esperanzas frustradas y de almas defraudadas. Gracias a la inspiración de Michel, Charlie pudo construir los puentes mentales entre la explotación capitalista y el Tercer Mundo, situado ahí, en el umbral de Camden Town.
Vivida tan a lo vivo, la vida le daba una sensación de hombres libres. Al dar un paseo matutino, en domingo a lo largo de la senda paralela al Regent Canal -lo cual, en realidad era uno de sus pocos concertados encuentros con Joseph- Charlie oyó el sonido de un instrumento musical de profundo tono gutural, que entonaba una canción espiritual negra. El canal se abría al frente, y Charlie vio en el centro del embarcadero con abandonados tinglados alrededor, a un viejo negro que parecía recién sacado de la Cabaña del tío Tom, sentado en una barquita anclada y tocando el violoncelo para la suma delicia de un grupo de chiquillos. Era una escena digna de Fellini. Era cursi, era un espejismo, era una inspirada visión surgida del subconsciente.
Fuera lo que fuese, era una inspirada visión que, durante varios días, se transformó en un término de referencia de cuanto Charlie vio a su alrededor, algo tan íntimo que ni siquiera a Joseph podía confiarlo, por temor a que él se riera de ella, o, peor todavía, que le diera una explicación racional de ello.